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Latinoamérica

Tragedia aérea en Los Andes: cuando comer amigos fue la única opción para vivir

Los diez jóvenes partieron a una expedición de 14 días y solo uno de ellos volvió.

Los diez jóvenes partieron a una expedición de 14 días y solo uno de ellos volvió.

Foto:iStock

Sólo 16 personas sobrevivieron después de que el avión se estrellara en la Cordillera de Los Andes.

En la tarde del 22 de diciembre de 1972, el mundo presenció un hecho histórico: 16 personas habían vencido a la muerte, en medio de la soledad y la nieve. Tras un accidente aéreo, una avalancha y más de setenta días sin comida o agua, la Fuerza Aérea Chilena rescató a los sobrevivientes del vuelo 571.
El viernes 13 de octubre de 1972, un vuelo de la Fuerza Aérea Uruguaya, partió hacia Santiago de Chile. El Fairchild Hiller 227D transportaba cinco tripulantes y 40 pasajeros, entre los cuales había un equipo de Rugby, sus familiares y amigos. Todo iba bien, los jóvenes de 20 años estaban emocionados por su encuentro, hasta que de repente una fuerte turbulencia azotó al avión.
El entonces piloto Julio César Ferradas activó la señal que indicaba que debían ponerse el cinturón de seguridad. Minutos después, eso ya no serviría para quienes iban en la cola.
Sobrevolaban las nevadas montañas de la Cordillera de Los Andes, cuando el ala derecha impacto sobre una de ellas. Por la trayectoria, esta chocó contra la cola y rompió el avión en dos.
La aeronave comenzó a descender hasta que tocó tierra y se deslizó 725 metros por la nieve, antes de detenerse. Una vez quieto, los sobrevivientes sólo podían escuchar como sus corazones retumbaban en sus oídos. 32 de los 45 pasajeros seguían aún con vida en lo que quedaba del avión.
Los días iban pasando y se las arreglaban para sobrevivir. Sin embargo las extremas condiciones climáticas, la falta de agua, comida y las heridas que algunas personas tenían, hicieron que poco a poco los sobrevivientes fueran descendiendo, hasta que finalmente sólo 16 pudieron ser rescatados.

Las noches decisivas

Durante la primera noche murieron cinco personas. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que debían movilizarse y empezar a luchar por su vida. Primero quitaron los asientos rotos, pusieron mantas a modo de cobijas y un tosco refugio. Los primeros en ser acomodados fueron quienes presentaban graves heridas o estaban en un estado cercano a la hipotermia.
Luego buscaron la comida. Contaban con ocho barras de chocolate, tres tarros pequeños de mermelada, una lata de almendras, unos dátiles, ciruelas y algunas botellas de vino. Lo cual no duró más de una semana.
En el 2017, el ahora médico Jorge Canessa, le dijo al periódico 'The Independent' que su objetivo era sobrevivir, pero les faltaba alimento. No tenían comida. Incluso uno de ellos, en el momento del rescate, pesaba 44 kilogramos menos que antes del accidente. Además, Canessa explicaba que sus cuerpos cada vez se sentían más débiles.
Para el día número 12, sólo quedaban 27 personas. No tenían energía, y a pesar de que muchos habían incluso intentado comer cuero y algodón para mantenerse, al final varios cayeron enfermos y fallecieron.
“Hacía tiempo que nos habíamos quedado sin las exiguas cosechas que habíamos encontrado en el avión y no había vegetación ni vida animal. Después de unos días, sentimos la sensación de que nuestros propios cuerpos se consumían solo para seguir vivos. En poco tiempo, nos volvimos demasiado débiles como para recuperarnos del hambre”, explicó en la entrevista.
Es por esto que debieron hacer lo que fuese necesario para seguir con vida.
Este suceso pasó a ser reconocido como ‘La Tragedia de Los Andes’ y en este 2022, se cumplen 50 años desde lo que algunos también llaman milagro. Hoy en día, el caso sigue siendo de gran importancia, no sólo por el sorprendente hecho de que pudiese sobrevivir en este tipo de circunstancias, sino porque para poder llegar a contar la historia hoy, debieron hacer hasta lo impensable: comerse la carne de sus amigos fallecidos.

Comer carne humana para sobrevivir

Suena impactante, pero al final fue un acto de supervivencia.
Muchos libros se han escrito sobre el accidente, así como se han hecho películas, documentales e incluso obras de teatro al respecto. Si bien es cierto que cuentan la tragedia, la mayoría también se centra en un debate interesante con respecto a la antropofagia.
En los primeros cubrimientos mediáticos, se había dicho que estas 16 personas habían asesinado a sus compañeros para poder comer. Esto generó mucho malestar no sólo en los familiares de las personas fallecidas, sino que también llegó a incomodar a varios de los sobrevivientes.
Tanto así que uno de ellos, Carlos Paez hizo unas declaraciones en 1978 en el periódico ‘The Washington Post’ que decían: “Esto nos molestó porque no era cierto, y levantó dudas en la mente de las familias de los chicos que murieron. Algunas revistas decían que éramos caníbales, y eso no es cierto porque significa matar a otra persona porque te gusta comer carne humana. No hicimos eso.”
Lo que realmente sucedió fue que, tuvieron que cortar la carne de sus compañeros congelados, con los vidrios rotos del parabrisas. Fue una decisión que tomaron en colectivo a pesar del miedo de muchos por cuestiones religiosas. La mayoría eran católicos, razón por la cual al ser rescatados, incluso se confesaron ante un padre, quien al final los absolvió por haberlo hecho por supervivencia.

Nadie tiene mayor amor que este: que ponga su vida por sus amigos

El hambre era extrema y según las memorias de Fernando Nando Parrado “Una y otra vez recorrimos el fuselaje en busca de migas y bocados (...). Una y otra vez, llegué a la misma conclusión: a menos que quisiéramos comernos la ropa que llevábamos puesta, aquí no había nada más que aluminio, plástico, hielo y roca”.
Al principio comían solamente pedazos de piel y músculo, muchas veces secados al sol para poder masticarlos mejor. Pero cuando esto se acabó, debieron consumir órganos como los pulmones o el corazón.

La avalancha que lo cambió todo

El sábado 29 de octubre una avalancha acabó con la vida de ocho personas. Esto hizo que muchos cuestionaran si debían o no quedarse en el campamento, aún esperando una ayuda que probablemente jamás llegaría. 54 días después, un 12 de diciembre, Parrado, Canessa y Antonio Vizintín partieron en busca de ayuda.
Durante ocho días caminaron por el frío, hasta que Vizintín decidió volver al refugio. Dos días después, Canessa y Parrado se encontraron con Sergio Catalán, un arriero que les brindó auxilio.
En una nota, Parrado escribió: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles”. El arriero le transmitió el mensaje al Ejército de Chile en San Fernando, que se comunicó con el Ejército en Santiago.
Tras esto, dos helicópteros lograron llegar al lugar del accidente, rescatando así a Pedro Algorta, Jorge Canessa, Alfredo Delgado, Daniel Fernández, Roberto François, Roy Alex Harley, José Inciarte, Álvaro Mangino, Javier Alfredo Methol Abal, Carlos Páez, Fernando Parrado, Ramón Barreiro, Adolfo Urioste, Eduardo Urioste, Antonio Vizintín y Gustavo Zerbino.

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