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Latinoamérica

La carrera contra el tiempo de los enfermos renales en Venezuela

Carlisbeth Falcón, de 11 años, protesta junto con su padre frente al hospital J. M. de los Ríos, en Caracas.

Carlisbeth Falcón, de 11 años, protesta junto con su padre frente al hospital J. M. de los Ríos, en Caracas.

Foto:Miguel Gutiérrez / EFE

La falta de medicamentos importados y filtros de diálisis son algunas de las batallas.

Juan Carlos Rojas
Carlisbeth Falcón tiene 11 años y el martes le dijo a su papá que quería protestar junto a él a las puertas del hospital de niños J. M. de los Ríos, en Caracas. A pesar de su debilidad física y con un tapabocas rosado, la niña salió a exigir a las autoridades de su país la debida importación de los medicamentos que necesita para no rechazar el riñón que le fue trasplantado hace seis meses.
El riñón, que se supone le cambiaría la vida, le permitiría ir al colegio y jugar con sus amigas, la hizo llorar el martes en público porque está a punto de perderlo. Dos días después, Carlisbeth solo había recibido uno de los dos medicamentos antirrechazo –Micofelonato–, por lo que su órgano entró en estadio 5, lo cual significa que está a punto de dejar de funcionar. Ella ya siente las complicaciones propias de un paciente renal cuya sangre no ha purificado con diálisis o debido a su órgano trasplantado: dolor de cabeza, debilidad generalizada y dificultad para respirar.
Por ahora sobrevive a punta de transfusiones en la Unidad de Nefrología de ese hospital, donde han fallecido 11 pequeños el último año debido a la falta de medicamentos y a un brote de contaminación del tanque de agua al que se conectan las máquinas de diálisis infantil.
“Yo quiero verla cumplir sus 15 años, graduarse de médica; es mi princesa. Ella ya está cansada de tanto dolor, pero es una guerrera y se quiere curar”, dice entre lágrimas su padre, Carlos Falcón.

Yo quiero verla cumplir sus 15 años, graduarse de médica; es mi princesa. Ella ya está cansada de tanto dolor, pero es una guerrera y se quiere curar

La pequeña es uno de los 3.500 pacientes trasplantados y en riesgo debido a la escasez de medicamentos inmunosupresores y antirrechazo en Venezuela. Por su alto costo y especificidad, este tipo de medicinas son importadas exclusivamente por el Instituto Venezolano del Seguro Social, dependencia del Estado que ha sufrido drásticos recortes presupuestarios y que, desde hace al menos ocho meses, presenta una escasez crónica de casi todas las medicinas y equipos.
“Para estirar el tratamiento yo me tomo una pastilla un día sí y un día no, pero eso no debe ser así”, explica a EL TIEMPO Tomás de la Rosa, paciente trasplantado de riñón en el 2007 y quien desde el año pasado sigue su tratamiento de forma intermitente por falta de medicinas. “Ahorita me queda un blíster que me puede durar un mes. Sigo yendo al Seguro Social a ver qué día estoy de suerte y llega mi medicina. No puedo traerla de afuera porque cuesta entre 200 y 400 dólares”.

30 trasplantes perdidos

Un trasplantado de riñón, si no sigue a pie juntillas el tratamiento autoinmune y antirrechazo, puede llegar a perder el órgano entre 15 y 20 días. Según la ONG Codevida, que atiende y defiende los derechos de los pacientes con enfermedades crónicas, solo en lo que va de este año, 30 personas han perdido sus órganos trasplantados, una cuenta explosiva si se toma en cuenta que durante todo el 2017 se presentaron 20 rechazos de órganos y siete fallecidos por esta razón.

En lo que va de este año, 30 personas han perdido sus órganos trasplantados, (...) durante todo el 2017 se presentaron 20 rechazos de órganos y siete fallecidos por esta razón

Aunque la curación de cualquier dolencia implica una carrera contra el tiempo, en el caso de los enfermos renales es muy alta la posibilidad de que tengan un desenlace fatal en el corto plazo.
Mientras que Carlisbeth puede perder su riñón en cuestión de horas –ya tiene dos meses sin consumir uno de los dos medicamentos obligatorios–, un paciente renal que necesite diálisis puede morir si pasan entre tres y cinco días sin limpiar su sangre, y ese es el riesgo que corren otros 15.000 pacientes renales que han visto cómo cierran, uno tras otro, los centros de diálisis.
De los 190 que existen, este año han cerrado 35 por falta de insumos y repuestos para las máquinas, y hace dos semanas hubo una escasez total de filtros.
“Es tan simple como que si eres paciente renal y te dejas de dializar, te mueres”, explica Francisco Valencia, presidente de Codevida. “El filtro es el riñón del paciente, y desde hace por lo menos un año y medio no hay dotación constante de ellos. Actualmente, los centros de diálisis tratan de estirar la dotación que tienen; en vez de dializar cuatro horas a un paciente, que es lo que dicta el tratamiento, lo hacen solo dos horas para tratar de abarcar más gente”.

En vez de dializar cuatro horas a un paciente, que es lo que dicta el tratamiento, lo hacen solo dos horas para tratar de abarcar más gente

En la primera semana de febrero, la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional contabilizó 12 muertes por falta de diálisis. Codevida cotejó siete, “pero estoy seguro de que hay muchos más”, advierte Valencia.
El Seguro Social, que, además de los filtros, entregaba a los centros de diálisis un kit completo de recuperación consistente en hierro y vitamina B12 para los pacientes, tiene un año y medio sin hacerlo, por lo que los pacientes salen de la terapia sumamente débiles y en riesgo de desmayo.
Ante la escasez de las medicinas y los reactivos más elementales, tanto Codevida como el resto de las ONG que velan por la salud en Venezuela exigen la apertura de un canal humanitario que permita la entrada de donaciones.
Hasta el momento, el régimen de Nicolás Maduro se niega a admitir la emergencia y, por lo tanto, no permite las donaciones.
De la Rosa explica que los pacientes renales y diabéticos deben luchar además por tratar de mantener una alimentación adecuada en tiempos de hiperinflación. “Tenemos que comer mucho pescado y vegetales, pero ¿quién puede comprar pescado con estos precios?”, agrega De la Rosa.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas
Juan Carlos Rojas
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