José Miguel Vivanco lleva la defensa de los derechos humanos en sus venas. Abogado de profesión, trabajó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA poco antes de fundar el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil, por su sigla en inglés). Pero fue en 1994, cuando este chileno fue nombrado para liderar la dirección para las Américas de la ONG Human Rights Watch (HRW). Desde entonces, Vivanco se dedicó a recorrer la región y a estudiarla a fondo para alertar sobre las latentes violaciones sobre los derechos humanos que aquejan a la región.
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Decidido a iniciar una nueva etapa, en febrero de este año comunicó su decisión de dejar la institución, reconociendo que lo hacía en “un momento muy difícil para los derechos humanos, probablemente el peor de los últimos 30 años”.
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Justamente, esta semana se conoció que la representante a la Cámara por Bogotá del partido Alianza Verde, Juanita Goebertus, será su reemplazo. Vivanco habló con EL TIEMPO sobre los desafíos y perspectivas que le esperan a la colombiana de cara a su nuevo cargo.
Creo que es una magnífica selección. A mí me tocó conocer a Juanita fundamentalmente durante el proceso de paz con las Farc. Sin perjuicio de tener muchas veces posiciones opuestas, lo cierto es que estamos hablando de alguien que cuenta con una mente jurídica brillante y que tiene unas capacidades creativas e intelectuales muy sólidas.
Ella tiene toda una carrera en el ámbito, no solo de paz, sino también de derechos humanos. Creo HRW sale favorecida con un nombramiento de alguien que ha demostrado un liderazgo muy claro y nítido por las causas de las libertades públicas y de los derechos fundamentales.
Yo he seguido de lejos el proceso porque ya no hago parte de HRW, pero creo que el hecho de que HRW haya optado por elegir a alguien que actualmente se desempeña como congresista, pero que se identifica con las causas propias de la democracia, es un acierto. Ahora, yo no le tengo alergia a los políticos ni a la política, y cuando hablo de la política me refiero a la gran discusión pública.
A mí lo que me parece fundamental es que una vez que uno asume responsabilidades en el ámbito de los derechos humanos, ese trabajo debe ser fundamentalmente desideologizado porque no puede haber doble racero en función de las simpatías o antipatías que alguien pueda tener en materias ideológicas. Todos debemos ser medidos con la misma vara. Eso no es fácil hacerlo, pero creo que Juanita ha mostrado un récord legislativo que hace pensar que eso no será una dificultad.
Yo creo que lo fundamental en esta tarea es actuar con ecuanimidad y objetividad. Valorar cuando un Gobierno, por fuerte que sea la crítica o la distancia con esas autoridades, hace algo bueno y darles el crédito, teniendo el valor para reconocerlo públicamente.
Al mismo tiempo, por supuesto, hacer las críticas con fundamento contando con evidencias, pues sin hechos que sean demostrables no se puede hacer un trabajo en derechos humanos; el resto son consignas, eslóganes que pueden ser muy valiosos, pero para poder avanzar en la causa de derechos humanos tienes que tener documentados los hechos y tienes que, al mismo tiempo, poder hacer propuestas que sean realistas, que no sean utópicas, que se puedan implementar en el corto plazo y darles seguimiento porque muchas veces los gobiernos admiten alguna responsabilidad, asumen compromisos, y luego hay que verificar si esos compromisos se cumplen o no de buena fe.

José Miguel Vivanco.
Juan José Horta. EFE
Creo que el principal reto y, quizás la lección que saqué de los últimos 30 años y que hay que tener muy presente en el análisis, es que nadie está vacunado frente al populismo, ni siquiera las democracias más consolidadas del mundo.
Estoy pensando en EE. UU. Y cuando digo que nadie está vacunado me refiero a los riesgos que estamos enfrentando respecto a los valores democráticos, esto parece impensable luego de haber vivido experiencias tan duras especialmente en América latina con dictaduras militares, donde la región en su totalidad logró revalorar el sistema democrático de gobierno.
Pero cuando tú encuentras, por ejemplo, un gobernante como (Jair) Bolsonaro en Brasil, que ya está advirtiendo que si él no gana las elecciones de octubre de este año es porque le hicieron fraude y que en ese caso no va a reconocer su derrota y que los militares no se van a quedar pasivos, poniendo en duda además el sistema electoral electrónico brasileño, que tiene un desempeño absolutamente impecable.
O donde también tienes a un líder como Andrés Manuel López Obrador, que tiene un estilo increíblemente parecido al de Bolsonaro, pero que pertenece a un extremo ideológico exactamente opuesto. Es un tipo de izquierda, pero autoritario, que también está empecinado en poco a poco ir desmantelando el sistema de pesos y contrapesos democrático; eso creo que te muestra los enormes riesgos que estamos enfrentando y el hecho de que no hay que dar por sentados los principios democráticos y cuyos valores los creíamos permanentes. Ahora, lamentablemente están en riesgo en toda la región, y yo diría que en gran parte del mundo.
Lamentablemente la situación en Cuba no ha cambiado en lo fundamental en los últimos 30 o 40 años. Mientras estuvo a cargo del país Raúl Castro se produjeron avances, no en las reglas del juego, pero sí en las prácticas, especialmente me refiero a las detenciones arbitrarias, a la represión y a la apertura de la isla.
La única gran diferencia que hasta en cierto punto ayuda, son las redes sociales. Si tú miras la situación en 1994, cuando yo fui recorrí todo el país y fue un recorrido muy triste porque conocí Cuba visitando las prisiones y reuniéndome con presos políticos, y luego negociando su libertad con el propio Fidel Castro.
En esa época no había internet ni celulares... Creo que la enorme diferencia que tenemos hoy es que las redes sociales permiten visibilizar la situación en Cuba, algo que era muy ajeno al resto del mundo en otras décadas. Por supuesto que las redes son un arma de doble filo porque también sirven para desinformar.
Voy a dar una opinión que puede ser un poco radical. Yo creo que no vale la pena hacer una reunión donde no queden claramente reafirmados los valores democráticos. Reunirse por reunirse con autócratas, con dictadores que son responsables por masivas y gravísimas violaciones deliberadas a los derechos básicos de las personas, como es el caso de (Nicolás) Maduro, (Daniel) Ortega y (Miguel) Díaz-Canel no tiene ningún sentido.
Andrés Manuel López Obrador, que supeditó su asistencia a que inviten a estos gobiernos, se está aprovechando de esta circunstancia y lo que está haciendo es extorsionar al gobierno del presidente Joe Biden porque es perfectamente consciente que la actual administración estadounidense, por razones de política interna, requiere de la cooperación de México para parar la ola de migración indocumentada, de ahí que se dé el lujo de enarbolar la bandera populista.
López Obrador está, de algún modo, reemplazando lo que hacía (Hugo) Chávez en su época y presentándose como el campeón latinoamericano de la unidad contra el imperio. Y en ese caso habrá que hacer entonces una reunión más pequeña pero con gobiernos que estén genuinamente comprometidos con los valores democráticos fundamentales.

Juanita Goebertus.
César Melgarejo/ EL TIEMPO
En Venezuela no va a haber progreso democrático mientras la dictadura de Maduro siga consolidándose. Lamentablemente, toda la evidencia muestra que Maduro está más firme que nunca. La oposición está muy débil, profundamente dividida y hasta ahora no han logrado armar una agenda común poniendo un programa y luego discutiendo quiénes son los líderes, los que encabezan ese programa, quizás podrían optar por una fórmula como la que se dio en Chile, cuando se enfrentó a la dictadura de Pinochet, donde los líderes de la oposición se iban turnando el liderazgo cada seis meses o tres meses.
Les correspondía a unos y después rotaban a otros, era un liderazgo colectivo, donde cada uno de estos líderes tenía un tiempo para dirigir la oposición a Pinochet. Lo cierto es que mira si va a haber alguna negociación, si se van a producir progresos en derechos humanos en Venezuela, eso depende de dos factores, las sanciones de Estados Unidos, y la permanencia a esas sanciones, y segundo, la investigación de la CPI, sin esos dos elementos yo veo muy difícil que Maduro tome en serio cualquier proceso de negociación porque no lo requiere, no lo necesita.
La única razón por la cual el régimen dictatorial de Maduro debería contar con los incentivos suficientes para negociar una transición eventualmente a la democracia en Venezuela son esas dos, por eso es imprescindible mantener esas investigaciones ante la Corte Penal Internacional y hasta ahora creo que el fiscal de la corte ha sido muy claro, muy firme, en sus investigaciones que avanzan por crímenes de lesa humanidad cometidas por el régimen de Venezuela, y en segundo término creo que las sanciones tanto individuales, como las sanciones al petróleo son fundamentales para que Maduro tome en serio cualquier tipo de negociación con la oposición.
Yo prefiero no pronunciarme respecto de la cuestión electoral propiamente, pero sí te puedo decir que de las cosas que preocupan en Colombia es la extrema polarización, porque sabemos lo que significa la polarización en América Latina en particular en un país como Colombia.
Yo ya dije que me parecía que dar por descontado que coexistimos en una plataforma democrática, que hay respetos por la opinión ajena, que hay unos medios de comunicación que pueden operar con independencia del poder de turno y ejercer el control y la información que entregan a la población los medios de comunicación.
Todos esos sobreentendidos creo que están en riesgo y en discusión, en todo el mundo, este en un fenómeno lamentablemente global, que afecta directamente a Estados Unidos directamente también, es un fenómeno que creo que está muy presente en Colombia, y especialmente en este proceso electoral por la manera cómo se están presentado el debate público.
Colombia ha logrado con mucho esfuerzo, con mucho sacrificio, un proceso de paz, pero ese proceso de paz en los territorios colombianos está perdiendo vigencia a gran velocidad y está regresando la violencia, y el control sobre la población y el territorio de estos grupos irregulares armados, los paros armados, esta sensación que la ley del más fuerte es la que rige en aquellos territorios donde hay falta de Estado.
Creo que todo esto está de algún modo en juego en estas elecciones, y para jugar qué curso toma Colombia habrá que esperar los resultados electorales, y también habrá que esperar ojalá poder fiscalizar el rendimiento en la manera cómo se ejerce el poder por parte de las próximas autoridades colombianos.
Los estallidos sociales en América latina están a la vuelta de la esquina, esto no va a desaparecer, creo que al contrario se van a ir incrementando sobre todo porque son un reflejo de las condiciones económicas, sociales, especialmente que afectan a los más vulnerables, a los más pobres y a los jóvenes que no le ven mayor perspectiva a la economía, al país incluso, que han perdido muchas veces la fe en las instituciones democráticas por eso es que no votan y no participan o se marginan de los procesos electorales cuando tiene la oportunidad de participar en ellos.
Yo creo que lamentablemente una de las principales secuelas de esta pandemia son las condiciones económicas en las que nos encontramos pero también a nivel global para una región que en buna parte vive de la exportación de materias primas, esto es un problema muy serio, la economía global, la inflación que se desata tanto en Estados como en el resto del mundo, afecta a América latina y el perjuicio que eso implica en vastos sectores del país, eso se va a traducir en necesariamente en movilizaciones y manifestaciones.
Lo importante es que esas manifestaciones sean pacíficas, y lo importante es entender que el derecho a la protesta pacífica está protegido, y el gobierno, cualquiera sea el gobierno, de cualquier color político tiene la obligación de facilitar el ejercicio de ese derecho fundamental como es el derecho a la protesta pacífica, no a la violencia.
El problema surge cuando hay sectores del país que están dispuestos a tolerar y justificar la violencia, el vandalismo, el enfrentamiento violento contra las fuerzas policiales porque eso repercute no solo en abusos, y sabemos que gran parte de nuestras fuerzas policiales no están debidamente entrenadas, capacitadas, preparadas, no tienen los mecanismos de control necesarios como para actuar de una manera eficaz, profesional, frente a desafíos de orden público, y si no están preparadas recurren a la brutalidad, a los abusos, lo que te lleva a una especie de circulo vicioso, porque está demostrado que en aquellos sitios donde se producen estos enfrentamientos violentos donde la policía actúa de una manera también abusiva, violenta, eso genera aún mayor protesta violenta, no necesariamente pacífica.
Creo que es un deber de todos hacer siempre esa distinción y velar por el pleno respeto a la protesta pacífica y abogar y tomar medidas necesarias para combatir, reducir, denunciar, el uso de la violencia que insisto no hace parte de la protesta pacífica.
Soy optimista y creo que la cosa se va a enderezar.
STEPHANY ECHAVARRÍA NIÑO
EDITORA INTERNACIONAL
EL TIEMPO
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