Cae la noche en Kiev y el silencio -si no es roto por algún estruendo o las sirenas antiaéreas que llaman a todos a bajar a protegerse a los refugios-, es ensordecedor. De esos silencios que preceden la tempestad.
Hay toque de queda desde las 22 hasta las 7. El que no huyó en la mañana, cuando comenzó la invasión del país, está encerrado, siguiendo por televisión la dramática evolución de la increíble “operación militar especial” de Vladimir Putin, que apunta a “desnazificar” el país.
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Las tropas rusas están entrando desde Bielorrusia, en el norte, y desde la península de Crimea, en el sur, sin contar con que ya se encuentran en la región del Donbás, en el este. Además, rodean esta capital, que se encuentra vacía y blindada como nunca, con tanques y barricadas para protegerse del enemigo, que cada vez parece estar más cerca. Las versiones indican que los dos aeropuertos de Kiev, el de Borospil y el Hostomel, fueron tomados por fuerzas rusas, mientras crece el éxodo de civiles en trenes y autos. Y ya se contabilizan decenas de muertos.
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Los kievitas se habían despertado ayer a las 5 de la mañana con el fragor de explosiones –misiles lanzados contra objetivos militares de las afueras de la ciudad– que provocaron columnas de humo negro- y el ruido de las sirenas antiaéreas. Con ley marcial y estado de emergencia declarado por el Parlamento.
El fantasma más temido, el de una guerra no psicológica como hasta ahora, de una invasión, de repente se volvió una cruda realidad, que nadie sabe si puede llegar a ser la antesala de una deflagración mundial.
Si se duerme, hay que hacerlo vestido, con una mochila con todas sus pertenencias y documentos más importantes listos para llevarse a la hora de buscar resguardo.
En este marco traumático se vislumbran tres escenarios: que las fuerzas rusas, cinco veces superiores a las ucranianas, que ya atacaron varios objetivos de la periferia, como los aeropuertos, finalmente entren y tomen la capital; que los efectivos se detengan a sus puertas, cercándola; o que la pongan bajo sitio, en un escenario al mejor estilo de Sarajevo durante la trágica guerra en Bosnia de la década del noventa.
Los tres escenarios, según fuentes diplomáticas occidentales con información de inteligencia que hablaron con La Nación, incluyen entre los objetivos la destitución del presidente Volodimir Zelensky, considerado por Putin un títere de Estados Unidos y Occidente y ni siquiera un interlocutor.
Zelensky hizo saber que poco antes de declarar la guerra, intentó comunicarse, en un último y desesperado intento por frenar la hecatombe. Pero Putin no quiso atenderlo.
“Es una situación muy complicada, los rumores son que esta misma noche (el miércoles) van a cercar a Kiev y la gran pregunta es cuál metodología operativa será utilizada, bombas o ametralladoras, o si se va a optar por un ingreso silencioso y efectivo”, dijo un embajador occidental.
No se descarta, como ya habían adelantado informes de inteligencia occidental, que antes de Kiev, las fuerzas rusas tomen la estratégica ciudad de Kharkiv, al norte de esta capital, que queda a tan solo 40 kilómetros de la frontera con Rusia.
Se trata de una de las típicas ciudades exsoviéticas, famosa por sus edificios monumentales y una plaza considerada una de las más grandes del mundo.
Durante los tumultos de 2014, por los que Ucrania abrazó a Occidente y comenzó a humillar a Putin con el rechazo a su influencia, esa plaza perdió un monumento a Lenin y evitó terminar siendo un enclave prorruso, como pasó a ser Donestk, en el este del país.
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Zelensky, ayer en la madrugada, no bien comenzó un ataque tan anunciado que nadie se imaginó jamás que ocurriría realmente, rompió relaciones diplomáticas con Rusia.
Al respecto en esta capital asustada y muda, salvo cinco legaciones que decidieron evacuar y mudarse a la ciudad de Lviv, cerca de la frontera con Polonia, en el oeste, se calcula que quedan unos 60 embajadores.
Entre ellos, la embajadora argentina, Elena Mikusinski, diplomática de carrera con gran experiencia sobre sus espaldas, de origen polaco, que sigue trabajando a rajatabla y que no piensa en absoluto levantar campamento, según pudo saber La Nación.

Elisabetta Piqué sigue ‘in situ’ los acontecimientos en Ucrania.
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En un clima de enorme incertidumbre, más allá del pavor a que la situación degenere en un baño de sangre, también preocupa el destino de los cientos de miles de refugiados que está provocando esta recién iniciada guerra.
Entrevistado por la BBC el italiano Filippo Grandi, al mando de Acnur, aseguró que su organismo humanitario está listo para entrar en acción, algo que en este momento resulta imposible, ante las acciones militares en curso.
Grandi estimó que más de 100.000 ucranianos se fueron de sus casas, escapando de los bombardeos, muchos de ellos cruzando a Moldavia y luego a Rumania, desatando, así, una nueva crisis de refugiados que demuestra que, como siempre, los que más sufren las guerras son los que no tienen nada que ver con los juegos de poder de los gobernantes.
ELISABETTA PIQUÉ - ENVIADA ESPECIAL DE 'LA NACIÓN' (ARGENTINA)