La poderosa estirpe de los Al Asad, que ha gobernado con puño de hierro durante el último medio siglo en Siria, se aseguró la semana pasada otros siete años más al frente del país.
Pese a las críticas de las principales potencias occidentales, Bashar al Asad, el actual presidente, consiguió una aplastante victoria –con el 95 por ciento de los votos– en unas elecciones presidenciales calificadas de “farsa”.
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Entre él y su padre, Hafez, ya suman cinco décadas en el poder sirio. Y pese a la sangrienta guerra que estalló en el 2010, a una grave crisis económica marcada por la escasez de productos básicos y a los 6,2 millones de desplazados, todo indica, según analistas, que la familia Al Asad se mantendrá estable durante los próximos años.
“No veo a un Bashar al Asad saliendo del poder en el mediano plazo y muy seguramente vamos a tener una oposición más debilitada y a una comunidad internacional impotente viendo cómo se consolida el poder del Baaz (partido político que controla el régimen sirio), de la familia Al Asad, y viendo a una Siria cada vez más influyente en la región”, le dijo a este diario Mauricio Jaramillo, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.
Aunque la comunidad internacional ha presionado para una transición en el país y Estados Unidos ha sancionado a la familia y al gobierno, lo cierto es que los Al Asad –cuya historia se remonta 50 años atrás– siguen siendo una pieza clave para entender la actualidad de la geopolítica en Oriente Próximo y la creciente influencia de Rusia en la zona.
Hafez al Asad, de la mano del Partido Baaz, llegó al poder tras orquestar un golpe de Estado en 1970. En el cargo, ejerció la presidencia desde 1971 hasta el 2000, periodo en el que reprimió con dureza a sus opositores y allanó el camino para que su hijo mayor, Bassel al Asad, pudiera ocupar el cargo.

Los sirios celebran en las calles de la capital, Damasco, un día después de una elección programada para darle al actual presidente Bashar al-Assad un cuarto mandato.
AFP / LOUAI BESHARA
“No veo a un Bashar al Asad saliendo del poder en el mediano plazo y muy seguramente vamos a tener una oposición más debilitada y a una comunidad internacional impotente viendo cómo se consolida.
Sin embargo, Bassel falleció en 1994, dejando un vacío que debía ser llenado por Bashar.
“La tarea consistió en convertir de manera expresa a Bashar al Asad en un dictador en ejercicio, debido a los acumulados problemas de salud de su padre, quien sabía que estaba contra el tiempo para asegurar una tranquila transición de poder en su ausencia”, le dijo a EL TIEMPO Janiel Melamed, docente e investigador del departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte y autor del libro Conflicto armado en Siria. Campo de batalla geopolítico por el Medio Oriente.
Como heredero de su padre, el partido y el Parlamento aseguraron modificar la Constitución para rebajar la edad mínima para ejercer la presidencia de 40 a 34 años, en “una conveniente y oportuna buena fortuna, pues resultaba ser la edad que tenía Bashar en aquel momento (año 2000)”, agregó Melamed.
Oftalmólogo de profesión, se presentó al mundo como un líder reformista, aunque solo en apariencia. Cuando en 2011 estallaron las protestas contra su gobierno, las reprimió con violencia, aunque accedió a implementar una serie de cambios cosméticos, incluyendo un decreto por el que se permitía la formación de otros partidos políticos.
Pese al estallido de la guerra hace una década y a la Primavera Árabe, Al Asad logró mantenerse en el poder, en parte porque nunca perdió el apoyo del Ejército, de su familia y del partido, según comentó Jaramillo.
“Estos son los apoyos con los que ha gobernado y los más importantes para manejar Siria. Además de eso, tras la guerra civil él ha sido el gran ganador. En el 2014 se especuló la posibilidad de que se derrocara, y no solo no cayó pese a lo debilitado que estaba, sino que se fortaleció”, agregó Jaramillo.
Además, el académico comenta que, tras la incursión del Estado Islámico en Siria, no se hubiese podido vencer a este grupo sin el apoyo de Bashar, Rusia e Irán. “Se convirtió en una suerte de mal necesario para estadounidenses, franceses y turcos (…). Ante las afugias del terrorismo, Asad es un ganador y explica que la transición en el país nunca se hubiese dado y que estemos ante un nuevo mandato en el que creo que irreversiblemente seguirá siendo presidente de Siria”, puntualizó.

El presidente ruso, Vladimir Putin (foto), es aliado del presidente sirio, Bashar al Asad.
AFO
Pero el otro factor clave que explica la consolidación del régimen es que Asad también ha contado con el apoyo irrestricto de Moscú, que ha logrado una gran influencia en la zona.
“Rusia sigue mostrándose como un poderoso agente de estabilidad y de poder dentro de la región, y en especial para Siria. Este país (Siria) se ha constituido como el pináculo de su política exterior a nivel regional y la dinámica de la guerra, tras casi una década de combates, ha logrado materializar muchos de los objetivos inicialmente trazados desde Moscú”, comentó Melamed.
Pese a que la ONU había pedido redactar una nueva Constitución con la oposición para garantizar unas elecciones libres, y la comunidad internacional ha tildado los comicios del 26 de mayo como una “farsa”, lo cierto es que la familia Asad se perfila para sumarle otros siete años más al ya medio siglo que han gobernado en Siria.
*Con AFP-Efe
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