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Los retos que se plantea la nueva generación de dirigentes chilenos
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Los movimientos sociales se hacen sentir cada vez más en un Chile cuyo acelerado crecimiento económico se ha visto parado.

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Claudio Reyes/ AFP

Los retos que se plantea la nueva generación de dirigentes chilenos

El exministro Felipe Kast señaló que 'en Chile lo que hay que cambiar es el Estado'.

En la actualidad, Chile viene enfrentando serios problemas sociales debido a la debacle de la economía y a las medidas poco acertadas de la presidenta Michelle Bachelet, cuya popularidad ha caído en picada.

Felipe Kast, presidente del partido chileno Evópoli y posible aspirante presidencial, habló con EL TIEMPO e hizo su diagnóstico de cómo la configuración política, heredera de la dictadura, aún moldea la vida de su país.

Viendo la situación actual, ¿cómo consideraría usted que están las cosas en su país?

Mal. Chile tuvo 25 años, desde el regreso de la democracia en el año 1990 hasta el fin del gobierno de Sebastián Piñera, de cierto acuerdo social sobre la importancia de la inversión, del crecimiento económico, la importancia de no tomar atajos, de no ser populistas, y, desgraciadamente, con la alternancia del poder, cuando llegó Piñera al poder, la izquierda más democrática, más analítica, se retiró del poder y quedó en el Congreso la más dura, que fue a la que Michelle Bachelet abrazó en su segundo gobierno.

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Entonces, el país hoy en día está creciendo a tasas muy bajas que no habíamos visto desde el regreso de la democracia. Hemos crecido muy poco en cuatro años. Estamos con un problema tremendo, que de cada dos chilenos uno rechaza las reformas que Bachelet prometió con mucha fuerza. Un rechazo gigantesco. También tenemos un problema muy grave con la calidad de la educación, de hecho las reformas no lo logran arreglar.

Es muy probable que ahora aumente la desigualdad en Chile como producto en esta baja en la creación de empleo, en las inversiones. ¿Qué es lo que ocurrió? Bueno, hay un momento ideológico en el país en el que el debate es cultural. Hay algunos en la izquierda dura a los que no les ha gustado lo que ha pasado en Chile en los últimos treinta años. Hay otros que creemos que lo que ha pasado ha sido muy positivo.

De hecho, el ala más dura de la izquierda siempre resintió la Concertación…

Así es. Durante veinte años, la Concertación fue la coalición política más exitosa que tuvo Chile en el último siglo. Son veinte años de prosperidad. La Concertación se dividía en dos grupos: los autoflagelantes y los autocomplacientes. A los autoflagelantes nunca les gustó lo que pasó con la Concertación, que fue gobernar con las ideas de Augusto Pinochet, pero en democracia, con ideas liberales, lo que fue un éxito. Y a los autocomplacientes nunca les gustó, pero se lo aguantaron, incluyendo al Partido Comunista, que en ese tiempo estaba afuera.

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Los comunistas ya están adentro, por lo tanto hay una mirada de que básicamente el motor de la sociedad es el Estado, a diferencia de los que somos más liberales y creemos que el motor de la sociedad son las personas, los emprendedores.

Por lo tanto, el Estado tiene que intervenir en aquellos lugares para generar justicia o para facilitar ese entendimiento. Hay otros en la izquierda que creen en la igualdad. Igualdad de resultados, no de oportunidades.

¿Qué proporción de esos problemas de ahora tiene que ver con la caída de los precios del cobre?

Muy poco, porque básicamente la caída de los precios del cobre te pueden afectar en las cuentas fiscales. Nosotros las cuentas fiscales las teníamos relativamente en orden antes de que se pusieran a gastar como locos.

De hecho, hicimos una reforma tributaria de tres puntos del PIB, la más grande desde el retorno de la democracia. Se aprobó en el 2015. Entonces, la caída del precio del cobre te podría llevar a ser más austero, pero lo que ha pasado es que la inversión en áreas no mineras ha bajado mucho. Nadie está invirtiendo en Chile.

Entonces, no es solamente la reforma tributaria. Lo más peligroso fue la reforma laboral que, para mi gusto, es la más grave que ha hecho este gobierno porque básicamente volvió a una lógica sesentera, de sindicatos que pueden paralizar empresas, y ese es el método más efectivo para ahuyentar a alguien que quiere invertir.

Esta reforma laboral es realmente quizás el síntoma más claro de una mirada sesentera de una izquierda trasnochada que mira con nostalgia la época de Salvador Allende. Por eso Ricardo Lagos aparece, pero la izquierda dura no lo quiere, porque lo ven como una izquierda más moderna.

¿Sería algo así como una izquierda licuada o moderada?

Es una racional. La otra es una izquierda populista. La racional es la de Lagos, que es más parecida a la europea. Desde Evolución Política (Evópoli) creemos que el debate ideológico que obvió la Concertación debe afrontarse. ¿Por qué la Concertación hoy en día está tan golpeada? Porque en veinte años de éxitos nunca se atrevieron a transformar sus éxitos en propios. De una ideología de izquierda moderna. Y siempre tuvieron esos éxitos con complejo de no ser más de izquierda.

Ellos lograron los éxitos gobernando con ideas de centroderecha.

¿Lo de no atribuirse éxitos propios no obedece a un afán de no querer destruir la Concertación y volver a una polarización que fue la que llevó al golpe de Estado de 1973?

Hay un libro nuevo que se titula Nos fuimos quedando en silencio, de Daniel Mansuy, que explica que la Concertación tuvo un pacto de silencio. ¿Qué significa esto? Que la izquierda dura toleró que iban a gobernar con las ideas de la centroderecha, pero nunca lo iban a decir ni a reconocer.

Ese pacto de silencio hizo que no se pudiera renovar la ideología de la izquierda para hacer propias esas ideas también porque son de derecha, son del racionalismo básico.

Chile actualmente afronta un momento de adolescencia de identidad. Y está por verse si es que vamos a lograr tener una izquierda moderna, que yo creo que está encarnada por Lagos, a pesar de que tiene bastante edad. Paradójicamente, los más jóvenes de la izquierda en Chile miran con nostalgia a Allende. Y está por verse si la centroderecha es capaz también de modernizarse, y eso significa poder sacarse a Pinochet de la espalda. Ser plenamente democráticos, inclusivos, valorar la diversidad y no ser una centroderecha exclusivamente conservadora. Lo que busca Evópoli es precisamente darle oxígeno, mayor diversidad, modernidad a la centroderecha que estaba muy asociada a no querer cambios, a defender a los privilegiados.

¿Eso implicaría cambiar la Constitución actual?

No necesariamente. Lo que hay que cambiar es el Estado. Aquí hay dos diagnósticos: qué falló en Chile en los últimos treinta años y qué funcionó bien. Para autores como Alberto Mayol o Fernando Atria, lo que falló fue el modelo económico. Ese es el relato de la izquierda dura. Para mí lo que falló no fue el modelo económico, de hecho fue de lo poco que funcionó bien en Chile. Lo que falló fue nuestra capacidad de generar justicia desde la política.

¿Cómo se genera justicia? Yo estudié economía y nunca me enseñaron allí que el servicio de protección de menores, de los niños abusados o que caen en la droga, se iba a mejorar por obra y gracia del modelo de mercado.

A mí me enseñaron que el mercado produce empleo, inversión, riqueza. Pero la labor es generar justicia, para que la educación efectivamente genere igualdad de oportunidades de invertir en los niños, para que el Estado no sea un botín de campaña para poner a mis amigos, sino que el Estado le pertenezca con meritocracia a los ciudadanos y que los más capacitados sean los que realmente lleguen a esos lugares.

Ese relato, según el cual no falló el modelo económico sino el político, tampoco nunca lo dijo la centroderecha. ¿Por qué? Porque como concentra a las personas con más privilegios, no necesitan un Estado que funcione bien.

Creo que la coalición política en Chile debería cambiarse. Debería ser desde la centroderecha hasta la centroizquierda moderna, y dejar fuera al resto. Eso no ocurre porque Pinochet todavía está muy presente y Allende también. Gente como Lagos y Piñera siguen teniendo mucho poder, crecieron en bandos muy distintos. Una persona como Ricardo Lagos claramente creció en una vereda muy distinta a la de Sebastián Piñera. Está bien que haya diversidad en las coaliciones, pero ambos son responsables en su forma de ver el modelo de desarrollo de Chile.

Ese desafío lo vamos a lograr solamente, creo yo, las nuevas generaciones, que sí tenemos que ser suficientemente generosas, modernas, para que personas que tal vez vienen de vertientes podamos armar un arco iris nuevo, pero de otros colores.

¿Ese arco iris sería como una alegría II? ¿Chile, la alegría ya viene II?

Más que “la alegría ya viene”, ojalá que se llame “la justicia ya viene”.

RICARDO ÁVILA y LUIS ALEJANDRO AMAYA
Director de PORTAFOLIO y Subeditor INTERNACIONAL 

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