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Latinoamérica

Chile y Perú: una gira del Papa opacada por la sombra pederasta

En Perú, el papa Francisco visitó la ciudad amazónica de Puerto Maldonado.

En Perú, el papa Francisco visitó la ciudad amazónica de Puerto Maldonado.

Foto:Vincenzo Pinto / AFP

Mientras los peruanos recibieron masivamente al pontífice, los chilenos mostraron su insatisfacción.

En sus casi cinco años de pontificado, Jorge Mario Bergoglio no ha realizado un viaje más difícil que el que concluyó el jueves en Chile.
En su momento histórico más bajo a raíz de los escándalos de abusos sexuales contra menores cometidos por eclesiásticos, la Iglesia de ese país era la más necesitada de América Latina en recibir al obispo de Roma. Pese a ello, parece difícil que la estancia del pontífice en Santiago, Temuco e Iquique vaya a acabar con su crisis.
Solo había que ver el ambiente: escaso fervor en las calles, poca gente en los actos públicos del Papa y continuas protestas, tanto de los pequeños grupos antieclesiales como de fieles molestos ante la reacción de la jerarquía eclesiástica por los sacerdotes pederastas.
Nada que ver con el fervor eclesial y la ‘papolatría’ desatada en la anterior visita de Bergoglio a América Latina, la realizada a Colombia el pasado septiembre.
Para los chilenos no fue suficiente que Bergoglio se reuniera con víctimas de abusos sexuales cometidos por presbíteros ni que dijera sentir “dolor y vergüenza” ante el daño “irreparable” causado a los niños por los ministros de la Iglesia.
Tampoco, que pidiera “perdón” por lo sucedido. Ha pesado más que siguiera apoyando a Juan Barros, obispo de Osorno y supuesto encubridor del sacerdote condenado por pederastia Fernando Karadima.
“No hay una sola prueba en contra. Todo es calumnia, ¿está claro?”, comentó el Papa sobre Barros, al que ya había defendido en Roma.
Pese a las voces dentro de la Iglesia que pidieron que renunciara o que, al menos, no participara en las ceremonias públicas presididas por el sumo pontífice, el polémico obispo no se perdió una. Su presencia eclipsó en buena parte la visita papal y contribuyó a distanciar aún más a la población católica.
Solo los feligreses más convencidos parecían encantados con la presencia en su tierra de Bergoglio, que dejó otros dos mensajes importantes a los chilenos: les pidió que sean “hospitalarios” con los inmigrantes y que respeten los derechos de los mapuches.
Refiriéndose al histórico conflicto entre el Estado y los indígenas, instó a estos últimos a abandonar la violencia como herramienta para plantear sus reivindicaciones.
El ambiente en Perú, la segunda etapa de esta sexta gira papal por América Latina, fue muy diferente.
El viernes, en Puerto Maldonado, el Papa recibió mucho afecto de la población, en particular de los pueblos amazónicos. Fue significativo que el pontífice comenzara su visita al país andino viéndose con los pueblos originarios y no con el habitual encuentro con las autoridades políticas.
“Quise empezar por aquí”, reconoció el líder católico, que denunció que “nunca” los pueblos amazónicos han estado “tan amenazados en sus territorios” como ocurre ahora.
Fue vibrante la reunión de Bergoglio con unos 4.000 indígenas. El papa Francisco se los metió en el bolsillo desde el principio, llamando por su nombre a más de 20 tribus, cuyos miembros le respondieron con música, bailes y sonrisas por doquier.
Aprovecharon además que tenían delante a una figura mundial de la talla del obispo de Roma y la presencia de cientos de periodistas para denunciar la situación que vive su tierra.
“En la actualidad muchos foráneos invaden nuestros territorios: los cortadores de árboles, los buscadores de oro, las compañías petroleras, los que abren trochas para abrir caminos de cemento”, lamentaron Héctor Sueyo y Yessica Patiachi, de la tribu harakbut.
Dichas actividades, en muchas ocasiones ilegales, se llevan a cabo sin consultar a estos pueblos originarios, que “sufren mucho y mueren” cuando sus ríos quedan convertidos en “aguas negras de la muerte” por la actividad minera.
Bergoglio, que almorzó en Puerto Maldonado con 11 indígenas, alertó sobre los graves efectos sociales provocados por la destrucción ambiental. Citó en particular la explotación y violencia sexual femenina, fruto de “una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades”.
Aparte de la cuestión medioambiental, el papa Francisco tocó el otro gran problema que sufre Perú: la corrupción.
Lo hizo ante quien más necesitado estaba de escuchar sus palabras: el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, implicado en la trama de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht.
“Cuánto mal les hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese ‘virus’ social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados”, dijo el papa en el Palacio de Gobierno de Lima.
DARÍO MENOR TORRES
Para EL TIEMPO
Santiago y Lima
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