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Medio Oriente

Es hora de asumir la verdad sobre Afganistán

En la actualidad, hay unos 8.400 soldados estadounidenses en Afganistán.

En la actualidad, hay unos 8.400 soldados estadounidenses en Afganistán.

Foto:Patrick Baz / AFP

Debe adoptarse estrategia ya no para ganar a los talibanes, sino para no perder años de sacrificios.

Después de más de 17 años, llegó la hora de aceptar dos verdades importantes respecto de la guerra en Afganistán. La primera es que no habrá ninguna victoria militar del Gobierno y de sus socios estadounidenses y de la Otán en ese país.
Las fuerzas afganas, si bien son mejores de lo que eran, no son lo suficientemente buenas, y es poco probable que alguna vez lo sean, para derrotar a los talibanes. Esto no se debe simplemente a que las tropas del Gobierno carezcan de la unidad y el profesionalismo para imponerse, sino a que los talibanes están altamente motivados, gozan de un respaldo considerable en el país y cuentan con el apoyo y crucial refugio de Pakistán.
La segunda verdad es que resulta improbable que las negociaciones de paz en curso funcionen. Las conversaciones han tenido lugar de manera interrumpida, pero los hechos y las tendencias en el terreno parecen ir en contra de un acuerdo negociado.
La situación se deteriora lentamente. El Gobierno controla el territorio, donde viven aproximadamente dos tercios de la población. Pero los talibanes y otros grupos más radicales, relacionados con Al-Qaeda y el Estado Islámico, controlan o se disputan casi la mitad del territorio y han demostrado en repetidas oportunidades una capacidad para atacar blancos militares y civiles por igual en cualquier parte dentro del país, incluyendo la capital, Kabul.
Sin embargo, lo que realmente debilita las perspectivas diplomáticas es que los talibanes no ven muchas razones para llegar a un acuerdo. Es solo una cuestión de tiempo, parecen creer, para que Estados Unidos se canse de tener tropas estacionadas en una nación muy lejana y de gastar alrededor de 45.000 millones de dólares al año en una guerra imposible de ganar.
Tal vez estén en lo cierto. Con el reciente anuncio de la Casa Blanca de que aproximadamente la mitad de los 14.000 soldados estadounidenses desplegados hoy en ese país pronto se marcharán, y la retirada de Siria, no sorprende que los talibanes y otros insurgentes lleguen a la conclusión de que es tan solo una cuestión de cuándo los restantes 7.000 efectivos de Estados Unidos (y otros 8.000 soldados de la Otán) se van a retirar, no de si lo harán o no.

Las fuerzas afganas, si bien son mejores de lo que eran, no son lo suficientemente buenas, y es poco probable que alguna vez lo sean, para derrotar a los talibanes

Un retiro total de tropas es una posibilidad real, dado el escepticismo que Trump viene manifestando desde hace mucho tiempo por el valor del esfuerzo de EE. UU. Su frustración es comprensible. Más de 2.000 soldados estadounidenses han perdido la vida en Afganistán, y otros 20.000 han sufrido heridas.
La guerra que comenzó tras los atentados del 11 de septiembre ya ha costado mucho más de 1 billón de dólares. Es difícil ver que 14.000 o 7.000 soldados estadounidenses puedan lograr lo que no consiguieron más de 100.000, en su momento.

Razones para no retirarse

¿Por qué, entonces, no retirar todas las tropas? Una razón es que el Gobierno podría colapsar, en cuyo caso Afganistán podría convertirse nuevamente en un lugar donde los terroristas entrenan reclutas y planean ataques contra los intereses de Estados Unidos en todo el mundo y contra el propio territorio estadounidense.
Otra razón para no retirarse es el mensaje. Luego de Siria, una salida arrojaría más dudas sobre la voluntad de Estados Unidos de sostener un papel de liderazgo en el mundo. Las percepciones importan, y una retirada total de Afganistán llevaría a muchos aliados –no solo en la región, sino también en Asia y Europa– a preguntarse si serán el próximo socio de Estados Unidos en ser abandonado.
La política de Estados Unidos en Afganistán debería ser una que evite los riesgos de una salida rápida e incondicional, pero que también minimice los costos de quedarse. Y para lograr esto último hay que recortar las ambiciones estratégicas.
Si bien Estados Unidos y sus socios europeos no pueden pretender ganar la guerra o negociar una paz duradera, debería ser posible mantener vivo el Gobierno afgano y seguir adelante con la lucha contra los terroristas. Esto probablemente requeriría mantener unos miles de tropas desplegadas, seguir ofreciendo inteligencia, armas y entrenamiento a las fuerzas afganas y, en situaciones especiales, una disposición y una capacidad para intervenir de manera restringida pero directa y contundente.
También ayudaría si Estados Unidos reorientara sus esfuerzos diplomáticos. Los actuales se centran en negociar un acuerdo interno con los talibanes. Una estrategia más fructífera podría ser convocar a seis vecinos inmediatos de Afganistán (que incluyan tanto a China e Irán como a Pakistán) y a otros actores, entre ellos Rusia, India y la Unión Europea, que tengan un interés en el futuro del país. A ninguno de ellos le interesa que Afganistán se convierta en una guarida para el terrorismo y la producción de drogas.
Esta no es una estrategia para ganar, sino más bien para no perder. Para algunos puede no ser lo suficientemente ambiciosa, pero, en Afganistán, hasta los objetivos aparentemente modestos tienen cómo volverse aspiracionales.
RICHARD N. HAASS*
© Project Syndicate
Nueva York
* Richard N. Haass es presidente del Consejo en Relaciones Exteriores y fue enviado especial de George Bush al conflicto de Irlanda del Norte y coordinador del Comité para el futuro de Afganistán.
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