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¿Es el fin del mito de Lula da Silva?
Lula, ¿el fin de un mito?

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

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Sebastião Moreira / EFE

¿Es el fin del mito de Lula da Silva?

Aunque podrá apelar condena, analistas creen que es el final de una corriente que marcó una época.

En los últimos tres años y tres meses, en Brasil todo ha sido crisis, todo ha sido confuso. Sus ciudadanos no saben si irán a las urnas en 2018, si tendrán un presidente interino por seis meses o si el Congreso elegirá al próximo mandatario directamente. Como tampoco, cuáles serían los candidatos presidenciales, pues gran parte de la élite política del país está salpicada en el mayor escándalo de corrupción en su historia: Lava Jato.

La destitución de la expresidenta Dilma Rousseff por “crímenes de responsabilidad” y la investigación contra el actual presidente Michel Temer, al ser acusado de autorizar el pago de sobornos, son hechos gravísimos con dimensiones estratosféricas, pero, sin duda alguna, la condena de esta semana por nueve años y medio al exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva por al parecer haber recibido un lujoso apartamento de una constructora a cambio de contratos de la estatal petrolera Petrobras es un hecho más que escandaloso, pues acaba con la imagen de, quizá, el hombre más popular del país y el más grande ícono de la izquierda latinoamericana.

La sentencia en primera instancia a Lula del juez Sergio Moro, líder de la cruzada anticorrupción que vive el país, “significa el fin de un siglo, el fin de las promesas de un líder que en su momento fue el máximo representante de la transformación de un país, la expresión mayor de un liderazgo diferente en América Latina que quería imponer democracia a cambio de renovación social. Ahora, esta imagen se pierde aun si la sentencia fuese revertida por el Tribunal de Apelación", afirmó a EL TIEMPO Paulo Sotero, director del Instituto Brasil del Centro Wilson, en Washington.

A raíz de esta condena, nadie tiene claro si Lula –que gobernó el país entre 2003 y 2010–, y lidera la intención de voto en las encuestas, podrá postularse de nuevo tras ser condenado por los delitos de corrupción y lavado de dinero. Lo que sí esta claro es que a partir de la decisión, el exmandatario se convirtió en el primer expresidente brasileño en recibir una condena penal por un delito común. Un baldado de agua fría para sus simpatizantes y un mensaje cargado de decepción para otros gobernantes que veían en él un ejemplo.

No creo que podamos decir que es el fin de Lula en su carrera política

Rafael Cortez, analista político de Tendencias Consultoría, un 'think tank' con sede en São Paulo, opina: “Con la condena de Lula no creo que podamos decir que es el fin de Lula en su carrera política, sino el fin del mito de Lula o el fin de la representación de un liderazgo importante en Brasil. No solo desde el punto de vista doméstico sino que creó una imagen muy positiva para el país en, tal vez, su momento más importante”.

El expresidente, quien además enfrenta otras cuatro causas penales, niega categóricamente todos los cargos y los atribuye a una conspiración para impedir su candidatura en 2018. “A partir de ahora, voy a reivindicar del PT (Partido de los Trabajadores) el derecho de postular a la candidatura de 2018”, declaró Lula. “Si alguien quiere sacarme del juego con esa sentencia, tiene que saber que sigo presente”, proclamó.

"Esta sentencia se da en un momento de coincidencias. Justo cuando a Lula lo investigan por otras causas. También cuando se adelantan otros juicios que involucran al presidente de Brasil, Michel Temer. Por primera vez, un presidente en ejercicio es acusado de corrupción y por primera vez un expresidente es condenado por un crimen de corrupción", agregó Sotero.

Y es que como presidente, Lula canalizó recursos del auge de las materias primas hacia programas sociales que ayudaron a sacar a millones de la pobreza. Recientes sondeos de la encuestadora Datafolha señalan que en un eventual balotaje en 2018, Lula derrotaría a todos sus rivales, excepto a la ambientalista y dos veces candidata Marina Silva, con quien está en empate técnico.  Pero, si Lula no consigue ser candidato, y con un 20 por ciento del electorado indeciso, la elección está abierta.

“Brasil está ahora tan polarizado como EE. UU.”, dijo a Reuters Carlos Melo, analista político en la escuela de negocios Insper, en São Paulo. “Si Lula no está, sin duda que se abrirá la puerta a un líder emocional que no sea del sistema político tradicional, un poco como el presidente Trump”, añadió Melo.

Para el analista Sotero, "Esta es una época de desilusión muy fuerte de todos los brasileños  con la clase política del país. Es difícil prever lo que va a pasar en este momento. Si no es condenado (Lula), puede concurrir a la presidencia y tendría la posibilidad de ser elegido, pero otros (analistas) creen que no sería elegido para llegar al puesto más importante del país".

La sed pública por un candidato más histriónico y antisistema, dijeron Melo y Cortez, podría alentar a dos outsiders o de corrientes populistas como Ciro Gomes, un exgobernador, ministro y legislador afiliado al Partido Democrático Laborista, o Joao Doria, el rico empresario alcalde de São Paulo y expresentador de la versión brasileña del programa de televisión El Aprendiz.

"Una decisión muy polémica no solo para Lula sino para la democracia brasileña, porque es un tema que define además del destino del expresidente, demuestra el papel importante del poder judicial en la democracia, especialmente en un momento donde hay diversas investigaciones judiciales sobre todo con la clase política. Un desafío importante para que la justicia se mantenga eficiente, sin eventuales contaminaciones,  por culpa de la cuestión político partidiaria", agrega el analista Cortez.

Así las cosas, el mandatario no la tiene fácil, a no ser que logre mover su maquinaria política y alcance un salvavidas al ganar la presidencia. Según expertos, el proceso antes de la condena en segunda instancia puede durar entre 12 y 16 meses, es decir que el fallo se conocería por la misma época o, si no, meses después de que el país concurra, si es que lo hace, a las urnas.

“A partir de ahora se manejan tres hipótesis: la primera es que Lula, elegido presidente, sea condenado, pero obtendría los beneficios del fuero. La segunda es que el exmandatario gane la presidencia, pero sea declarado inocente por el Tribunal de Apelaciones. Y la última es que llegue a segunda vuelta, pero pierda la presidencia. ¿Contra quien? Nadie lo sabe. Acá nadie sabe lo que va a pasar”, explicó Sotero.

Lo ocurrido con Lula es una muestra más del desprendimiento de la justicia con la clase política, motivada entre otras razones por el hartazgo del electorado a sus dirigentes y las malas cifras económicas que día tras día hunden ese proyecto llamado Brasil. "Lula llega a unas elecciones con muchas posibilidades de alcanzar la presidencia en la segunda vuelta, en parte, por culpa de un gobierno que ahora tiene muy baja popularidad. Eso crea en los electores un sentimiento de cambios y les pone una mirada para nombres distintos. Por tanto, el expresidente tiene mucha probabilidad de ser competitivo electoralmente hablando. Si Lula no está, el Partido de los Trabajadores (PT) no tiene las mismas posibilidades", concluyó Cortez.

Todo un reto para los políticos tradicionales que tendrán que reencontrarse con sus raíces para retomar la confianza del pueblo, su arma más valiosa.

ANDRÉS RUIZ
Redacción Internacional
En Twitter: @Ruizandress

Sergio Moro, el juez que divide a Brasil

Hace apenas tres años, Sergio Moro era un desconocido para los brasileños. Hoy figura entre los favoritos para la presidencia tras el protagonismo adquirido por la investigación del mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil.

Inspirado en la operación Lava Jato, que acabó con una compleja red de corrupción política en Italia en los años 90, el juez federal ha emprendido una lucha que por momentos ha enfrentado al poder judicial con el político y ha dividido a la sociedad brasileña entre quienes lo consideran un héroe y los que lo ven como un populista con intereses partidarios.

Moro nació en Maringá, en el estado sureño de Paraná, en una familia de clase media. Estudió derecho en su ciudad natal y se especializó en combatir el lavado de dinero en un programa de Harvard. Con solo 24 años se convirtió en juez y ahora compagina su trabajo en un juzgado de Curitiba con sus actividades como profesor de la Universidad Federal de Paraná y asesor de la Comisión de Constitución y Justicia del Senado. Tiene dos hijos con Rosangela Wolff, su esposa.

La Lava Jato ha proyectado la figura de Moro tanto en Brasil como en el exterior: apareció en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo de la revista Time el año pasado y entre los 50 líderes con mayor influencia en el mundo de Fortune. “La exposición y el castigo de la corrupción pública es un honor para una nación, no una desgracia”, resumió en una ocasión.

EFE

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