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Latinoamérica

Argentina: relato salvaje de la incertidumbre económica

El pasado primero de mayo, decenas de argentinos esperaban por comida gratis en un ‘food truck’, en Buenos Aires.

El pasado primero de mayo, decenas de argentinos esperaban por comida gratis en un ‘food truck’, en Buenos Aires.

Foto:JUAN MABROMATA. AFP.

En ese país una bolsa de leche cuesta lo mismo que un galón de gasolina. Crónica.

Hace tiempo que Carola Silva dejó de hacer el chiste. Hasta hace apenas unos meses se paraba en medio de la feria de verduras, delantal blanco y billetes en la mano y decía con gracia: “Lleven la acelga, la rúcula, aprovechen los únicos verdes que sí bajan”.
Su público, la mayoría adultos mayores que acudían a las ferias de verduras donde se compra más barato, se reían. Una burla ante el incremento del dólar, el verde que siempre sube.
Ya no. El humor, la filosa ironía que parece el ADN de los habitantes de Buenos Aires, se ha dado vuelta a la hoja y convertido cada vez más en furia. Carola ya no hace el chiste. Porque en Argentina ya no solo sube el dólar, sino también las verduras, los huevos y una caja de leche cuesta lo mismo o un poco más que un litro de gasolina. La carne, para muchos, es asunto aparte.
Cuando se escribió este texto, la inflación interanual del país era de 54,7 %, el dólar estaba en 44,34 y el riesgo país, el índice que señala la probabilidad de no pago de la deuda, era de 961 puntos. En un par de horas, es probable que ninguna de esas cifras se mantenga y que cuando usted lea esto, todo haya cambiado, porque en Argentina el signo de cada día es la incertidumbre.
Lejos de lecturas macroeconómicas, la vida cotidiana ha cambiado radicalmente. Desmejorado, corrige Miriam Gomes, maestra jubilada, "y para ser más exactos en los últimos tres años".

He tenido que consumir menos leche, menos pan, menos carne, cosas esenciales de la dieta argentina

Gomes es una argentina afro, nacida en Avellaneda, al sur de la capital, y se jubiló hace un año. Tiempo que coincide con la primera corrida cambiaria y el inicio de la devaluación más fuerte que llevó al gobierno de Mauricio Macri a pedir prestado al Fondo Monetario Internacional.
No suele hablar de estos temas- aclara-. Tampoco, a diferencia de muchos, está en la miseria porque tiene un ingreso, pero como no le ocurría desde el 2001, está enfrentando dificultades.
El pasado primero de mayo, el Sindicato de Camioneros organizó una olla popular, al igual que en otros barrios de Buenos Aires y ciudades provinciales.

El pasado primero de mayo, el Sindicato de Camioneros organizó una olla popular, al igual que en otros barrios de Buenos Aires y ciudades provinciales.

Foto:Juan Bramonata

“He tenido que consumir menos leche, menos pan, menos carne, cosas esenciales de la dieta argentina. Primero pasé de manteca a margarina, trato de graduar la comida y en la noche, por ejemplo, me hago fideos. Y eso que soy una docente profesional, con más de 30 de años de carrera. Es muy difícil hablar de esto, pero es la realidad”, se interrumpe.
El de los jubilados es quizá uno de los sectores más afectados. El 70 por ciento (8 millones de personas) cobra la mínima de 10.400 pesos (234 dólares). Esta maestra recibe un poco más, 21.000 pesos (473 USD), pero todo se le licúa entre el alquiler, servicios públicos y sobre todo en la alimentación.
“Otro de los cambios que he experimentado es comprar la comida a cuotas. La situación comenzó a agravarse en 2016, en ese momento todavía compraba la carne en efectivo en carnicería, con cortes que podía distribuir para varios días. Ahora ni eso puedo hacer y cada vez compro menos carne”, cuenta Miriam.
El descenso en el consumo de carne en la tierra de la carne es uno de los datos más dicientes de la nueva economía argentina. Según la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes (Ciccra), el consumo se desplomó a su nivel más bajo desde 2010, y llegó a 49 kilos de carne por persona por año. La razón: su precio aumentó 32 por ciento.

Cuatro millones de niños pobres

Un video sátira que circula en las redes sociales semeja el hundimiento del Titanic con la realidad económica argentina y en él, son los más pobres los primeros en hundirse.
Muchos no llegan ni a la carne y la pobreza afecta especialmente a los niños. De acuerdo con el Observatorio de la Universidad Católica indicó que al menos 4 millones 200 mil niños entre los 0 y los 17 años viven bajo pobreza estructural y se han privado del algún derecho básico.
“Al cruzar indicadores de pobreza monetaria y de privaciones de derechos, encontramos que entre 2017 y 2018 hubo un incremento de niños doblemente pobres. El empeoramiento tiene que ver con la crisis económica que se inició en abril del año pasado y se tradujo en la inflación del 54 por ciento y con que los ingresos de los hogares no acompañaron esa evolución”, explicó a EL TIEMPO Santiago Poy, uno de los investigadores del estudio.

Al cruzar indicadores de pobreza monetaria y de privaciones de derechos, encontramos que entre 2017 y 2018 hubo un incremento de niños doblemente pobres

Y quizá por eso no sorprende una imagen que se ha vuelto frecuente frente al Congreso: enormes filas de gente esperando para recibir verduras o frutas gratis, un tipo de protesta que los argentinos llaman ‘el verdurazo’.
“Estos verdurazos son una manifestación que hacemos los pequeños productores. Entre que el gobierno no nos ayuda y la gente tampoco puede comprar, nos queda esto, traer la verdura y regalarla. Se ve gente que viene viajando 3 horas y se lleva 10 frutas y cuando les preguntas si estás conforme con eso, te dicen: es que no como fruta hace un mes. La situación está realmente mala”, dice Rodolfo González, del Movimiento Nacional Campesino Indígena.
El pasado aparece siempre en cada respuesta de los argentinos: en la nostalgia de tiempos mejores o de aquellos en los que tocaron fondo, como la crisis económica del 2001.
Miriam Gomes ha vivido las dos y cree que no, que son bien diferentes. “En el 2001 todo se derrumbó de un día para otro y la devaluación se disparó a 300 por ciento, fue repentina. Esta crisis es progresiva, hay un deterioro en la administración pública y vemos como nos vamos a precipitar”, explica.
El aumento del gas, la energía y el agua, que llega a porcentajes impactantes de 747%, 1643,7% y 616,2% respectivamente, en los últimos tres años, es una de las razones por las que han sentido que su economía se deteriora progresivamente.

El regreso del trueque

Macri lo admitió hace poco: “sé que a muchos les cuesta llegar a fin de mes” refiriéndose a la clase media que en Argentina es educada y tiene un espacio importante en la sociedad; pero para muchos la pregunta en realidad es cómo llegan al fin del día.
La solidaridad puede ser una respuesta. Así que han regresado prácticas de la crisis de 2001 como los clubes de trueque.
“Hago uñas esculpidas, semipermanente, lifting de pestañas, colocación de pestañas pelo por pelo. Pido: Fideos 2, puré de tomate 2, leche en polvo 1, Azúcar 1, Arveja 1, Arroz 1, 1 papel higiénico x 4, 1 papel de cocina x 4, 1 jabón x 3”, escribió Nati González en uno de los varios grupos de Facebook de los 240 espacios de trueque hay en los barrios más pobres de Buenos Aires.
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, asiste a una conferencia de prensa tras una reunión antes de la cumbre de líderes del G20 en Buenos Aires.

El presidente de Argentina, Mauricio Macri, asiste a una conferencia de prensa tras una reunión antes de la cumbre de líderes del G20 en Buenos Aires.

Foto:Agustin Marcarian / Reuters

Sin embargo, son la leche y los pañales los productos más apetecidos, dice Verónica Mendoza, una de las creadoras de estos grupos. La carne es impensable.
A pesar de esta sensación permanente de estar caminando al filo del abismo, de la incertidumbre permanente, el país marcha.
Y así, en la misma ciudad del verdurazo, los trueques y las compras colectivas para ahorrar, hay decenas de ferias de foodtrucks, como el de este primero de mayo, con un nombre tan irónico como real para lo que viven muchos en Argentina: Apetito.
Es difícil creer que Buenos Aires sea una ciudad pobre. No al menos desde la idea de pobreza más latinoamericana, la de la miseria; pero lo cierto es que cada vez se ve y se cuenta más indigencia en sus calles. Con una particularidad: las familias se instalan con mesas y sofás, con su vida en la calle; tal como un muchacho del céntrico barrio Almagro que arma y desarma su casa: de noche se lo ve leyendo sobre su colchón y de día lo corre para que abra el local donde vive. Una paradoja.
El deterioro de la situación de un país que históricamente se identificó como de mayor capacidad económica se observa en un dato: a finales de 2015, ocupaba el primer lugar en el ránking de salarios mínimos de América Latina y hoy está en la sexta posición. Pasó de los U$S 580 dólares de salario mínimo a los U$S 297 actuales. Y tal vez por eso se empieza a escuchar de jóvenes de clase media con pasaporte europeo emigrando a otros países.
Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta argentina.

Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta argentina.

Foto:AFP / Juan Mabromata

“En variaciones porcentuales, se trata de una merma del 49% en el salario mínimo medido en moneda dura, en poco más de tres años. Considerando solo el último año, el retroceso es del 40 por ciento”, indica un estudio del Observatorio de Política Públicas de la Universidad de Avellaneda.
No pareciera verse una luz pronta. Macri implementó varias medidas como el congelamiento de los precios de 64 alimentos y de tarifas de servicios públicos durante seis meses, pero estos resultan apenas paliativos para reducir la inflación.
Es año electoral y arrecia la dicotomía.
Como en 2015, el país se divide entre la K (Kirchner) y la M (Macri). Pero esta vez con un agravante: con el préstamo que hizo Macri al FMI por 57 mil millones de dólares quien gane deba enfrentar el pago de la deuda y por consiguiente será más difícil recuperar la economía. El clima social, como dicen en Argentina no está para chistes.
CATALINA OQUENDO B. 
PARA EL TIEMPO 
BUENOS AIRES 
En Twitter; @cataoquendo
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