Van al menos 12 atentados terroristas en Europa, incluidos los sucedidos el jueves y el viernes pasados en las calles de Barcelona y Cambrils (España), los cuales siguen el mismo patrón: el atropello masivo de transeúntes y, luego, el uso de cuchillos o hachas para rematar a quien sobreviva.
Las fuerzas yihadistas del Estado Islámico (EI) han fijado esta forma de operar como su foco de acción en este continente, tras la respuesta occidental por las guerras en Siria e Irak, en particular, aunque ya antes Al Qaeda había dejado una estela de terror en Estados Unidos y Europa con ataques como el del 11-S y las bombas en Madrid y Londres. Una especie de castigo por su intromisión en esos conflictos.
Hoy, Europa y el mundo en general parecen no saber qué hacer ante el desafío yihadista, a lo que se suma que desde el viernes se han registrado varios hechos que crean la percepción de que hay un desbordamiento de la inseguridad.
El turno para España no es una sorpresa ni es el primer atentado que la sacude. Desde el 11 de marzo de 2004, cuando murieron 192 personas en ataques en los trenes de cercanías de Madrid, se sabía que algo podría ocurrir de nuevo. De hecho, el país ha mantenido durante estos años un nivel de alerta elevado.
Les correspondió esta vez a Barcelona y Cambrils. El jueves, al menos 13 personas murieron y un centenar resultaron heridas por una furgoneta que embistió a la multitud en la concurrida avenida de Las Ramblas de Barcelona, ataque reivindicado por el EI.
Horas después, pasada la medianoche, otro automóvil arrolló a varias personas y mató a una de ellas en el paseo marítimo de Cambrils. Los cinco ocupantes del vehículo, que llevaban falsos cinturones explosivos, un hacha y cuchillos, fueron abatidos por la policía. Es la misma célula conformada por unas 12 personas, según los investigadores.
“Hemos pasado de un tipo de atentados muy sofisticados, muy organizados y muy profesionales, metafóricamente hablando, que hacía Al Qaeda central (…) a un tipo de atentados de los llamados lobos solitarios (vamos a decirles así, aunque sean un grupo de personas) que se lanzan a la calle con un hacha, con un arma o utilizan un vehículo y asaltan a los ciudadanos y los atropellan de la forma más sencilla y menos preparada del mundo”, dice el periodista José María Irujo, experto en terrorismo yihadista. “Es una forma de actuar que ha puesto en boga el EI, el cual está perdiendo su poder y sus territorios en Siria e Irak y quiere hacerse patente en Europa con este tipo de atentados muy difíciles de controlar en cualquier país de Europa”.
Aparte del efecto inmediato del caos y muerte que produce, genera otras consecuencias a largo plazo. “Si cualquier objeto –incluso algo tan ubicuo como un auto– puede ser un arma, se aumenta la sensación de amenaza en la vida diaria urbana”, señala Amanda Taub en ‘The New York Times’. Agrega que los científicos políticos Marc Hetherington y Elizabeth Suhay han encontrado que cuando la gente se siente en peligro de un ataque terrorista “se inclina más a apoyar políticas duras y autoritarias y a sacrificar libertades civiles a cambio de la percepción de seguridad”.
España es un país netamente turístico y Barcelona, una de las localidades que más beneficios reciben de este renglón económico.
El ataque en Barcelona es también un atentado contra España. Visitada por más de ochenta millones de turistas al año, casi el doble de los habitantes de este país, el sector turístico representa el 11,1 por ciento del PIB y genera el 14 por ciento del empleo nacional.
La CIA avisó hace dos meses a la policía catalana del riesgo de atentado en Barcelona e incluso informó que Las Ramblas podía ser uno de los objetivos.
Incluso antes, en 2007, el embajador estadounidense en España Eduardo Aguirre lo había advertido: “Las autoridades españolas y norteamericanas han identificado Cataluña como el mayor centro mediterráneo de actividad de radicales islamista”.
Los ojos hoy están puestos en el Camp Nou, donde se celebrará el primer partido de liga entre el Barça y el Betis. Las medidas de seguridad se han extremado.
De otro lado, Cataluña es una región con un número significativo de inmigrantes provenientes del norte de África, lo que facilita la constitución de células terroristas y hace más difícil su control.
Lo dijo también el embajador Aguirre: “La alta inmigración, legal como ilegal, desde el norte de África (Marruecos, Túnez, Argelia), así como de Pakistán y Bangladesh hace de esta región un imán para reclutar terroristas”.
De acuerdo con Fernando Reinares, director del programa sobre terrorismo del Real Instituto Elcano, “entre 2013 y 2016, una cuarta parte de los sospechosos de terrorismo fueron arrestados dentro de la provincia de Barcelona”.
Hay otro factor adicional que diferencia a España del resto de países europeos: para los extremistas musulmanes, este país debe volver a ser parte del dominio musulmán que la subyugó durante ochocientos años, hasta que fueron expulsados en 1492.
“España, para los ideólogos de la yihad terrorista, continúa siendo ‘la perdida Al Andalus’, una tierra paradisíaca arrebatada por la fuerza al islam, cuya recuperación es irrenunciable”, señala el catedrático Manuel Torres en el diario ‘El País’.
Otro punto para tener en cuenta es la unión de España. Aunque todas las autoridades han mostrado una sola cara de rechazo al terrorismo y de solidaridad ante la tragedia, los independentistas catalanes ya han declarado no perder fuerza en su impulso soberanista.
Carles Puigdemont, presidente de Cataluña, dijo claramente que “los atentados no van a modificar la hoja de ruta sobre el ‘procés’ (proceso independentista)” y calificó de “miserable” la mezcla de esos planes con los ataques.
Para los países de la UE, Barcelona y, en general, España no son el punto final de esta macabra estela de sangre y dolor protagonizado por el terrorisno yihadista. La alerta continúa y se temen más atentados.
JUANITA SAMPER OSPINA
Corresponsal de EL TIEMPO
Madrid
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