Los ecuatorianos van hoy a las urnas confiados en elegir, entre 16 candidatos presidenciales, a quien logre gobernar eficientemente a un país polarizado, desfinanciado y muy golpeado por la pandemia de covid-19.
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El resultado electoral puede convertirse en la sobrevivencia de una de las dos polarizadas posiciones políticas.
Una de tinte populista e identificada con el socialismo del siglo XXI que pone por primera vez en la palestra política al joven economista Andrés Arauz, de 36 años. Un desconocido político que rápidamente se convirtió en la primera opción ciudadana, bajo el impulso y tutela del expresidente Rafael Correa, que por una década gobernó Ecuador (2007-2017).
Arauz, con un máster en Economía para el Desarrollo y un doctorado en Economía Financiera (y con el 31,53 por ciento de la intención de voto según encuestas), anuncia la convocatoria a una Asamblea Constituyente, oferta “recuperarla democracia, el Estado plurinacional e intercultural, y la soberanía”.
Además, promete emprender, en medio de una crisis mundial, una política económica flexible, que permita a la economía ecuatoriana mantener la dolarización con el incremento de dólares en circulación local e impedir que estos salgan del país.
Como primera acción gubernamental, aseguró la polémica entrega de mil dólares a un millón de familias, dinero que lo logrará a través de la repatriación de capitales.
La otra opción, de derecha, representada por el empresario y banquero de 65 años, Guillermo Lasso (del partido Creo y con el 21,34 por ciento en los sondeos), que intenta llegar al sillón presidencial por tercera ocasión consecutiva para “dar vuelta a la página” a ese intento correísta de llevar al país al socialismo.
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Apoyado por la prensa y los sectores productivos, Lasso ofrece mantener la dolarización, incrementar el salario básico de 400 a 500 dólares e impulsar cambios económicos radicales apostando a la inversión extranjera, las alianzas público-privadas, el incremento de la producción petrolera y un fuerte impulso a la minería.
Es un escenario político radicalizado donde, lamentablemente, no existen otros matices políticos que en democracia debería haberlos

Guillermo Lasso, el candidado presidenciales de la derecha.
EFE
El catedrático y jurista Romel Jurado afirmó que Arauz y Lasso se presentan como las únicas opciones fuertes en un “escenario político radicalizado donde, lamentablemente, no existen otros matices políticos que en democracia debería haberlos”.
A su criterio, Lasso le propone al país un marco regulatorio más laxo hacia la apertura del libre mercado, libre competencia, reducción del Estado y cierto grado de privatizaciones.
Mientras que Arauz acude a las opciones de los derechos y propone un Estado más fuerte que intervenga directamente en la economía para trasladar recursos a los ciudadanos y lograr, desde ahí, la rehabilitación de la economía. “Sobre esas opciones debe pronunciarse el electorado”, dijo a EL TIEMPO.
Desde otra esquina, el analista y articulista Roberto López consideró que Ecuador se debate entre dos alternativas que, a diferencia de elecciones anteriores, representan un reto distinto.
“El país no solo elige un presidente, en esta ocasión se juega el futuro. La disyuntiva luce simple: escoger el camino de la miseria hacia Cuba, Venezuela o Nicaragua u optar por el sendero de la prosperidad”, señala el analista.
“La campaña electoral se desarrolla en un escenario nunca antes visto. Hay colas de cinco cuadras para obtener la cédula y poder votar. ¿Espontáneo civismo de última hora? No. El pueblo aniquilado económicamente por la pandemia no vota para elegir un presidente. Lo hace cobijado bajo la esperanza de recibir mil dólares, sin razonar que el generoso candidato Arauz no dispone 17.000 millones para cumplir su falsa oferta”, resaltó.
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El tema medular de lo que está en juego en las elecciones ecuatorianas es la dolarización de la economía de un país que definitivamente “está quebrado”, según explicó para EL TIEMPO el analista económico Alberto Acosta Burneo.
Un mal manejo fiscal y el incremento del gasto público en época de bonanza, que solo era viable con un alto precio del petróleo, obligó al Ecuador a recurrir a un agresivo endeudamiento.
El analista Burneo enfatizó que “pocas veces los ecuatorianos han tenido que decidir entre dos alternativas tan radicalmente distintas”.
La ruta económica ortodoxa (Lasso) para poner en orden las cuentas fiscales, corregir la crisis fiscal revisando el gasto público, reduciendo gastos y controlando el nivel de endeudamiento.
La otra corriente hetorodoxa, la de Arauz (que rechaza la austeridad, abandonar el camino de ajustes con el Fondo Monetario Internacional y emprender una política fiscal expansiva recuperando la política monetaria, emitiendo en sustitutos el dinero o títulos del Banco Central), pondría en riesgo la dolarización, sistema respaldado ampliamente por la población.

El líder indígena y candidato a la presidencia de Ecuador, Yaku Sacha Pérez.
José Jácome. Efe
A pesar de lo trascendente de la elección y pese a que el voto es obligatorio en Ecuador, se vaticina un alto ausentismo debido al temor a las aglomeraciones y contagio de covid-19 que, según cifras de gremios médicos de este país, en el último mes está provocando el fallecimiento de una persona cada hora.
Aunque no se esperan sorpresas, nada está dicho. El líder indígena Yaku Pérez, que se define como de una izquierda “flexible”, asegura que estará en la segunda vuelta electoral.
Las encuestas lo ponen como tercero en las preferencias ciudadanas, con el 11,91 por ciento de la intención de voto, según sondeos.
El candidato no le da la espalda a un acuerdo comercial con Estados Unidos “bajo estrictas condiciones”, pero sí se declara radicalmente opuesto a una política extractivista.
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Sin embargo, la confusión y agobio de los electores es evidente. A pocas horas de la elección, Sulay Angulo, una madre de familia que se dedica a la limpieza de casas, aún no sabe cómo votar.
“No sé ni por quién debo votar ni para qué”, remarca la ciudadana, que deberá enfrentarse a una amplia papeleta de 16 binomios, y elegir entre cientos de candidatos a cinco parlamentarios andinos, 15 asambleístas nacionales y 122 provinciales.
A esto se suma el cambio del método –D’Hondt a Webster– para la designación, que ignora gran parte de los electores.
Hasta el 2017 se sufragaba entre listas o candidatos, mientras que para esta elección se lo deberá hacer en plancha o por toda la lista; caso contrario, el voto es nulo.
Si ningún candidato obtiene hoy la mayoría absoluta (50 por ciento más 1 de los votos válidos) o el 40 por ciento con una diferencia no menor a 10 puntos porcentuales de su contendor inmediato, los ecuatorianos volverán a las urnas el 11 de abril.
Maggy Ayala Samaniego
PARA EL TIEMPO
QUITO