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La cuidad en la que los adolescentes ucranianos se ríen de la guerra para no llorar

NYT: David, Daniil, Mykyta, Denys y Rostyslav no han ido a la escuela desde que comenzó la invasión de Rusia.

NYT: David, Daniil, Mykyta, Denys y Rostyslav no han ido a la escuela desde que comenzó la invasión de Rusia.

Foto:De izq.

Los jóvenes, en medio del miedo, buscan llevar con positivismo la situación dentro de su ciudad.

ANDREW E. KRAMER - the new york times
ESLOVIANSK, Ucrania — Un cráter, resultado de un misil ruso e inundado de agua, dejaba un camino irregular en medio de una calle de la Ciudad. Un pequeño grupo de adolescentes que pasaban lo hallaron divertido.
“Miren, es nuestro estanque local”, dijo Denys, de 15 años. “Podríamos echarnos a nadar”.
Los jóvenes caminan por las calles de Esloviansk, un poblado en la línea del frente en el este de Ucrania, a falta de otra cosa qué hacer en una tarde de primavera. Pasan junto a los soldados que portan equipo de combate completo, cargando rifles y dirigiéndose a las trincheras a unos 30 kilómetros de distancia, y ven camiones militares en camino.
La invasión de Rusia ha matado a decenas de miles de personas y obligado a millones a abandonar sus hogares. Pero la guerra también ha cobrado otra víctima: las experiencias normales de los adolescentes que viven cerca de las zonas de combate, pasando el rato en ciudades devastadas donde los cohetes vuelan regularmente.
“Ojalá tuviera una vida común y corriente”, dijo Mykyta, de 16 años. Sus días se reducen a caminatas con amigos y videojuegos en su recámara. “Ya estudiamos toda esta Ciudad, conocemos cada rincón”, dijo. “Ya no es tan divertido”.
Durante una caminata reciente por el poblado, media docena de adolescentes dijo que en su mayoría manejaban las penurias y el terror de la guerra con humor. Se les identifica sólo por su nombre de pila debido a su edad.
Después de que inició la invasión el año pasado, las líneas del frente se acercaron a Esloviansk y los ataques de artillería comenzaron a golpear la Ciudad. Es visto como un próximo blanco probable después de Bajmut, su vecino al este.
Y, sin embargo, muchos adolescentes permanecen allí, con sus padres retenidos en la Ciudad por el trabajo o la renuencia a abandonar sus hogares. El último día de los jóvenes en un salón de clases fue el 23 de febrero del 2022, la víspera de la invasión rusa. Las autoridades cancelaron todas las actividades organizadas para los jóvenes, por temor a que un cohete impactara una reunión.
Rusia bombardea Esloviansk aproximadamente una vez a la semana, posiblemente apuntando a los miles de soldados acuartelados allí. Uno o dos residentes pierden la vida habitualmente, aunque un ataque en abril mató a 11 civiles mientras dormían.
Cuando las explosiones resuenan, los adolescentes caen pecho tierra por seguridad. Entonces comienza el jolgorio.
“¡Nada más no nos des!”, bromean, cubriéndose la cabeza con las manos, dijo Kristina, de 15 años. “Simplemente es más fácil de manejar así”, dijo. De hecho, admitió, “da mucho miedo”.
Nos caemos al suelo y luego nos reímos”, dijo Daniil, de 16 años, otro miembro del grupo. “Necesitamos ser positivos”.
Los amigos no hablan mucho sobre la guerra, dijo Mykyta. “Hay temas que son mucho más interesantes que la guerra”, dijo, como las películas y la música. Los adolescentes se detuvieron en uno de sus lugares de reunión favoritos, los escalones de un cine cerrado cerca de un parque lleno de cráteres de proyectiles. Gravitaron hacia las gradas vacías de un estadio de futbol.
“Solía haber más gente, más tiendas, más cafés, conciertos, vacaciones geniales”, dijo Daria, de 15 años, mirando el campo vacío.
“Extraño mi ciudad sin daños”, dijo Denys. “Extraño mi vida tranquila. Echo de menos la seguridad”.
Se ríen, dijo, pero sin alegría.
“¿Qué más podemos hacer, llorar?”, dijo Daniil.
Sonia, de 14 años, dijo que extraña a los amigos cuyas familias se fueron. “Es muy doloroso dejarlos ir. Una vez salí a caminar con mi amiga y comenzaron los bombardeos”, agregó. “Entré en pánico y comencé a parar los autos que pasaban y a llorar y pedirles que me llevaran de regreso al Centro de la Ciudad. Básicamente, si caen muchas bombas, da miedo, pero si sólo cae una, está bien”.
Rostyslav, de 15 años, dijo que ha tratado de prepararse para los ataques rusos: “Vivo a medio camino entre la normalidad y esta situación”.
Denys vio tulipanes en un jardín. Cortó uno, se acercó a un grupo de chicas y se le dio una de ellas. “Eres muy linda”, dijo.
Maria Varenikova contribuyó con reportes a este artículo.
Por: ANDREW E. KRAMER
ANDREW E. KRAMER - the new york times
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