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Latinoamérica

'Romero seguirá siendo voz de los que no pueden hablar en El Salvador'

Monseñor Óscar Arnulfo Romero

Monseñor Óscar Arnulfo Romero

Foto:Efe

El Vaticano canonizó este fin de semana a Óscar Romero. Vea cómo fue la vida de este santo.

“Yo denuncio, sobre todo, la absolutización de la riqueza. Este es el gran mal de El Salvador: la riqueza la propiedad privada, como un absoluto intocable. ¡Y ay del que toque ese alambre de alta tensión! Se quema…” Monseñor Romero, Homilía del 12 de agosto de 1979.
Como la anterior, innumerables fueron las denuncias que Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, presentó a la comunidad internacional durante los años que sirvió en su país. Ello le valió no solo el respeto de los sectores más populares de su país, sino también el reconocimiento y apoyo a su labor por parte de importantes figuras como Pablo VI, quien decidió alentar la causa de Romero, pese a la presión de los sectores conservadores de la Iglesia y de la sociedad, que veían en el llamado 'Santo de América' una amenaza.
En una ceremonia ante decenas de miles de personas en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco santificó a Oscar Arnulfo Romero y al Papa Pablo VI, junto a otras cinco personas menos conocidas nacidas en Italia, Alemania y España en los siglos XVIII y XIX.
Ambos eran hombres de carácter tímido y quedaron expuestos a la vida pública por los fuertes cambios políticos y sociales del siglo XX y tuvieron fuerte influencia en el actual Pontífice, el primer Papa proveniente de América Latina. En su homilía, leída con las figuras de las siete personas santificadas de fondo, el Papa Francisco llamó al
Papa Pablo VI un profeta que abrió la Iglesia al mundo. Además elogió a Romero por dejar de lado su propia vida para ponerla al servicio de los más pobres y de su pueblo.
Romero, que solía denunciar la represión y las situaciones de pobreza en sus homilías, fue baleado a muerte por un francotirador el 24 de marzo de 1980 en San Salvador, cuando celebraba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia. 
"San Romero nos inspira a luchar por la justicia y la dignidad de las personas, por ser voz de los que no la tienen y de los menos privilegiados, de los pobres. Por eso, desde un punto de vista humanos vemos su canonización como la corona merecida de monseñor, pero desde el punto de vista espiritual él se convierte en un intercesor, su trabajo continúa, ahora debe interceder por el pueblo ante Dios y seguir siendo la voz de los que no la tienen", dijo a ELTIEMPO.COM  Pedro Antonio Madrid, presbítero de la diócesis de Santa Ana, en El Salvador.
Pedro Antonio Madrid, presbítero de la diócesis de Santa Ana, en la parroquia Santa Bárbara (El Salvador).

Pedro Antonio Madrid, presbítero de la diócesis de Santa Ana, en la parroquia Santa Bárbara (El Salvador).

Foto:Cedida por Pedro Antonio Madrid

Según Madrid, "el tiempo se ha encargado de sanar las heridas de los salvadoreños y de mostrar la auténtica figura de monseñor Romero. Hoy en día vemos a toda una nación llena de júbilo al escuchar la proclamación de santidad de monseñor".
Además, el padre Madrid asegura que quienes conocieron a Romero lo describen como "una persona sencilla, temerosa en cierta manera, pero a su vez tímida". Sin embargo, agrega, "cuando se paraba frente al púlpito para dar la predicación era un hombre que se llenaba del espíritu de Dios y tenía esa capacidad de un profeta de denunciar las injusticias y lo hacía con fuerza y con autoridad".

Con ustedes, me cuesta ser pastor: Óscar Arnulfo Romero.

"Él siempre denunció el hecho de querer solucionar los problemas sociales con la violencia y era un hombre que nunca desatendía a la gente. Siempre que alguien lo buscaba él sacaba un espacio para escucharlos a pesar de ser obispo, era alguien cercano a la gente, un obispo del pueblo. Él mismo le decía a las personas: "con ustedes me cuesta ser pastor".
Pablo VI fue quien le dio a Romero el título de arzobispo el 8 de febrero de 1977, pero fue él quien se ganó el respeto del pueblo, católicos y no católicos, por su ardua e incesante lucha contra las injusticias sociales en su país, la dictadura militar, la guerra civil (que dejó unas 75.000 víctimas hasta que acabó en 1992) y el azote del Gobierno a los más necesitados. De la misma forma, despertó rechazo entre sectores de derecha al interior de la Iglesia, de la oligarquía y de las fuerzas armadas de su país.
Monseñor Óscar Arnulfo Romero

Monseñor Óscar Arnulfo Romero

Foto:Efe

En los diarios fue receptor de insultos y calumnias, además de amenazas de todo tipo. Varios de sus amigos sacerdotes fueron asesinados durante la época, él mismo enterró y ofició la misa de varios.
Ante Roma, diferentes obispos se prestaron para manchar su nombre. A pesar de ello, recibió el apoyo de Pablo VI y, posteriormente, de Juan Pablo II, quien respaldó su posición y lo alentó a continuar por la senda de la justicia y la pacificación de El Salvador.
El 3 de febrero de 2015, Francisco reconoció su martirio y fue beatificado el 25 de mayo de ese mismo año por el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en San Salvador.

Romero venció el mal

Muchos feligreses creen que, al ser elevado a los altares, el monseñor Romero venció a los que lo asesinaron y a los que lo desacreditaron calificándolo de "marxista", "agitador" y "loco" por denunciar la injusticia y la represión militar de la época.
"Hoy asistimos al triunfo de monseñor Romero. Desde antes de ser asesinado venció a sus asesinos al perdonarlos porque él sabía que lo iban a matar", declaró Julia Laínez, una maestra universitaria.
"Cuando una persona tiene el valor de hablar por otros que nadie habla por ellos, desde ese momento vence a cualquiera, vence al mal, eso hizo San Romero con decisión y valentía", subraya Laínez.

Justicia es la deuda

A pesar de la celebración, los salvadoreños lamentan que a 38 años del magnicidio nunca se haya llevado a la justicia a los asesinos del pastor. 
El asesinato de Romero polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que duró 12 años (1980-1992) y cobró la vida de al menos 75.000 personas.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la Naciones Unidas señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D'Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha).
María del Mar Quintana Cataño
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Con información de Efe y Reuters
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