Las bombas volvieron a caer el viernes sobre los barrios rebeldes de Alepo, donde intensos ataques aéreos del régimen sirio y su aliado Rusia sembraron muerte y destrucción como preludio a una operación terrestre.
A pesar de una reunión en Nueva York de los jefes de la diplomacia estadounidense, John Kerry, y rusa, Sergey Lavrov, cuyos países apoyan bandos opuestos, la comunidad internacional parece incapaz de frenar el conflicto.
El viernes, en la parte rebelde de Alepo, donde viven al menos 250.000 habitantes, los bombardeos ocurrieron de forma incesante, las destrucciones eran considerables y los servicios de urgencia no daban abasto. Los edificios están destruidos y los habitantes quedaron debajo de los escombros sin poder ser socorridos.
Dos centros de los “cascos blancos” (los rescatistas de la oposición siria) fueron alcanzados por los ataques. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (Osdh), al menos 27 civiles, incluidos tres niños, perdieron la vida en los bombardeos, un balance que podría agravarse.
En el oeste de la provincia de Alepo, otras 12 personas murieron por un bombardeo ruso en la aldea rebelde de Beshkatin, según el Osdh, que también informó que los ataques mataron a 11 personas en Al Bab, bastión del Estado Islámico (EI).
Según la Defensa Civil siria, el número total de muertos podría superar los 70 y los heridos se cuentan por decenas. Dividida desde el 2012 entre un sector progubernamental y otro en manos de los insurgentes, Alepo es un objetivo crucial en el conflicto que ya ha dejado más de 300.000 muertos en cinco años de guerra.
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