El nacionalismo catalán presiona desde hace meses a la Comisión Europea para que se ponga de su lado alegando que el gobierno español viola derechos fundamentales por no permitir el referéndum unilateral que va contra la Constitución española.
Bruselas siempre ha repetido que la crisis es un “asunto del ordenamiento interno” español, está claramente del lado de Madrid y ha repetido en varias ocasiones que una hipotética Cataluña independiente saldría automáticamente del bloque.
La insistencia de los nacionalistas de involucrar a la Comisión Europea podría incluso salirles por la culata. El Ejecutivo europeo es, según las normas del club, “guardián de los tratados de la UE”. El artículo 4 del Tratado de la Unión Europea asegura que la Unión “respetará las funciones esenciales del Estado, especialmente las que tienen por objeto garantizar su integridad territorial”.
Una declaración unilateral de independencia sería recibida en Bruselas como un espantajo. El eurodiputado catalán Javi López explicó a EL TIEMPO que esa declaración, “venga la semana que viene o después de unas elecciones regionales puede convertirse, más que una declaración de independencia, sería una declaración de impotencia”.
Bruselas asegura que cualquier referéndum debe hacerse respetando la Constitución española y de forma pactada con Madrid, requisitos que incumple la consulta de este domingo, que además no cuenta con las mínimas garantías democráticas como un censo de votantes o una autoridad electoral.
Y que, “si una parte de un territorio de un Estado miembro deja de ser parte de ese Estado, los tratados no se le aplicarían más”. Es decir, estaría fuera de la UE. Eso también se aplicaría al hipotético caso de que Madrid reformara su Constitución para aceptar un referéndum legal y vinculante en Cataluña.
Mientras el gobierno español intenta que la crisis no se internacionalice, los nacionalistas catalanes buscan lo contrario, por ahora sin éxito. Cuando en enero pasado el presidente catalán Carles Puigdemont visitó la “capital” europea los dirigentes de las instituciones del bloque no aceptaron recibirlo. Sólo pudo hablar en una conferencia organizada por su partido político en el Parlamento Europeo en la que la mayoría de los asistentes eran catalanes.
En Bruselas sentó muy mal la semana pasada que el nacionalismo tergiversara unas declaraciones del presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker en el sentido de que respetaría el resultado de un referéndum de independencia. Juncker se refería únicamente al caso de que el referéndum fuera legal y acordado con el Parlamento español y el Tribunal Constitucional.
Muchos diplomáticos recuerdan en Bruselas que todas las cancillerías del bloque ven el nacionalismo como un problema porque va contra la naturaleza esencial de la UE, que es una unión de Estados. Y porque sentaría un precedente para otros movimientos nacionalistas, como los flamencos belgas, los lombardos italianos, los corsos franceses o los bávaros alemanes.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Bruselas
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