¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Latinoamérica

¿Servidoras de Dios?: el calvario de 43 mujeres que enfrentan al Opus Dei

Ellas hacen parte de las 43 mujeres explotadas por el Opus Dei.

Ellas hacen parte de las 43 mujeres explotadas por el Opus Dei.

Foto:Anibal Greco

Son de origen humilde, las reclutaron engañadas y las hicieron
trabajar gratis.

Un grupo de 43 mujeres acusa al Opus Dei (Obra de Dios, en latín), una institución católica, de haberlas hecho trabajar gratis y durante años como empleadas domésticas. Dicen que las reclutaron engañadas cuando eran adolescentes con la promesa de continuar su educación. Pero que la instrucción fue en escuelas de tareas domésticas que tenía la organización, donde les enseñaron a limpiar.
Las mujeres hoy tienen entre 40 y 60 años, y el período que denuncian fue entre 1980 y principios de los 2000. Todas eran numerarias auxiliares, una de las categorías de pertenencia a la Obra, y su vínculo excedía lo laboral. Habían hecho compromisos de pobreza, castidad y obediencia. El Opus Dei les proveía de casa en residencias aledañas a los centros de la Obra, comida y algunas salidas de esparcimiento.
En una entrevista con La Nación, Catalina María Donnelly, directora de la rama femenina en Buenos Aires del Opus Dei, asegura sentirse triste por las acusaciones y dispuesta a pedir perdón. Igual dice que, según su registro, siempre pagaron el trabajo de las numerarias auxiliares. Admite, sin embargo, que pudo haber habido lo que ella llama “informalidad” en la remuneración.
El 18 de marzo, La Nación se encontró con siete de las 43 mujeres en un apartamento de Palermo, que aseguran haber sido engañadas y dicen que cuando al fin lograron irse –algo que les resultó muy difícil por la presión psicológica a la que las sometían, la falta de educación y el corte abrupto a las que las obligaban con su familia y amigos– se encontraron quebradas de espíritu y sin dinero.
Visitación Villamayor dice que se la llevaron a los 15 años. Era de una familia de diez hermanos en el interior de Paraguay. No hablaba castellano y le prometieron una beca en Asunción para hacer el secundario. “Todos los días esperaba que empiece el colegio, pero lo que te enseñaban era a cocinar, planchar y servir para lo que a ellos les convenía”, recuerda.

Todas eran numerarias auxiliares, una de las categorías de pertenencia a la Obra, y su vínculo excedía lo laboral. Habían hecho compromisos de pobreza, castidad y obediencia

A Nidia Ojeda, de Paraguay, también la mandaron a Asunción a los 13 años. Una vez recibió una carta de un novio que había tenido en su pueblo y la directora del centro donde vivía se la hizo romper. “Nosotros somos tu familia”, le manifestó.
A Gladys Rodríguez, de Corrientes (Argentina), le gustaban las mujeres y cuando lo confesó, su directora espiritual le recomendó incrementar el uso del cilicio y la disciplina, dos métodos de mortificación corporal, para expulsar los “malos pensamientos”.
Exmiembros del Opus Dei reconocen que la institución ya hizo arreglos económicos extrajudiciales para atender demandas similares, aunque no de la magnitud expuesta por este grupo de mujeres.
No hay antecedentes de reclamos en la Argentina como el de las numerarias auxiliares. En el mundo, solo una exnumeraria auxiliar francesa, Catherine Tissier, denunció en 2001 a la Opus Dei. Sin embargo, la organización logró desligarse y la condena solo fue sobre la asociación civil. En España, en 2011, otras seis exnumerarias auxiliares iniciaron una demanda, pero no llegó a juicio porque hubo un acuerdo.

El grupo de 43

En febrero de este año, este grupo de 43 exnumerarias auxiliares firmaron un poder al abogado Sebastián Sal para que las represente. Fue el final de un largo proceso que comenzó con la inquietud de Giménez, quien durante años recorrió sin éxito despachos oficiales y oficinas de abogados denunciando la situación. Al mismo tiempo, se iba construyendo la red mediante encuentros –el primero fue en 2003– y contactos en redes sociales.
Sal se interesó en el caso y, después de entrevistarlas una por una, contrastó sus relatos con la información en la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses). Dice que comprobó que los aportes realizados fueron mínimos y en algunos casos inexistentes.
Con esa información, Sal contactó a las autoridades del Opus Dei en la Argentina a la espera de una propuesta reparatoria. Como no la obtuvo, pidió una audiencia con el nuncio apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk, quien se la concedió y, luego de escucharlo, le recomendó enviarle una carta al Papa.
Sal explica que están a la espera de que el Opus Dei, o la Iglesia, den alguna respuesta, por eso aún no presentaron una demanda judicial. “Preferimos que sea la misma Iglesia la que aborde esto. Por eso, aún no hicimos una presentación judicial”, afirma. La carta a Francisco se envió a principios de marzo. En tono de denuncia, pide cuatro acciones: “Que el Opus Dei reconozca su error, que les pida perdón a las mujeres, que las compense debidamente y que cese con estas actividades”.

El instituto de formación

La mayoría de las numerarias auxiliares se formaron en el Instituto de Capacitación Integral en Estudios Domésticos (Icied) fundado en 1972, ubicado en el predio más emblemático de la institución, conocido como La Chacra, al noroeste del Gran Buenos Aires, y que tiene sus equivalentes en todos los países en los que funciona la Obra.
Según la información oficial, hasta 1993 brindaba la formación en “administración de servicios en hogar e instituciones” y los tres primeros años de educación secundaria. En 1994, se transformó en el Instituto de Capacitación para Empresas de Servicios (Ices).
Cerró en 2017 y desde entonces no volvieron a vivir chicas menores ahí, pero siguen dando cursos. “Nos pareció que ya no era adecuado a las circunstancias actuales de la mujer en la sociedad. Yo hubiese preferido cerrarlo antes”, explica Donnelly. En total, según la información de la Obra, pasaron 1.080 alumnas por el colegio.
A modo de respuesta por la acusación de las 43 mujeres, el Opus Dei presentó a La Nación el testimonio de dos numerarias auxiliares que agradecen las posibilidades de progreso que les dio la Obra. Estela María Rohr dice que la numeraria auxiliar es “la madre de la Obra, la que cuida y guía”. Siempre tuvo un sueldo y hoy trabaja en el centro de formación profesional en gastronomía que tiene la institución La experiencia de Graciela Corradini es igual de buena. “El Opus Dei me dio todo. Me siento muy feliz”, aclara.
Varias de las 43 mujeres estuvieron en el Icied, pero no todas. El Opus Dei tiene colegios similares en otros países, como Paraguay, y allí asistieron las exnumerarias auxiliares nacidas en ese país.

Captación

La primera instancia era encontrar a las chicas y convencerlas a ellas y a sus familias de las virtudes de los programas que ofrecían en los diferentes países. Para eso, mujeres de la Obra viajaban a zonas carenciadas de la Argentina o Paraguay.
En mi caso usaron una numeraria auxiliar que era de mi barrio y viajó a reclutar”, dice Villamayor. Irse con ella era la única manera que veía para salir de la pobreza. La experiencia con Lucía Giménez fue idéntica. “Aparecieron en diciembre. Yo estaba rebelada con mi mamá, quería ser libre. Me hablaron de un colegio en Asunción y me fui. Esa fue mi equivocación”, recuerda.
El propio Opus Dei detalla cómo funcionaban los viajes de promoción. “Nació como una iniciativa socioeducativa, con el objetivo de promover el valor del trabajo doméstico y la dignidad de las personas que lo llevan a cabo y ofrecer la oportunidad de acceder a este tipo de estudios a quienes de otro modo quizá no la tuvieran”, cuenta la primera directora del Icied, la supernumeraria Ana María Sanguineti, en un documento reciente publicado en la Revista del Instituto Histórico San Josemaría Escrivá.

Iniciación y educación

Una vez en las escuelas del Opus Dei, además de los cursos de formación en tareas domésticas, las alumnas hacían prácticas profesionales en residencias de la institución.
Según las exnumerarias auxiliares que hablaron con La Nación, esto significaba que, aun siendo menores de edad, comenzaban su régimen de trabajo gratuito.
Las mujeres también dicen que la educación curricular prometida nunca llegaba. Sí, en cambio, la formación espiritual en la doctrina del Opus Dei. Un elemento central era la lectura de Camino, el libro en el que Escrivá condensó la misión de la Obra y el “plan de vida”: las reglas que cada miembro debe seguir.
Al entrenamiento y el trabajo se le sumaba una rutina de formación religiosa: misa cotidiana, charlas y confesión semanal con un sacerdote. “Ahí es donde te dicen que tenés vocación de santa. Yo no vi mi vocación, pero el sacerdote me decía que sí, y así fue que pedí la admisión”, dice Beatriz Delgado, que entró a los 18 años.
La admisión es el primer paso para ser parte de la Obra y consiste en una carta que las aspirantes le escriben al prelado. Al año se hace la oblación, que es la primera incorporación a la institución. El tercer y último paso es a los 5 o 6 años –que en general coincide con la mayoría de edad– y se llama fidelidad.
Te ponés una alianza y hacés una promesa de que es para toda la vida. Y te dicen que es tu casamiento con Dios”, relata Giménez. En esa instancia, las entrevistadas cuentan que se hace una invitación a firmar un testamento en favor de alguna de las asociaciones civiles del Opus Dei.

Trabajo y vida cotidiana

Laya, el centro de numerarias auxiliares de Recoleta, es el más grande. Allí, la jornada, que podía tener hasta 15 horas, empezaba a las 6 de la mañana. Lo primero que tenía que hacer, al abrir los ojos, era ponerse de rodillas, besar el piso, mirar hacia arriba, decir una oración corta y terminar con serviam, “serviré”, en latín.
Después de la oración, había que asearse, ponerse el uniforme, tomar un vasito de café y empezar con la primera limpieza que te tocara. A las 7:40 te ibas a cambiar otra vez y bajabas al oratorio para la santa misa. Recién entonces te tocaba desayunar”, recuerda Villamayor.
Después, otra vez a cambiarse y venía la segunda etapa de limpieza para algunas y cocina para otras. De ahí, a almorzar. “Nosotras comíamos siempre en un lugar aparte de los numerarios y las numerarias, con otra vajilla y otra comida”, explica Villamayor.
Luego del almuerzo, otra vez a cambiarse y a rezar el rosario. Seguía una tertulia de media hora: “Hablás de distintos temas, pero siempre de cosas de ahí, o de Escrivá, porque mucho más no sabés, si apenas salís”, relata.
El resto de la jornada era volver a la limpieza, al oratorio y a la misa de la tarde; cenaban; después, servían la cena para las numerarias y los numerarios. Seguía otra media hora de tertulia. Y a las 22:30, a la cama.
Ninguna numeraria auxiliar elegía dónde vivir y trabajar. La mortificación o penitencia era parte de la vida cotidiana de las numerarias auxiliares. Utilizaban el cilicio, una vincha de metal con pinches que se ajusta sobre el muslo durante dos horas por día, y la disciplina, un látigo de cuerdas con el que se golpeaban las nalgas mientras rezaban.
El domingo era el día de descanso y muchas veces lo ocupaban en dar una vuelta para hacer apostolado. “Tenías que tratar de atraer nuevas vocaciones”, cuenta Villamayor.
Una vez al año tenían el retiro anual en La Chacra o en otras casas de retiro en la provincia de Buenos Aires. “Para las numerarias auxiliares seguía siendo agotador. Además de todas las charlas, cursos, misas, tenías que seguir limpiando y cocinando. Nosotras íbamos a los retiros de los numerarios y las numerarias a atenderlos a ellos”, agrega Villamayor.
Usaban ropa de donaciones de las supernumerarias: polleras abajo de la rodilla y camisa con mangas que no fueran transparentes.

Crisis y salida

Inmersas en esa realidad, en muchos casos desde su adolescencia, y con escaso contacto con el mundo –dicen que les controlaban los libros, los programas de televisión y los diarios y revistas que consumían– a todas les costó abandonar el esquema de vida recluida en el que estaban, por más que, al final, este les resultase tortuoso.
El caso más extremo de este proceso de derrumbe es el de Torancio. A los 23 años, agotada por la carga de trabajo, cayó en un pozo depresivo. La mandaron a una psiquiatra que pertenecía a la Obra y le recetó antidepresivos, pero cada vez estaba peor. Dormía de día y deambulaba por los pasillos de la residencia por la noche, se alcoholizaba con las bebidas que robaba de la cocina y se llevaba cuchillos al cuarto. Tenía pensamientos suicidas. “No me iba porque me dijeron que esa era mi cruz, que tenía que ofrecerla por los pecadores. Nos hicieron un lavado de cerebro con guante blanco”, acusa.
El más grave de los episodios fue un intento de suicidio con un coctel de pastillas. Le hicieron un lavado de estómago y la internaron en un neuropsiquiátrico durante dos semanas. Fue el final de sus 13 años en el Opus Dei. Su hermana la pasó a buscar y nunca más volvió.

Más noticias

NICOLÁS CASSESE Y PAULA BISTAGNINO
LA NACIÓN (ARGENTINA) - GDA
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO