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Europa

Razones que anuncian una fase más brutal de la guerra en Ucrania

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El Kremlin retomó la ofensiva a un costo elevado de bajas, mientras Kiev tiene fuerte resistencia.

Gracias a una estrategia inhumana en la que utilizan a miles de sus hombres como carne de cañón, las fuerzas rusas retoman poco a poco la ofensiva en Ucrania, ejerciendo una presión constante sobre el adversario, con bombardeos de artillería y asaltos combinados. La llegada de armas pesadas por un lado y centenares de miles de reclutas por el otro permiten pensar en la inminencia de una guerra aún más brutal.
La invasión rusa a Ucrania ha entrado en una nueva fase, más mortífera y catastrófica, y nada augura que Vladimir Putin, el único hombre que puede ponerle punto final, tenga la intención de hacerlo. Al cabo de un año durante el cual Ucrania obtuvo victorias decisivas contra las fuerzas rusas, recuperó parte de su territorio y resistió destructores bombardeos contra sus infraestructuras, la guerra parece estar cambiando de tenor, anticipando una difícil primavera.
Rusia ha asumido progresivamente una posición ofensiva. El ritmo de sus bombardeos de artillería y los asaltos combinados aumentan desde mediados de enero en toda la línea del Donbás, en el este del país, donde el ejército ucraniano consigue —con desigual éxito— contener esos ataques.
En el sur del Donbás, cerca de Vuhledar, dos brigadas de la marina rusa sufrieron durísimas pérdidas para obtener un avance territorial de un escaso centenar de metros. “Las fuerzas ucranianas consiguieron frenar en parte los ataques rusos gracias a un armamento occidental de calidad, como el cañón César francés”, señala una nota del grupo de expertos militares Conflict Intelligence Team (CIT). La defensa ucraniana sigue siendo encarnizada, incluso allí donde se ve expuesta a una potencia de fuego muy superior. A pesar de que Marïnka, ciudad satélite de Donetsk, haya sido arrasada por su artillería y su aviación, el avance ruso sigue siendo descartable.
Por el contrario, los rusos progresaron al oeste y al norte de Bajmut, donde formaron una tenaza que cortó los principales ejes viales de aprovisionamiento. Allí, el asalto es conducido desde hace siete meses por los mercenarios del grupo Wagner, esencialmente reclutados en las prisiones rusas.
Desde hace un mes, cuentan con el refuerzo de dos regimientos de paracaidistas y una brigada motorizada del ejército regular ruso. La situación de la ciudad ha sido objeto de intensos debates entre los partidarios de ejercer una máxima presión en las tropas —la infantería rusa sufre pérdidas enormes desde el comienzo del asalto en julio de 2022— y aquellos que defienden una retirada táctica hacia posiciones más ventajosas, para preservar la vida de sus soldados.
Más al norte, en la región de Lugansk, la contraofensiva ucraniana para retomar las ciudades de Kreminna y de Svatore patina desde octubre. En estos últimos días, las fuerzas rusas consiguieron hacer retroceder al adversario hasta un bosque situado en las inmediaciones.
Aun cuando el ejército ruso no haya ganado ninguna batalla decisiva desde la primavera de 2022 y progresa muy lentamente, ha recuperado la iniciativa. El objetivo militar del Kremlin consiste en recobrar la totalidad de las regiones de Lugansk y Donetsk. 
Para lograrlo, tendrá que conquistar ciudades importantes y bien defendidas como Sloviansk, Framatork y otra decena de centros urbanos de menor importancia. Los expertos, en todo caso, se muestran escépticos ante esa perspectiva: “Si después de siete meses de ofensiva no han podido obtener Bajmut, no veo cómo podrían hacer”, reconoce por su parte el general Nicolas Richou, historiador y excomandante de la 7.ª brigada blindada.

Ofensiva por aniversario

Alarmista, el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, repite como un mantra la intención del Kremlin de marcar el primer aniversario de su invasión, el 24 de febrero, con una nueva ofensiva “simbólica”, que mostraría “el éxito de las fuerzas rusas”. “Una nueva ofensiva rusa me parece posible, los rusos acaban de cambiar de responsable de operaciones y este debe hacer algo para impresionar a Putin”, analiza Marie Mendras, especialista de Rusia.
El 11 de enero, en efecto, el general y jefe de estado mayor ruso, Valeri Guerasimov, remplazó al implacable Serguei Suro vikin al frente de las operaciones militares en Ucrania. Militar aguerrido, Guerasimov es la última pieza del tablero de la dirigencia militar que le resta al jefe del Kremlin para defenderse de las críticas cada vez más violentas de los halcones del régimen como, por ejemplo, los líderes de las numerosas milicias, que sueñan con remplazar al ejército regular. En todo caso, son muchos los observadores que ponen el acento en que la última movilización rusa, lanzada en forma caótica en octubre de 2022, comienza a dar sus frutos.
En su informe de situación, el Institute for the Study of War considera que las fuerzas rusas lanzan “ataques limitados” en la mayor parte de la línea de frente, para distraer y fijar las fuerzas ucranianas, creando así “las condiciones necesarias para lanzar una operación ofensiva decisiva” en el eje Svatove-Kreminna. Pero esa estrategia de oleadas humanas lanzadas contra el enemigo tiene un costo altísimo en vidas.
Según expertos, en ciertos momentos Rusia ha perdido hasta unos 1.000 hombres por día, cifra similar a las pérdidas de Francia en la batalla de Verdun en 1916, durante la Primera Guerra Mundial. Y estima en cerca de 200.000 las pérdidas humanas rusas desde que comenzó la guerra. A eso debería agregársele la pérdida de 3.258 tanques, 2.251 sistemas de artillería, 233 sistemas de defensa antiaéreos, 195 aviones, 286 helicópteros, 796 misiles de crucero, 18 buques de guerra, 5.126 vehículos y tanques de combustible, 463 sistemas múltiples de lanzacohetes (Mlrs), 1.970 drones y más de 300 equipamientos especiales.
Ante esas sombrías perspectivas y dejando de lado el miedo de que el conflicto se transforme en un enfrentamiento este-oeste, los aliados de Ucrania decidieron por fin reforzar el arsenal de Kiev con tanques y sofisticados sistemas de defensa antiaérea. En los últimos dos meses, Estados Unidos prometió decenas de miles de millones de dólares en nuevos armamentos, entre ellos y por primera vez, vehículos de combate blindados Stryker, modernos sistemas de defensa antiaérea Patriot, otros blindados de transporte y sofisticados sistemas de artillería.
Los aliados de la Otán agregaron lo suyo: tanques pesados británicos Challenger 2, más de un centenar de Leopard 1 y 2 alemanes, que llegarán no solo de Berlín, sino también de otros países europeos, después de que Washington aceptó enviar sus Abrams. Ucrania pide ahora aviones de combate. Aunque convencidos de que llegará el momento de aprobarla, los occidentales frenan hasta ahora esa opción, invocando razones de logística y repitiendo el mismo debate que agitó durante semanas a los miembros de la Otán en torno a la entrega de tanques pesados. Pero Kiev necesita sobre todo municiones.

Moldavia, un pequeño país en peligro

La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, denunció esta semana supuestos planes de Rusia para derrocar al gobierno proeuropeo de su país. Esta exrepública soviética parece ser el nuevo objetivo de las fuerzas rusas. De 2,6 millones de habitantes, situada entre Rumania y Ucrania, candidata a entrar en la Unión Europea desde 2022, ha sufrido varias crisis desde el inicio de la guerra en Ucrania y lleva varios meses denunciando el “chantaje energético ruso”, que ha reducido a la mitad sus entregas de gas. “El objetivo es derrocar el orden constitucional y sustituir el poder legítimo en Chisináu por uno ilegítimo (prorruso)”, dijo la jefa de Estado, en el cargo desde diciembre de 2020. Según ella, el Krem-lin cuenta con “la implicación de fuerzas internas”, como el partido del magnate prorruso prófugo Ilan Sor, y también de ciudadanos rusos, bielorrusos, serbios y montenegrinos. Esta semana, Moldavia cerró su espacio aéreo a causa de un “objeto volante” desconocido.

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LUISA CORRADINI
La Nación (Argentina) – GDA
PARÍS
En Twitter: @lanacion
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