El actual espasmo de violencia entre Hamás e Israel sigue un patrón familiar y trágico que refleja un statu quo roto. No será fácil encontrar una solución viable, pero es posible con un proceso a largo plazo basado en cuatro principios.
Gaza ha sido durante mucho tiempo uno de esos problemas geopolíticos que todos desearían que desaparecieran. Israel, ciertamente, preferiría aislar el enclave palestino, tanto de su propio territorio como de su mente colectiva. Y a pesar de las declaraciones ocasionales contrarias, Egipto tiende a sentirse de la misma manera. Cada vez que se habla más de la búsqueda de la paz en la región, Gaza es casi siempre la cuestión que se deja en segundo plano.
Es cierto que los organismos humanitarios y de socorro publican periódicamente informes detallados sobre las terribles condiciones a las que se enfrentan los dos millones de habitantes de Gaza, que están atrapados en uno de los lugares más densamente poblados y con menos recursos de la Tierra. Sin embargo, la audiencia para este recuento de las privaciones y la desesperación tiende a disminuir cada vez que surge una nueva crisis humanitaria en otro lugar y atrae la atención del mundo. Por lo tanto, una solución duradera de la miseria de Gaza permanece siempre fuera de vista.
El actual estallido de violencia sigue un patrón familiar: Hamás y sus aliados están lanzando bombardeos de cohetes contra Israel, que está respondiendo con oleadas de ataques aéreos. Después de cada uno de estos conflictos –el último de los grandes tuvo lugar en 2014–, la situación vuelve al statu quo roto. La comunidad internacional pronto vuelve a la normalidad, la situación humanitaria en Gaza se deteriora cada vez más y finalmente se repite el ciclo.
Cuando visité Gaza a principios de 2009, uno de esos espasmos de violencia acababa de terminar. Tanto extremistas como civiles inocentes han muerto en Gaza, y se ha atacado a civiles inocentes en Israel. Mientras estuve allí, vi la devastación en las partes más afectadas del norte de la Franja de Gaza y hablé con empresarios palestinos que habían estado tratando de ofrecer esperanza a los habitantes de Gaza tendiendo puentes con sus socios en Israel. La inutilidad de estos conflictos cíclicos estaba tan clara entonces como ahora.
Espero que esta vez (una vez que hayan cesado los cohetes y los ataques aéreos) haya valientes pacificadores que no se resistan a tomar las medidas necesarias para romper el patrón de desesperanza. Ello requerirá mucho más que otra cesación del fuego. Tiene que haber un proceso para trabajar en pro de la paz y de un arreglo político viable.
Israel ha impuesto un férreo bloqueo terrestre, aéreo y marítimo a Gaza desde 2007, con el objetivo de poner fin al gobierno de Hamás allí. El objetivo es loable, pero los métodos han sido contraproducentes y la política general ha fracasado. Hamás sigue gobernando, y aun así ha conseguido obtener miles de cohetes. Gaza es ahora un caldo de cultivo para los terroristas, muchos de los cuales tal vez no vean otra opción.
Por supuesto, no será fácil encontrar una solución viable, pero creo que es posible con un proceso a largo plazo basado en cuatro principios. El objetivo debe ser un acuerdo que detenga los ataques con cohetes, los bombardeos, los túneles y las matanzas y siente las bases para un acuerdo de paz más amplio en el futuro.
“Un enfoque más constructivo, aunque difícil, sería reconocer que ambas partes tienen razón
en aspectos importantes”
Para ello, el primer principio es que el bloqueo debe terminar. Esta política ha destruido la economía de Gaza. Con el comercio exterior prácticamente imposible, el territorio se ha vuelto dependiente del contrabando, y esas operaciones están naturalmente bajo el control de Hamás. El contrabando ha llenado las arcas de Hamás y le ha permitido obtener la mayoría de los artículos que Israel ha estado tratando de bloquear, en particular cohetes y componentes para la construcción de los suyos propios.
Segundo, deben abordarse las preocupaciones legítimas de Israel en materia de seguridad. Después de todo, ningún país puede tolerar que se lo someta a ataques indiscriminados con cohetes. Pero Israel también debe reconocer que su política de defensa inflexible ha fracasado. Tendrá que abrirse más a los esfuerzos de la comunidad internacional –a saber, las Naciones Unidas, la Unión Europea y los Estados Unidos– para crear un arreglo mejor a fin de abordar sus intereses legítimos en materia de seguridad.
En tercer lugar, Gaza debe pasar a formar parte de la Administración palestina internacionalmente reconocida. Cualquier paquete de ayuda y fondos para la reconstrucción después de que hayan terminado los combates debe estar condicionado a la celebración de elecciones libres y justas en Gaza y Cisjordania.
Por último, la viabilidad de una solución a largo plazo requiere afirmar el futuro uso de Gaza por parte del Estado de Palestina para acceder al Mediterráneo, que será su principal puerta de entrada al mundo. En consecuencia, Gaza necesitará su propio puerto y aeropuerto, así como una conexión con Cisjordania (dispuesta de manera que no suponga una amenaza para la seguridad de Israel).
Gran parte del debate en este momento se centra en culpar a la última ola de violencia y sufrimiento. Un enfoque más constructivo, aunque difícil, sería reconocer que ambas partes tienen razón en aspectos importantes. Ello permitiría a todos empezar a centrarse en el objetivo de un acuerdo a largo plazo basado en los cuatro principios esbozados anteriormente.
Con eso, la última guerra innecesaria de Gaza podría finalmente conducir a una paz necesaria. Mi esperanza es regresar a Gaza algún día y ver a empresarios construyendo negocios y puentes hacia la economía mundial, y creando puestos de trabajo para jóvenes que, de lo contrario, no verían otra alternativa al extremismo. Los palestinos –y los israelíes– no merecen menos.
CARL BILDT*
©PROJECT SYNDICATE
ESTOCOLMO
* Exprimer ministro y exministro de Asuntos Exteriores de Suecia.
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