El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, el mundo entero se despertó con el sonido de un mismo clamor: se necesitan más esfuerzos para garantizar y proteger a las mujeres.
En países tan alejados como Australia, Pakistán, Turquía o Argentina se escucharon consignas tan poderosas como “no queremos flores, queremos derechos” o “sí a la igualdad salarial” o “basta de feminicidios” o “no es no y lo demás es violación”.
Al final lo de menos fue el lema elegido, sino la causa común que unió y movilizó a millones de mujeres –y muchos hombres– tan diferentes y con situaciones de vida tan dispares a salir a las calles de todo el mundo para reivindicar que, a pesar de las conquistas alcanzadas en todos estos años de lucha feminista, todavía no es suficiente: la igualdad de género en pleno siglo XXI es todavía una quimera.
En España, 5,3 millones de personas, según los sindicatos, secundaron la huelga general de 24 horas convocada por el movimiento feminista bajo la proclama “si paramos nosotras, se para el mundo”. Un éxito de convocatoria sin precedentes. En Indonesia, de acuerdo con EFE, miembros de 69 organizaciones protestaron frente al parlamento contra la violencia de género. En el otro extremo del mundo, en México, donde se asesinan siete mujeres al día, se convocaron protestas masivas en diferentes ciudades. Y así en más de 170 países alrededor del planeta.
Las líderes mundiales también se sumaron al llamado. La canciller alemana Ángela Merkel; la primera ministra británica, Theresa May, o Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, emplearon sus redes para defender la necesidad de romper con la desigualdad y la violencia machista.
La conquista de derechos económicos, sociales y laborales que equipara a las mujeres con sus homólogos hombres ha experimentado grandes avances con el paso del tiempo. En los últimos años, campañas como el #MeToo (#YoTambién) que sacó a la luz el acoso que padecieron decenas de actrices de Hollywood, o el #TimesUp (#SeAcabóElTiempo) han supuesto un punto de inflexión para que otras mujeres anónimas denuncien y la comunidad internacional oiga.
Superar los prejuicios invisibles o no, que impiden cerrar la brecha de género, representa un imperativo económico y moral abrumador
“El mundo está buscando más que nunca sobre la igualdad de género”, reveló el gigante Google coincidiendo con este día. También sobre los problemas relacionados con su consecución, como el acoso sexual, cuya búsqueda en el metabuscador aumentó un 99 por ciento en comparación con el 2017.
Sin embargo, y a pesar de los avances, el último informe del Foro Económico Mundial alerta que se necesitarán todavía 100 años para cerrar la brecha de género a nivel mundial y 217 solo para lograrlo en el ámbito laboral. “Superar los prejuicios invisibles o no, que impiden cerrar la brecha de género, representa un imperativo económico y moral abrumador”, indicó el pasado noviembre Klaus Schwab, presidente ejecutivo del foro. De hecho, el 2017 no fue un buen año para ellas: la brecha en el acceso a la salud, la participación política y la educación se amplió por primera vez desde el 2006.
Como aseguran varios expertos consultados por EL TIEMPO, la falta de paridad que aleja a hombres y mujeres persiste en cualquier sociedad, en mayor o menor medida. Las prácticas que mantienen este ‘statu quo’ van desde la violencia machista, la brecha salarial o los abusos sexuales, hasta la cosificación, el escaso acceso a los puestos de poder, las tradiciones patriarcales, el acoso laboral o las trabas en la educación.
De acuerdo con el último Índice Global de Brecha de Género que elabora el Foro Económico Mundial, Islandia –330.000 habitantes– es el mejor país de los 144 analizados para ser mujer, seguido por Finlandia y Noruega. En lo más bajo de la lista, Yemen, con una desigualdad del 51,62 por ciento. Otro informe, este del Instituto Georgetown para la Mujer, la Paz y la Seguridad en colaboración con el Instituto de Investigación sobre la Paz de Oslo, sitúa de nuevo a Islandia como el estado más sensibilizado con el bienestar de sus mujeres y a Arabia Saudí como el que menos.
Hasta este año, las mujeres en ese país tenían prohibido conducir o asistir a espectáculos deportivos. Ahora podrán acudir con la autorización de un hombre. En este último documento, Colombia aparece en el puesto 96 de 153 estados analizados.
La pobreza es otro aspecto que afecta directamente a las mujeres. Es lo que se denomina ‘la feminización de la pobreza’, acuñado a finales de la década de los 70 por la investigadora Diana Pearce. En Latinoamérica, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por cada 100 hombres que viven bajo esa condición, hay 118 mujeres y un tercio de ellas no logran generar ingresos propios.
Las causas de esta correlación son varias: ellas perciben menos salario por su participación en el mercado laboral; no reciben remuneración alguna por las labores del hogar que, además, implican una reducción de su tiempo para desarrollarse como profesionales; en culturas de fuerte tradición patriarcal son las últimas en alimentarse y tienen más dificultades para acceder a los recursos productivos, económicos y oportunidades. Esta situación se agrava cuando son cabeza del hogar.
En el caso de la violencia de género, las cifras son aterradoras. Naciones Unidas estima que el 35 por ciento de las mujeres de todo el mundo han padecido violencia física o sexual en algún momento de su vida. Sin embargo, varios estudios nacionales escalan el dato hasta el 70 por ciento, como sucede en muchos países del continente africano, asiático o de Latinoamérica. Solo en la India se comenten 30.000 violaciones al año.
Las niñas tampoco se libran de esta infamia. Unicef alerta que una de cada diez menores de edad ha sido forzada a mantener relaciones sexuales, aproximadamente 120 millones en todo el mundo.
Unicef alerta que una de cada diez menores de edad ha sido forzada a mantener relaciones sexuales, aproximadamente 120 millones en todo el mundo
Los conflictos armados agravan esta situación de violencia sistemática porque la violación se utiliza como arma de guerra. Ese es el caso de la República Democrática del Congo que tiene el siniestro mérito de ser conocida como ‘la capital mundial de las violaciones’. Las estadísticas arrojadas por el ‘American Journal of Public Health’ hablan de 400.000 violaciones al año.
Los países occidentales también manejan cifras alarmantes. Por ejemplo, en Estados Unidos, el Centro de Política de Violencia reveló que en el 2015 murieron 1.668 mujeres a manos de sus parejas. Ese año, en los 28 estados de la Unión Europea, se registraron 215.000 agresiones sexuales, según la Oficina Europea de Estadística.
Ellas cobran menos, trabajan más y ocupan menos puestos de responsabilidad en las empresas.
Aunque en las últimas décadas la incorporación de la mujer al entorno laboral se ha incrementado, solo el 48,5 por ciento cuenta con un trabajo remunerado a nivel mundial (frente al 75,2 por ciento de los hombres) y apenas el 22 por cierto accede a un alto cargo, advierte el último informe de la Organización Internacional del Trabajo. La brecha salarial se sitúa en el 20 por ciento.
Según los responsables de la consultora Aequales, especialistas en promover el enfoque de género en las empresas, esta disparidad tiene varias explicaciones. La primera es que los procesos de selección suelen estar sesgados por el género: el hecho de que una mujer pueda quedarse embarazada y pida la licencia materna remunerada hace mella a la hora de escoger. Segunda, la triple jornada que caracteriza sus vidas (la laboral, el cuidado del hogar y el cuidado de las personas que están a su cargo): la falta de una regulación fuerte en términos de conciliación las impide volcarse completamente en su desarrollo profesional. Tercera, la proliferación del trabajo informal asociado al género.
En el caso de Colombia, solo el 37 por ciento de las mujeres tienen un empleo formal, de acuerdo con el Ministerio de Trabajo. Y, finalmente, las carreras que eligen –‘segregación educativa’–: ellas suelen escoger profesiones ligadas a las humanidades que, en general, son peor pagas.
El Día Internacional de la Mujer, reconocido por Naciones Unidas en 1975, no se estableció para “consentirlas”, como se escucha decir a tantas personas cada vez que se acerca la fecha. El 8 de marzo es la jornada en la que año tras año el 50 por ciento de la población exige al otro 50 que se les trate con dignidad y se les respeten sus derechos.
JULIA ALEGRE BARRIENTOS
Redacción Domingo
EL TIEMPO
En Twitter: @JuliaAlegre1