El aterrador olor a gas por las fugas que se produjeron tras las roturas de las tuberías no logró persuadir a los cientos de personas que con cuerdas, baldes, ropa y agua llegaban presurosas a los lugares de los edificios colapsados en Ciudad de México y en otras localidades para ofrecer su ayuda en una interminable cadena de solidaridad o para averiguar por la suerte de sus seres queridos atrapados.
No hacían mucho caso a los gritos de las autoridades, que mientras bloqueaban el acceso a las calles les pedían que se ubicaran en los parques alejados de cualquier construcción tambaleante, mientras avanzaban las operaciones de rescate. Todo lo contrario, ayudaban a sacar los trozos de concreto con sus manos y a evacuar el material con sus baldes mientras estallaban en júbilo cuando lograban sacar a una persona con vida.
Mientras, los helicópteros volaban a baja altura coordinando los trabajos de las autoridades federales, la armada y el ejército mexicano, que arribaron a los lugares de extrema destrucción. En la noche de este miércoles continuaban los equipos de rescate tratando de sacar a los ciudadanos apresados bajo los escombros. Mientras seguía el rescate, las autoridades aconsejaban a los ciudadanos alejarse del centro de las calles, donde se sentía más el olor a gas.
Muchas personas seguían acudiendo a las tiendas y restaurantes para pedir o comprar agua y vendajes, al igual que ropas. Surcaban las calles con los víveres como podían entre el caos de los vehículos que autogestionaron su circulación tras el apagón de los semáforos. Varios ciudadanos dirigían el tráfico en las principales intersecciones de la ciudad, mientras los conductores intentaban maniobrar entre el afán por conocer noticias de sus seres queridos y la angustia por los trancones.
Una decena de personas de los equipos de rescate trabajaban a buen ritmo en los escombros en el sector de La Condesa, picando los techos destruidos de los edificios, mientras expertos pedían silencio para escuchar si bajo las losas de concreto había alguna señal de vida.
Otras continuaban desoladas esperando a que se mencionara el nombre de uno de sus familiares, en una espera que debió parecerles interminable dada la lentitud natural en este tipo de actividades de rescate.
Comentar