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Latinoamérica

‘La vida en Cuba está en un punto crítico’: Padura

Su charla en el Hay será el 29 de enero, en el Centro de Convenciones., a las /:30 p.m.

Su charla en el Hay será el 29 de enero, en el Centro de Convenciones., a las /:30 p.m.

Foto:Getty Images

El premiado novelista sostiene que las protestas del año pasado fueron un grito de desesperación.

Astrid Pikielny - PARA LA NACIÓN (ARGENTINA) - gda
La voz de Leonardo Padura se escucha, diáfana, al otro lado de la línea. Esta llamada telefónica lo encuentra en Cerdeña, en donde participó del festival literario Dall’ altra parte del mare, junto a Arturo Pérez Reverte, Javier Cercas, Rosa Montero y escritores de Italia y de Venezuela.
Después de la cuarentena que selló fronteras, el escritor cubano, que vive en Cuba y escribe sobre Cuba, ha retomado el encuentro con los lectores en distintas partes del mundo. “El país del mundo de lengua española en donde es más difícil conseguir mis libros es precisamente en Cuba. Las ediciones son casi, diría, aleatorias y de muy pocos ejemplares, por eso lo único que me duele un poco es que mis contemporáneos, mis compatriotas difícilmente tengan acceso normal a mis libros”, dice Padura, el escritor cubano más importante de estos tiempos, ganador de múltiples reconocimientos, como el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
“Yo incluso he ganado muchas veces el premio de la crítica en Cuba sin que esos libros hayan tenido una sola crítica publicada en la isla”, dice Padura entre risas y advierte “lo absurdo que pueda sonar esta situación”.
Mientras se prepara para lanzar su próxima novela, Personas decentes, en la que volverá a aparecer el detective Mario Conde, protagonista desencantado de tantas obras suyas y un álter ego del escritor, Padura volvió al ruedo al prologar Fuga de Siberia en un trineo de renos (Siglo XXI), el diario personal de León Trotsky en el que el revolucionario ruso relata, en tono íntimo, las peripecias y las vivencias de su deportación y su fuga de la estepa siberiana.
A Padura, desde ya, esa figura no le resulta nada extraña: en El hombre que amaba a los perros, una de sus novelas más aclamadas y exitosas, el escritor revisita desde la ficción los últimos años de Trotsky en su destierro mexicano y su asesinato, a manos del sicario de Stalin Ramón Mercader.
En pocos días Padura volverá a Cuba, su territorio físico y literario, el país que arrastra una crisis de décadas, agravada, dice el escritor, por la pandemia que paralizó el turismo, el embargo estadounidense que afecta la vida cotidiana de los cubanos y la propia ineficiencia interna del Gobierno.
Después de las protestas multitudinarias del 11 de julio de 2021, la represión y las detenciones masivas, Padura escribió un texto que se llamó ‘Un alarido’. “Lo que se escuchó ese día fue un grito de desesperación”, dice y explica que ahora mismo hay una crisis migratoria protagonizada por jóvenes, un grave problema de desabastecimiento, de generación eléctrica y enormes dificultades para conseguir medicamentos.
“Decidí desde muy temprano que yo quería escribir sobre Cuba y escribir en Cuba, pasando las dificultades que pasara y recibiendo a veces las reprimendas que he recibido, pero he decidido que ese es mi territorio, que ese es mi lugar”, dice sobre su decisión de no emigrar.

Cuando se cumplió el 80.° aniversario del asesinato de Trotsky lo llamaron recurrentemente para evocar su figura. ¿Por qué cree que, tantos años después y a la luz del fracaso soviético, despierta tanto interés?

Yo creo que ahí se unen varios elementos. Por una parte, hay una lógica muy frecuente de solidaridad con el perdedor. En el territorio político, él fue el perdedor en su enfrentamiento con Stalin, tanto que fue asesinado por orden de Stalin lejos del poder en un pueblo entonces perdido de México que se llama Coyoacán, que hoy forma parte de los circuitos turísticos de ese país.
Eso despierta cierta simpatía por el personaje. Ante esa práctica dominante –porque no puedo llamarlo filosofía– de lo que fue el estalinismo, Trotsky significaba una alternativa diferente y menos cruenta que la que representó Stalin.
Ahora mismo estoy leyendo un libro que se llama La vida cotidiana durante el estalinismo y la imagen que uno saca de esas lecturas y de la apertura de los archivos de Moscú demuestran lo terrible que fue el estalinismo para la Unión Soviética y de qué manera decidió los rumbos de esa utopía humana de crear una sociedad igualitaria que Stalin destruyó prácticamente desde los primeros años de su ascenso al poder. Y todo eso, creo, ha sido ganancia para la imagen de Trotsky como pensador revolucionario diferente o alternativo.

Trotsky es un hombre que atraviesa varios destierros. Usted mismo ha abordado el tema del exilio en varios libros. ¿Ve puntos en común en cualquiera que encara un destierro o que se ve obligado al exilio?

Cualquier exilio no escogido voluntaria y normalmente tiene cierto nivel de dramatismo. No es lo mismo el cubano que se decide a salir de Cuba y pierde toda relación ciudadana con el país que un argentino que dice “yo quiero irme a vivir a París” y cuando se aburrió de París regresó a Buenos Aires.
Escribí una novela que se llama La novela de mi vida hablando del exilio de José María Heredia, el primer exiliado cubano, el primer revolucionario cubano, el primer gran poeta cubano. Y ahora escribí Como polvo en el viento y hablo de este drama del exilio para una generación.
Los cubanos salen de Cuba por distintos motivos. En Como polvo en el viento evité que hubiera desacuerdos políticos fundamentales para la salida de esos personajes de Cuba porque las cosas políticas ponen las situaciones en blanco y negro: “Me voy porque estoy en contra” o “me quedo porque estoy a favor”.
Por supuesto que incide la política, pero son decisiones de carácter más complicado, de carácter humano, laboral, personal, amoroso, de todo tipo.

Usted no se exilió. ¿Le piden explicaciones por eso?

A veces me piden explicaciones y yo creo que debería ser al revés. A quien hay que pedirle explicaciones es al que se exilió, no al que se quedó. Lo normal es que uno se quede en el contexto en que vive, más siendo un escritor.
Podría ser normal para un escritor irse un tiempo a conocer otra realidad y también es normal que el escritor se quede viviendo en su contacto cultural porque, en definitiva, pertenece a una cultura y está ligado a un territorio cultural, psicológico y humano muy específico que es su nación.
En el caso de los novelistas es una relación que a veces es mucho más intensa con la ciudad a la que pertenecen. Yo soy un escritor totalmente habanero, radicalmente habanero. La Habana es mi territorio y en mis libros siempre que hay algún movimiento en el argumento que me saca fuera de Cuba, siempre hay un regreso a Cuba.
Y decidí desde muy temprano que quería escribir sobre Cuba y escribir en Cuba, pasando las dificultades que pasara y recibiendo a veces las reprimendas que he recibido y porque además recuerda esa frase que he citado ahora últimamente bastante de Dulce María Loynaz, cuando le preguntaron: “Dulce, ¿Por qué usted no se fue de Cuba?”. Y dio una respuesta que yo me he apropiado de ella porque me parece genial. Dijo: “Porque yo llegué primero”.

Uno de sus personajes dice: ‘Todas las razones para salir de Cuba son válidas y todas las razones para quedarse también lo son’.

Y se completa con lo que dice Clara, uno de los personajes: “Lo importante es respetar unas y otras”. Y creo en el principio del respeto, respetar la decisión de las personas de quedarse o de irse, de reinventar su vida o adaptarse a una determinada circunstancia.

¿Cómo convive usted con el fracaso de la utopía socialista?

Lo vas a poder leer muy bien en el mes de agosto cuando Tusquets ponga en circulación mi nueva novela con el personaje de Mario Conde. Se llama Personas decentes. Verás ahí un libro donde hay un enorme desencanto.

O sea que Mario Conde sigue teniendo cosas para decir.

Sí. Y cada vez su mirada al mundo es más desencantada. La realidad cubana lo ha llevado a potenciar ese desencanto y en la medida en que envejece y sabe que su tiempo vital se va reduciendo, como se va reduciendo el mío.
Yo este año cumplo 67 años, ya no soy aquel muchacho de 30 y tantos que fue por primera vez a una Feria del Libro de Buenos Aires en 1992 o 1993. Ha pasado mucho tiempo. Como habrás visto en Como polvo en el viento, no solo hablo del exilio de mi generación sino también del exilio de los hijos de mi generación.
Si mi generación todavía tenía una relación un poco romántica con esta idea de la lejanía, para la generación siguiente era una cuestión de una simple decisión: “Me voy porque me voy”.
Y ahora mismo hay una crisis migratoria en Cuba. La mayoría de los cubanos está saliendo a través de Nicaragua, lo cual significa hacer el viaje desde Centroamérica hasta la frontera norteamericana. En esas caravanas hay muchísimos cubanos y la mayoría, jóvenes.

Cuba arrastra problemas de escasez y desabastecimiento desde hace décadas. ¿Cómo es la vida hoy?

La vida en Cuba está en un punto crítico. Y puedo reafirmar la palabra. Hay un problema grave de desabastecimiento y de generación eléctrica. Incluso hay muchas dificultades para conseguir medicamentos para las enfermedades crónicas como la hipertensión y el hipotiroidismo.
El hecho de que la pandemia prácticamente paralizó el turismo fue algo que afectó económicamente mucho a Cuba, que ya venía bajo la presión de medidas que reforzaban el embargo económico y financiero.
A veces puede parecer que es una justificación, pero es real y afecta globalmente muchísimo a la economía cubana y particularmente a la vida cotidiana de los cubanos.
Y el último punto de los más notables fue ese proceso de ordenamiento monetario que venía a eliminar una doble moneda que existía en el país y que lo que ha hecho fue potenciar la existencia de cuatro monedas: el peso cubano, el dólar norteamericano, el euro y una moneda que solo sirve para comprar en determinadas tiendas que se ha denominado MLC (Moneda Libremente Convertible), tiendas que no están mucho mejor abastecidas que las tiendas normales.
Es una situación realmente muy complicada la que tenemos en Cuba.

Usted no es neutral y critica públicamente al régimen cubano. ¿Qué tiene para decir de las protestas de julio del año pasado, las detenciones y el encarcelamiento de varios de sus compatriotas?

A raíz de esos acontecimientos escribí un artículo que se llama ‘Un alarido’, que no quise publicar en ningún medio internacional y busqué un medio cubano alternativo que se llama La Joven Cuba, un sitio en internet.
Lo que se escuchó ese 11 de julio, cuando la gente salió a la calle, es un grito de desesperación. Y ahí digo que eso que ocurrió no se iba a resolver con una represión, no se iba a resolver con medidas punitivas y la realidad lo ha demostrado.

¿Qué quiere decir?

Que se impone encontrar soluciones, incluso me atrevería a decir la palabra, soluciones más revolucionarias con respecto a la situación económica y social cubana, no simplemente cambiar un ministro o cambiarle el nombre a una moneda y, al final, crear más problemas de los que había con la moneda anterior.
Se necesita cierto nivel de riesgo, de valentía y de decisión y empezar por un territorio económico que está afectado por las limitaciones del embargo norteamericano, pero que también está muy afectado por la ineficiencia interna.
Hace unos días leí en un medio oficial cubano que la producción azucarera cubana de este año es la más baja en los últimos cien años. Es decir que cuando más falta hacía producir azúcar es cuando menos azúcar se ha producido y eso tiene mucho que ver con un sistema económico: su eficiencia económica no funciona. Habría que empezar por darle a la gente lo que se merece y lo que necesita porque tantos años viviendo en crisis provocan un enorme agotamiento.
Empezamos en crisis en 1990 y aunque ha habido momentos en que parece que vamos a sacar la cabeza del agua, después viene otra ola y nos vuelve a tapar la cabeza. Ahora mismo estamos con pocas posibilidades de sacar la nariz en medio de esta crisis.
ASTRID PIKIELNY
PARA LA NACIÓN (ARGENTINA) - GDA

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