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La criminalidad se le salió de las manos a la 'revolución bolivariana'

Venezuela es uno de los países más violentos del mundo por su tasa de homicidios.

Si una consigna se repite en Venezuela es que se ponga fin a la inseguridad ciudadana. La ola de criminalidad que ha arropado al país durante los últimos 14 años –coincidentes con el establecimiento de la “revolución bolivariana”– ha dejado un saldo que, según estimaciones no oficiales, supera con creces los 120.000 asesinados y la capacidad del gobierno venezolano de solucionar el problema. (Lea también: Venezuela: ¿por qué está en crisis la revolución?)
Estudios sobran. Los hay de todo tipo. El grupo consultor ODH publicó en el portal venezolano Prodavinci, en enero de este año, una breve comparación de las estadísticas del país con el saldo de asesinados en Irak, por ejemplo, o Siria, ambos bajo abiertas situaciones de conflicto armado. Incluso con países que han sufrido catástrofes naturales como Filipinas, luego del paso del tifón Haiyan. (El venezolano tiene más dinero, pero sigue igual de pobre)
Para no entrar en polémica, el estudio usa tanto la cifra oficial de que durante el 2013 hubo 11.761 asesinados (lo que representa una tasa de 39 por cada 100.000 habitantes), como la de la organización no gubernamental Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), cuyo informe del año pasado concluye que los asesinatos ascendieron a 24.763, una tasa de 79 por cada 100.000 habitantes. (PDVSA, un gigante del petróleo cada vez más débil que arrastra al país)
Usa ambas porque en cualquier caso la cifra supera los muertos por el tifón en Filipinas (8.868) o por el conflicto en Irak (10.000), quedando solo la guerra en Siria como la campeona de la violencia mundial, con un saldo de más de 73.000 muertos el año pasado. (La economía petrolera de Venezuela está en grandes apuro)
También porque la tasa de homicidios, tanto oficial como la expuesta por la OVV, supera los 10 asesinados por cada 100.000 habitantes, lo que oficialmente es considerado “epidemia de homicidios” por la Organización Mundial de la Salud. (San Cristóbal, una ciudad rebelde)
Afecta a todos los estratos
Endémica entonces, los estudios revelan que la criminalidad venezolana se cobra víctimas de todos los estratos sociales y edades, aunque los habitantes de los barrios más pobres suelen ser el grueso de las cifras.
El dolor que sienten los familiares que ven caer a un ser querido tampoco sabe de distinciones.
El arquitecto Jhon Alberto Machado, asesinado en un aparatoso operativo para rescatarlo de un secuestro, es uno de los miles de ejemplos, y uno de sus familiares –que prefiere conservar anónimo su nombre– solo atina a contarle a EL TIEMPO su sensación de impotencia: “Eso se vive con mucho dolor. Aunque en parte fue un ejemplo de que las autoridades están intentando combatir la inseguridad, ya que murió cuando la policía estaba tratando de actuar. Es muy difícil vivir así: que a donde vayas el venezolano te diga ‘cuídate’, que la gente no viaje por su país por miedo”.
Precisamente el miedo ha cambiado los patrones de conducta del venezolano, que hoy reduce al mínimo sus salidas nocturnas, blinda sus carros, cierra sus calles con vigilancia pagada y se ha convertido en un ciudadano totalmente dependiente del teléfono celular para ‘monitorear’ dónde están sus seres queridos.
Incluso, oficialmente algunos gobernadores, como el oficialista del estado Anzoátegui, Aristóbulo Istúriz, decretó en enero de este año una prohibición para que menores de edad estén fuera de sus casas sin sus representantes después de las 9 de la noche. Muchos lo criticaron por violentar el derecho al libre tránsito, consagrado en la Constitución, pero para otros el toque de queda ya existe como parte de la rutina.
Alejandro Pozo, vigilante de una escuela pública, lo resume claramente: “Vivo en un piso 16, en Catia (una zona residencial que se ha convertido en una de las más peligrosas de la capital), en un espacio todo enrejado; entonces, ¿cuál es mi libertad? ¿Solo en el piso donde vivo? El otro día, mi hijo tuvo fiebre en la noche, y ni mi esposa ni yo tuvimos el valor para comprarle una medicina; se la bajamos con remedios caseros”.
La inseguridad venezolana se alimenta de una paradoja ampliamente difundida por el Estado venezolano, que son las cifras oficiales de reducción de la pobreza. Casi como un mantra, la ‘revolución bolivariana’ asegura que desde 1999 (segundo semestre) ha reducido la pobreza de 42 por ciento a 21,2, la pobreza no extrema de 25,1 por ciento a 15,2 y la pobreza extrema de 16,9 por ciento a 6, según el Instituto Nacional de Estadística. Entonces, si hay menos necesidad apremiante, ¿qué dispara la violencia?
Armas por montón
Análisis de organizaciones no gubernamentales tan serias como Provea y el Foro Penal Venezolano apuntan a múltiples factores, entre estos la proliferación de armas sin permiso de porte legal –sobre las que se especula que circulan hasta 6 millones en el país– y la opacidad con la que el Gobierno maneja el tema, sin ofrecer cifras periódicas que permitan hacer diagnósticos exactos sobre el problema.
“Hablamos de un gobierno que prefiere no hablar de un tema solo para que no lo afecte políticamente, lo que impide saber a ciencia cierta las dimensiones de la criminalidad y, por ende, dificulta la posibilidad de formular políticas públicas correctas”, explica el abogado experto en criminalística y victimología Gonzalo Himiob. Entre tanto, y aunque opacado por las fuertes protestas ciudadanas, oficialmente el Gobierno mantiene en la calle su vigésimo plan de seguridad –llamado Patria Segura–, en el que efectivos militares se supone que colaboran en la lucha contra el delito, pero sobre este tampoco se publican resultados.
Para el presidente Nicolás Maduro es un tema de los gobiernos que precedieron el mandato de Hugo Chávez. “La matanza y la drogadicción se han generado hace más de 40 años gracias al capitalismo”, dijo en enero, obviando los 15 años de ‘revolución bolivariana’.
Pero sorprende sobre todo que las soluciones del Gobierno de Maduro busquen la respuesta en iniciativas como disminuir la transmisión de programas violentos y telenovelas. Maduro acusa a los contenidos de los programas de televisión y películas de fomentar la “cultura de la violencia” que estaría sembrando la muerte en las calles venezolanas, en especial las telenovelas, pues “transmiten antivalores de la muerte, culto a las drogas, a las armas, culto a la violencia. Incitan al odio en la sociedad y se lucran con el dolor ajeno”.
VALENTINA LARES MARTIZ
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
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