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‘No perdemos la esperanza, pero el tiempo se agota’: médico en México
Harold Trujillo, médico colombiano

Harold Trujillo, médico colombiano.

Foto:

Cortesía Samuel Lancheros-UNGR

‘No perdemos la esperanza, pero el tiempo se agota’: médico en México

El relato de un médico colombiano que estuvo en los desastres mexicanos de 1985 y el actual.

Su trabajo consiste en estar dispuesto. No importa la hora. No importan las condiciones. Recibe el llamado y sale a apoyar emergencias. Ser socorrista ha estado en sus planes desde que tiene 10 años. Hoy, a sus 51, es un profesional que inspira admiración por su amplia trayectoria en la atención de desastres.

El médico colombiano de la Cruz Roja Harold Trujillo fue una de las 31 personas designadas para integrar el equipo colombiano que apoya las labores de búsqueda y rescate de víctimas del terremoto que golpeó a México. Por su memoria pasan recuerdos de tragedias como Armero y ahora, inevitablemente, recuerda los difíciles días de la Ciudad de México tras el terremoto de 1985, que dejó más de diez mil muertos.

¿Cómo es volver a otro rescate en Ciudad de México 32 años después?

Es muy difícil, muy duro, porque es recordar parte de la historia y, personalmente, en condiciones muy diferentes, de pronto con mayor madurez, con mayor experiencia y con un grupo humano de búsqueda y rescate que tiene todo el profesionalismo. No deja de sentirse el dolor del sufrimiento de las personas en México, de las víctimas y los heridos que han quedado atrapados y de los que no han podido ser rescatados aún. Pero esas ganas de ayudar es lo que tenemos en las venas, es la sangre que llevamos.

¿Cómo fue en 1985?

Ya habíamos estado en el terremoto de Popayán (ocurrido en 1983) previamente y eso nos dio capacidad para responder a lo que veníamos a México. Sin embargo ahora son muchos años después y las técnicas, la tecnología han cambiado y la experiencia nos ayuda a atender los rescates de mejor manera.

Cuando vine a México, esta fue una de las experiencias que nos ayudó mucho para poner en práctica los conocimientos que teníamos. Todos los rescates son muy diferentes, independientemente de que el escenario sea el mismo o no, y eso cada vez hace que uno vaya madurando mucho más en la vida.

También hay experiencias de 11 días de espera donde después se ha logrado rescatar a alguien con vida

¿Qué diferencias siente?

En aquel entonces había muchos edificios colapsados, colapsos estructurales, y las víctimas que rescatábamos salían con múltiples lesiones. Para los primeros auxilios teníamos pocas herramientas, no teníamos la tecnología que tenemos ahora, y las técnicas de búsqueda son un poco diferentes; poco a poco se han ido sofisticando. Eso es parte del desarrollo. No teníamos celulares, solo los famosos ‘walkie talkies’. Ahorita ha sido muy diferente.

Después de aquella experiencia he venido muchas veces a Ciudad de México como turista y como profesional y ha cambiado mucho.

¿Cuál es el recuerdo del 85 que tiene más presente ahora que está aquí de nuevo?

El de dos menores que intentamos sacar. Uno salió con vida y otro falleció. No conseguimos sacarlo. Eso fue muy duro y muy complejo para nosotros, también para las Fuerzas Militares de la época, porque habíamos hecho un gran esfuerzo por rescatarlo. Estábamos cerca de la Basílica de Guadalupe, muy cerca.

¿Cómo se vive el paso de las horas, cuando se agotan las posibilidades de encontrar gente con vida? ¿Es una presión añadida?

Nunca perdemos la esperanza pero, lógicamente, a medida que pasan las horas, las posibilidades se agotan. Seguimos trabajando con el equipo, con el olfato, con los perros, con la experiencia. Las primeras 72 horas es donde mayor probabilidad se tiene y después la curva va descendiendo muy rápido, dependiendo de las situaciones. Aunque también hay experiencias de 11 días de espera donde después se ha logrado rescatar a alguien con vida. Como el caso de los neonatos que se encontraron en México en el 85, fue una bendición. En esas estamos ahora. Lo que pasa es que las construcciones han cambiado, los materiales también, ahora las estructuras pesan más y la situación es muy distinta.

¿Cuál fue la experiencia que más lo marcó?

Armero. Fue una situación muy compleja hace 37 años, y eso marcó nuestra vida, marcó la historia del sistema de gestión de riesgo en Colombia. Nos colocó en una situación en la que tuvimos que cambiar los sistemas de búsqueda y rescate, comenzar a trabajar en equipo, y eso es lógicamente lo que cambió a empujarnos a estar más integrados y coordinados para los rescates. Todos los rescates son especiales, no hay ninguno que tenga más peso que otro, siempre es una vida que se salva, una vida a la que se le da una nueva oportunidad de existir y tal vez de lograr sus sueños.

Pese a todo el dolor, siempre tienen energías para seguir trabajando...

Lloramos, lloramos, lloramos. Somos humanos, tenemos apoyos de la gente y en los ratos de descanso nos desconectamos un poquito; tomamos energías para seguir trabajando. Eso hace parte de ir madurando las cosas, de continuar. Lo importante es que no pierdas la sensibilidad de ver el sufrimiento humano y querer hacer algo. Esa energía de poder ver al otro es la que hace que sigamos trabajando con el objetivo de salvar vidas.

IRENE LARRAZ Y JULIÁN ESPINOSA
EL TIEMPO
Ciudad de México

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