Los primeros días del nuevo año han sido de tanta incertidumbre y caos para los mexicanos que muchos ya quisieran que se quedara atrás. En estas dos primeras semanas, el país ha vivido no solo violentas jornadas de protestas a consecuencia de un inesperado aumento del precio de la gasolina, sino que ha recibido de frente, y por Twitter, duros golpes de naturaleza proteccionista por parte del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, que han logrado devaluar el peso mexicano a niveles históricos a medida que se aproxima el día de su posesión: el próximo viernes 20.
La celebración de Año Nuevo de los mexicanos quedó aguada con el anuncio del gobierno de Enrique Peña Nieto de aumentar entre un 14 y 20 por ciento los precios de la gasolina (‘gasolinazo’), subsidiados por décadas, como consecuencia de los descensos en los precios internacionales del petróleo. Una medida que desató disturbios y saqueos –alentados a través de redes sociales– y que han dejado hasta el momento seis personas muertas y más de 1.500 detenidos.
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Durante las dos semanas de estallidos, con más de 250 tiendas departamentales y 800 locales saqueados, el presidente Peña Nieto reconoció que el fin del subsidio al precio de la gasolina era un cambio difícil, pero lo justificó como necesario para mantener la estabilidad económica y financiar programas sociales. Pero parte del descontento social radica en que ese “sacrificio debe salir del bolsillo de los asalariados, no de los de la clase alta”, como reclamaba uno de los manifestantes. A lo que se suma la consecuente escalada alcista y el esperado aumento de la inflación.
La reciente reducción del 10 por ciento de los salarios a los funcionarios no fue suficiente para calmar los ánimos.
Mientras las calles hervían de indignación, muestra del profundo enojo que se exacerba entre el grueso de la población respecto a sus gobiernos y la clase dirigente, el electo Trump –tras año y medio de campaña y constantes embates y agresiones verbales contra México y los mexicanos– realizó su primera conferencia de prensa, en la cual confirmó la construcción de un muro en la frontera entre estos dos países, que hará pagar a México, y amenazó con nuevos aranceles a todas las grandes empresas y multinacionales que fabrican sus productos en suelo mexicano pero buscan su comercialización en el mercado de EE. UU.
Tal anuncio generó de inmediato una devaluación histórica del peso mexicano (con una volatilidad que alcanzó los 22,20 pesos por dólar al mediodía, pero luego cerró con un 21,86), y aumentó la incertidumbre en la molesta población, que desde ya vislumbra un 2017 con un panorama económico, tal vez, más complicado que lo vivido años atrás y con la canasta familiar por las nubes. La moneda ya se había depreciado 16,12 por ciento el año pasado, golpeada, sobre todo, por el triunfo del magnate.
Analistas económicos y políticos consultados por este medio mostraron posiciones, unas menos alentadoras que otras, respecto al panorama económico de México en el corto y mediano plazo. Todos hablan de un escenario base en el que se llegará a una renegociación del tratado de libre comercio que tienen con Estados Unidos y Canadá (Nafta), y, dependiendo de la ruta, las consecuencias podrían dirigirse a cualquier dirección. Mucho más cuando se avecinan unas elecciones presidenciales, en las que el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) se juega la vida, y el índice de aprobación del presidente Peña Nieto está en sus niveles históricos más bajos: 23 por ciento. En 2013 su aprobación era del 50.
“Se han detenido algunas inversiones en el sector manufacturero por las amenazas de Trump de poner impuestos a quienes fabriquen en otros países. Yo creo que eso va a durar unos días o semanas más, pero al final del camino, cuando se conozca la posición definitiva de Washington y de Trump con relación al Nafta, se van a tranquilizar los mercados y toda esta incertidumbre que ha dañado las variables financieras se va a reducir, porque Nafta va a seguir existiendo y la retórica de Trump respecto a poner aranceles muy altos no va a ocurrir”, explicó a EL TIEMPO Luis Carlos Ugalde, director de Integralia Consultores, una firma de análisis de riesgo político en México.
Lo mismo opinó Luis Robles, presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), que pone en duda que las amenazas del magnate desestabilicen la economía. Además, está convencido de que “las instituciones han sabido actuar con madurez, responsabilidad y seriedad, además de que el presupuesto y las finanzas públicas prevén un superávit positivo, y eso se va a conseguir sí o sí”, afirmó.
Estos analistas se ven optimistas porque aunque reconocen que México es dependiente del mercado vecino, también saben que Estados Unidos necesita mucho de ellos. En el sector energético, por ejemplo, muy importante para el nuevo gobierno de Trump, México es un gran aliado como productor de petróleo y como comprador de gas natural y gasolina.
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Según Ugalde, aunque una devaluación no es vista de buena manera por ninguna economía, en este caso puntual podría tener varios aspectos positivos.
“Al devaluarse el peso, las exportaciones mexicanas se hacen más baratas en el exterior y por lo tanto uno espera que aumenten. Además, las ganancias de las remesas de los mexicanos que trabajan en EE. UU. valen más al enviarlas a sus familiares al otro lado de la frontera. De ahí que se podrían registrar aumentos de ingresos en las zonas pobres del país del tequila. El sector del turismo para alguien que viene de EE. UU. a México es mucho más económico”, puntualizó.
De hecho, en declaraciones a la prensa hace unos días, Peña Nieto afirmó que una de las condiciones que pondría en una posible negociación con el gobierno de Trump es que se mantenga el libre flujo de remesas entre ambos países. Cronológicamente, los flujos de capitales de inversionistas extranjeros siguen creciendo en México, porque la tasa es atractiva y el riesgo, bajo.
En sentido inverso, Carlos Heredia Zubieta, profesor asociado en la división de estudios internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (Cide), con sede en Ciudad de México, ve un panorama oscuro y complejo para el Gobierno. “El panorama económico es de pronóstico reservado porque todavía no conocemos las medidas específicas que tomará Trump luego de que asuma. Pero si nos llevamos por lo que ha anunciado y por el registro que hay de que sí va a hacer lo que dijo en campaña y no va a moderar sus medidas, sino que va a cumplir sus promesas, el panorama es más que preocupante”, afirmó.
Zubieta explica con inquietud que, por años, México le apostó a ser competitivo en el ámbito del comercio internacional con salarios muchos más bajos que los de Estados Unidos. Entonces ha habido, según él, una política de contención salarial que se extiende al ámbito manufacturero, que, paradójicamente, hoy se convierte en un factor adverso a México. Un obrero calificado mexicano gana un 20 por ciento menos respecto al obrero calificado estadounidense.
“En vez de plantear un escenario donde México le apuesta a su propia gente, al capital humano, los gobiernos no han querido ir más allá de apostarles a bajos salarios para atraer mayor inversión extranjera, logrando una falsa competitividad por la vía de castigar los salarios de sus propios trabajadores”, concluyó Zubieta.
Para Jordi Bacaria, catedrático y actual director del Barcelona Center for International Affairs (Cidob), un ‘think thank’ dedicado a la investigación en diferentes áreas de las relaciones internacionales, “las exportaciones de México a EE. UU. son casi del 80 por ciento (del total), pero también hay que tener en cuenta que gran de parte de estas ventas al exterior son insumos que recibe EE. UU., y que luego reexporta. Por lo tanto, son cadenas de valor que hacen que esto tenga un impacto en EE. UU. ¿Podrá el gobierno de Trump hacer lo que dice?; ¿podrán las empresas soportar ese tipo de corte en sus cadenas de valor de manera que pierdan? Esos son los interrogantes”, reveló Bacaria.
Lo más preocupante es que el próximo tres de febrero será la siguiente revisión en la que el gobierno establecerá un nuevo tope de precios de la gasolina, y puede ocurrir que este decida una nueva alza. Un tema de mercado y del aumento de los precios internacionales del petróleo que sin duda alguna será rechazado con una nueva ola de protestas acompañada con hechos de violencia, como ya ha ocurrido.
También habrá que esperar hasta el próximo viernes para corroborar si el presidente de la primera potencia del mundo pondrá a funcionar su poderosa maquinaria y echará a andar sus polémicas promesas de campaña, en las que los mexicanos hasta ahora han llevado la peor parte.
ANDRÉS RUIZ
Redacción Internacional
En Twitter: @ruizandress