El grupo yihadista Estado Islámico (EI) mostró este viernes que todavía es capaz de hacer daño a pesar de los reveses sufridos en el campo de batalla de los alrededores de Mosul en los últimos cinco días, con un ataque inesperado contra Kirkuk, que dejó, hasta ahora, 39 muertos.
Decenas de combatientes del EI lanzaron este viernes un ataque contra el sur de Kirkuk, a unos 170 kilómetros al sureste de Mosul, y se hicieron con el control de varias comisarías de policía, informó a Efe el gobernador de esa localidad, Nachmeldin Karim.
Al menos 39 personas, entre ellas 17 yihadistas, han muerto en el asalto que se concentró en los barrios meridionales de Wahed Jazeiran, Domish y Midaa –en la zona sur de Kirkuk, en el camino hacia la localidad de Hawiya–, así como contra una planta eléctrica al oeste de Kirkuk, donde murieron 16 trabajadores.
Tras el ataque, los extremistas colocaron francotiradores en varios edificios y se produjeron enfrentamientos con las fuerzas de seguridad iraquíes y los peshmergas kurdos, que han enviado refuerzos desde las provincias del Kurdistán iraquí. El ataque coincide con el quinto día del comienzo de la operación para liberar a Mosul, que ha forzado a los yihadistas a ceder terreno, especialmente al norte y al este de la capital de la provincia de Nínive y principal feudo de los extremistas en Irak.
Los esfuerzos de las unidades antiterroristas del Ejército iraquí, que han tomado el relevo a los peshmergas en varios lugares, se concentraban este viernes en la estratégica población de Bartala, situada a nueve kilómetros de Mosul.
Fuerzas de seguridad apostadas en la entrada de Bartala indicaron a Efe que todavía quedan algunos focos de resistencia en este pueblo, donde se encuentra la principal vía de acceso a Mosul desde el oriente, por la que pasa la carretera que une a esta ciudad con Erbil, capital del Kurdistán iraquí.
Las primeras casas del pueblo muestran la destrucción causada por los bombardeos, al igual que un alto número de aldeas que fueron liberadas en los últimos días.
Entre las ruinas de muchas de ellas, las fuerzas especiales iraquíes establecieron improvisados cuarteles. Además, decenas de vecinos que abandonaron estos pueblos hace más de dos años se acercan desde ayer con pequeños vehículos de carga a recuperar los enseres que dejaron precipitadamente ante la llegada del EI, y a pesar de las minas y explosivos dejados por los yihadistas.
Esta región estaba considerada la mayor zona cristiana de Irak y en ella vivían también otras minorías étnicas y religiosas que se convirtieron en blanco del extremismo.
EFE
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