La Conquista española en Venezuela es un proceso que sigue mostrando heridas, pese a que la independencia en el país ocurrió a inicios del siglo XIX, exactamente en 1811. Los símbolos patrios, por ejemplo, recuerdan una herencia de 200 años, pero desde la llegada del chavismo al poder, el oficialismo ha intentado modificarlos.
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En 1999, luego de la victoria de Hugo Chávez como presidente, lo primero que se cambió fue el nombre de República de Venezuela por el de República Bolivariana de Venezuela. El cambio se dio insistiendo en la exaltación de la figura de Simón Bolívar, que ha sido bandera del oficialismo.
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En 2006 se anexó a la bandera nacional una octava estrella. Cilia Flores, ahora primera dama, era diputada de la Asamblea Nacional y fue quien presentó la propuesta, fundamentando que era necesario incluir la provincia de Guayana. A esto le siguió el escudo, modificando la posición del caballo. Parques y avenidas que pasaron de tener nombres “imperiales” a nombres indígenas, como el cerro ‘El Ávila’, ahora ‘Waraira Repano’, o la autopista ‘Francisco Fajardo’, ahora Gran ‘Cacique Guaicaipuro’.
EL TIEMPO conversó con la reconocida historiadora y escritora Inés Quintero sobre la nueva modificación que se ha dado: el cambio en el escudo y la bandera de la ciudad de Caracas. “Los símbolos son elementos que cohesionan a la sociedad”, dice Quintero recordando que esta última reforma fue hecha por el Concejo Municipal.
El nuevo escudo tiene un indígena, un afrodescendiente y a Bolívar, además de que resalta las fechas de 1810 y 1811 por la independencia del país, y 1989 por el estallido social conocido como el Caracazo. También aparece el año 2002, haciendo referencia al golpe de Estado fallido contra Hugo Chávez.
Además, el emblema anterior destacaba por tener un león, un blasón dado por el rey de España en el siglo XVI. “Si se va a modificar, hay muchas observaciones. Tú no puedes rechazar el pasado por razones políticas e ideológicas, la historia de Caracas es una historia que nos trasciende, es un referente icónico de la época fundacional”, dice la historiadora.

Simón Bolívar.
Vía Muy Interesante
Ese 15 de diciembre jamás será olvidado, no solo por la votación que marcaría el rumbo constitucional de Venezuela, sino por la llamada “tragedia de Vargas”.
Cuando Hugo Chávez modificó el nombre de Venezuela por República Bolivariana de Venezuela, la discusión fue larga e intensa dentro de la Asamblea Nacional porque iba incluido en la nueva Constitución y no se logró consenso a priori, a pesar de que el chavismo contaba con la mayoría en el hemiciclo de sesiones.
Luego de un regaño del presidente a la directiva de ese poder, el acuerdo llegó y se sometió a votación en la que los venezolanos decidieron por esa nueva carta magna y con ella, el cambio de nombre del país.
Ese 15 de diciembre jamás será olvidado, no solo por la votación que marcaría el rumbo constitucional de Venezuela, sino por la llamada “tragedia de Vargas”. Las lluvias arrasaron con el estado Vargas –ahora llamado estado La Guaira, también por modificación del chavismo– y se llevaron todo a su paso.
En ese año, 1999, el entonces constituyente Eliécer Otaiza, fiel defensor de Chávez, alegó que no se trataba simplemente de una modificación del nombre, sino de la identidad y práctica política de ese nuevo proyecto liderado por el recién electo mandatario nacional.
La oposición cuestionó los cambios, pero nada pudo hacer. “Deberíamos llamarnos República Chavista de Venezuela”, decía por aquel entonces el constituyente Alberto Francheschii, quien salvó su voto. Hoy se opone firmemente al cambio de símbolos de la ciudad de Caracas.
En 2022 el chavismo logró su cometido en la capital venezolana, sumergida en serios problemas de servicios públicos. Pero ya en 2015 se había dado el primer intento. Así lo recuerda el dirigente político Jesús Armas, quien para esa fecha era concejal del municipio Libertador.

El expresidente venezolano Hugo Chávez. (Archivo)
Archivo EL TIEMPO
“Es mantenernos conectados con 400 años de la historia del país, es conservar nuestros valores democráticos y la lucha libertaria de Miranda o Bolívar”.
“En el año 2015 dimos la pelea. Apelamos a la opinión pública y logramos contener por unos años la pretensión de cambiar los símbolos, pero hace poco el PSUV lo logró”, dijo Armas unos días después que se hizo oficial la decisión del Concejo Municipal.
Para Armas, lo hecho por la alcaldesa Carmen Meléndez, quien pertenece al partido gobernante, junto con los ediles, debe ser rechazado por los ciudadanos y para ello es necesario “seguir aferrados al león”, haciendo referencia al anterior escudo.
“Es mantenernos conectados con 400 años de la historia del país, es conservar nuestros valores democráticos y la lucha libertaria de Miranda o Bolívar” repite el exconcejal.
Los impulsores de la medida y el chavismo en general han dicho que se trata de “reivindicar” las luchas de los indígenas. La alcaldesa Meléndez dijo que tanto el escudo como la bandera y el himno “fueron elaborados por manos productivas”.
La mandataria local afirmó en un acto desde el cerro El Ávila o Waraira Repano –llamado así desde 2011 mediante gaceta oficial número 39.419– que se hizo un concurso “abierto al pueblo de Caracas” para elegir los que serían estos nuevos emblemas y que en él participaron más de 750.000 personas cuyas opiniones fueron tomadas en cuenta.
Nahum Fernández, jefe del gobierno del Distrito Capital, cuyo cargo lo designa el presidente de la República y quien se encarga de acompañar las labores de la alcaldesa, cree que criticar la iniciativa es desconocer la historia de la ciudad, pero que, además, están “desinformados” de las condiciones de los caraqueños.

Caracas. (Archivo)
Ana Rodríguez Brazón/EL TIEMPO
La Academia Nacional de la Historia se opuso de inmediato a las modificaciones y por medio de un comunicado consideró pertinente que un cambio de esa naturaleza debió someterse a una “amplia consulta” que incluso incluyera a la Academia, “por ser esta institución una de las autorizadas para emitir opinión razonada sobre el tema de acuerdo con las leyes de la República”.
El ente institucional enfatiza, además, que los símbolos de una nación constituyen parte de la identidad que a su vez fortalecen la pertenencia porque han sido elaborados a lo largo de la historia “como resultado de un pasado compartido, por lo que no son creación circunstancial de una parcialidad política”.
Para la organización, con sede en Caracas, la comprensión “limitada y pobre” del acervo histórico es la que conduce a este tipo de modificaciones. Reza el comunicado que ese escudo de armas de la ciudad de Santiago de León de Caracas, tal como se conoce a la capital venezolana, fue concedido por el rey Felipe II en 1591 a solicitud del procurador general ante la Corte, Simón de Bolívar, ascendiente directo de Simón Bolívar, el Libertador.
Lo cierto es que Venezuela es un país con una fuerte herencia española evidenciada en el idioma, la religión, sus celebraciones, fenotipos y apellidos. De hecho, algunas de las principales ciudades conservan arquitectura colonial, como es el caso de Valencia, cuya bandera también fue modificada hace unos años. Y, en ese sentido, tratar de borrar de un tajo la Conquista y la colonización española, para los expertos, significaría un alto riesgo sobre la propia identidad nacional, en especial para las futuras generaciones.
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La historiadora y escritora Inés Quinero dialogó con este diario sobre qué implicaciones tiene este rediseño de los símbolos patrios en Venezuela.
¿Por qué empeñarse en borrar el elemento histórico español?
La historia puede ser utilizada como herramienta política. En toda Latinoamérica ha habido un debate con relación al periodo colonial. Y eso es un debate que tiene sentido que esté, lo que no podemos hacer es pretender borrar un determinado periodo de la historia porque lo que somos hace parte de un proceso, de la misma manera que no podemos olvidar las raíces indígenas. Sería igual de complejo borrar lo que significó el mestizaje. ¿Fue un periodo violento? Absolutamente, como todos los periodos de conquista. Lo importante es reconocernos y no pretender borrar por la vía de un recurso simbólico una franja del pasado.
¿Qué va a pasar con las futuras generaciones?
Es muy difícil resetearle la memoria absoluta a toda una sociedad. Puedes intentar, como de hecho se está tratando de hacer, crear nuevos referentes históricos. Pero el problema es que en la Historia, independientemente de la voluntad política de un gobierno, hay un tema que tiene que ver con la memoria de la sociedad, y dicha memoria tiene una manera de construirse, preservarse y protegerse.
¿Cuál es su reflexión?
La historia siempre es una fuente de pertenencia y debate. Es clave que los jóvenes tengan una capacidad crítica frente al contenido histórico que reciben. La historia debe ser discutida, y para eso lo que se debe hacer es afilar la capacidad crítica frente al pasado.
ANA RODRÍGUEZ BRAZÓN
CORRESPONSAL EL TIEMPO
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