El presidente de Rusia, Vladímir Putin, les ordenó el domingo a sus Fuerzas Armadas que elevaran el estado de alerta de las capacidades de disuasión nuclear con las que cuentan. En una escala de uno a cuatro, pasaron a dos.
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Este es el primer movimiento similar en el planeta desde que en 1973 Estados Unidos elevó en igual medida el suyo cuando los países árabes luchaban contra Israel en la guerra del Yom Kipur. Y si bien la situación está lejos de ser tan dramática como la crisis de los misiles rusos en Cuba, resulta ser inédita en Europa justo cuando el continente atraviesa una guerra ya en marcha.
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Putin busca probablemente que Europa y Estados Unidos no tengan tentaciones de intervenir directamente en Ucrania. Por ahora, ningún gobierno europeo ni el estadounidense tienen la intención de luchar junto a los ucranianos, pero sí aumentaron la entrega de armas. Justo el lunes, EE. UU. y la Unión Europea (UE) anunciaron el envío de 500 millones de dólares conjuntos para que Kiev gaste en armamento.
Fuentes de la Otán explicaron que tienen contactos regulares con su contraparte rusa para evitar una escalada nuclear por accidente o malentendido.
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Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las mediaciones de Kiev, Ucrania.
ALISA YAKUBOVYCH/ EFE
La Otán conoce las líneas rojas rusas, y Moscú, las de la Otán. En ese sentido, los gobiernos europeos no parecen temer la amenaza de Putin y la ven como un mensaje en clave interna o como una medida de propaganda externa.
Durante décadas, al contrario que en los casos de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, la doctrina nuclear rusa fue secreta. Pero en 2020, rompiendo con la tradición, el Kremlin publicó un decreto presidencial en el que aclara cuándo, cómo y contra quién Rusia podría lanzar un ataque nuclear.
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Esa doctrina no nombra adversarios específicos, pero es más clara al señalar que sus objetivos estarían menos centrados que antaño en el este y sur asiático y en Oriente Medio, y que Rusia se mueve más hacia teatros de operaciones regionales. Moscú sigue estableciendo que podría usar, en ciertas condiciones, armamento nuclear para acabar una guerra convencional.
La Unión Soviética siempre mantuvo en secreto su doctrina militar. Rusia, su sucesora legal y heredera de aquel armamento (había también en Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán, pero lo entregaron al Kremlin a cambio de garantías de seguridad), también mantuvo sus doctrinas nucleares en secreto. La de 2010 sigue siendo clasificada.
Los analistas internacionales se tenían que contentar con documentos de doctrina militar general que tenían alguna indicación sobre el uso de armas atómicas y que son de acceso público.
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El nuevo documento, sin entrar en detalles, es más claro. Explica en qué escenarios se usaría armamento atómico, cómo se advertiría a otros países y cuál sería la cadena de mando.
El documento ruso establece en su artículo 18 que el presidente es el máximo responsable para decidir sobre el uso de la bomba en cualquier escenario, por lo que sin su aprobación no se pueden usar.
Durante años, Rusia miró a Asia y Oriente Medio como potencial fuente de amenazas nucleares. China es oficialmente poseedora de la bomba. Corea del Norte, India, Paquistán e Israel, no oficialmente. Eso, sumado a que por décadas se mira a Irán con inquietud, aunque no hay ninguna prueba de que llegara a fabricarla.
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Un vehículo blindado de transporte de personal (APC) ruso ardiendo junto al cuerpo de un soldado no identificado durante una pelea con las fuerzas armadas ucranianas en Kharkiv.
SERGUÉI BOBOK / AFP
El nuevo documento de doctrina olvida esas amenazas, aunque en la práctica podrían ser las mismas con las que años atrás Rusia realizó maniobras con Iskander-M (pueden lanzar tanto armamento convencional como nuclear) hasta 2019 cerca de las fronteras chinas.
Como medida de transparencia, Moscú invitó a funcionarios chinos, indios y paquistaníes a presenciar los ejercicios.
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Una de las partes más llamativas del documento aparece en su artículo 4.º. En él se explica, usando circunloquios, que Rusia podrá usar el armamento nuclear para acabar o prevenir un ataque contra la propia Rusia o sus aliados en cuatro casos específicos: cuando se dispararen misiles balísticos contra el territorio de Rusia o de un aliado, cuando un enemigo utilizara armas nucleares, un ataque contra un emplazamiento de armas nucleares ruso o un ataque que amenazara la propia existencia del Estado ruso.
Se trata de una referencia a un concepto de uso nuclear conocido como “escalar para desescalar”. Usar limitadamente una bomba nuclear, no un ataque generalizado, para que un adversario militar se rinda y acepte las condiciones que le imponga Rusia.
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Alargando el concepto, sería el uso que oficialmente hizo Estados Unidos de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki.
En ese entonces, Washington defendió durante décadas que su uso había puesto fin a la guerra y había ahorrado cientos de miles o millones de víctimas más entre las tropas japonesas, sus propias tropas y la población civil japonesa si Estados Unidos hubiera tenido que invadir Japón.
El documento ruso dice, literalmente, que durante una guerra convencional la doctrina rusa “prevé evitar la escalada de las acciones militares y lograr su finalización en condiciones que sean aceptables para la Federación Rusa y sus aliados”.
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Misil ruso.
EFE
Ese uso del arma atómica también podría hacerse, según su doctrina, de forma que se produzca lo que se llama “un daño calculado”. Un ataque, por ejemplo, sobre una zona no poblada o en el mar o como una forma de advertencia final al país rival para que se rinda sin condiciones.
También serviría en la doctrina rusa para impedir que otra potencia nuclear acudiera en ayuda de un país vecino, en guerra contra Rusia, como ahora mismo sería el caso de Estados Unidos o las potencias europeas aliadas con Ucrania.
Justo ayer, Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de EE. UU., manifestó en un testimonio preparado para ser presentado a un subcomité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes que las nuevas armas nucleares rusas están diseñadas para planear a velocidades extremadamente altas y maniobrar a bajas altitudes “para dificultar nuestra capacidad de detección y seguimiento”.
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“En los próximos años, Rusia busca desplegar un nuevo ICBM de carga pesada” que, según Putin, “podrá lanzar ojivas nucleares a Norteamérica desde trayectorias tanto norte como sur” y evitar el seguimiento de los radares terrestres estadounidenses.
La inteligencia de EE. UU. aseguró también que Moscú sigue trabajando en el misil de crucero intercontinental de propulsión nuclear Skyfall y en el vehículo submarino autónomo, o dron, Poseidón, con armamento nuclear.
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En su manual de uso nuclear, Rusia mantiene las limitaciones y de uso exclusivo solo en caso de confrontaciones regionales con sus vecinos del sur y el este, no contra la Otán y Estados Unidos. En este último caso, el Kremlin entiende que la guerra nuclear sería masiva.
Cuando Estados Unidos publicó su última revisión de doctrina nuclear en 2018, Putin dijo: “Cualquier uso de armas nucleares contra Rusia o sus aliados, con armas de cualquier alcance, de corto, medio o largo, será considerado un ataque nuclear contra este país. Las represalias serán inmediatas, con todas las consecuencias esperables”.
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Un militar ucraniano y un perro miran el humo de un depósito de almacenamiento de petróleo quemado, después de que un misil ruso atacara cerca de Kiev.
ALISA YAKUBOVYCH/ EFE/EPA
La doctrina rusa dice que su disuasión nuclear es solo contra “Estados individuales o coaliciones que consideren a la Federación Rusa un potencial adversario y que tengan armas nucleares o cualquier otro tipo de armas de destrucción masiva o (y esta parte es clave) que conlleven un potencial de combate de fuerzas generales significativo”.
En ese sentido, Rusia no atacaría con armamento nuclear a un país al que considere con potencial suficiente para sostenerle una guerra, sino que tendría en cuenta las intenciones de ese país.
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Así, China no sería un adversario, pero sí lo serían Estados Unidos y la Otán porque Washington considera a Moscú una latente amenaza nuclear.
El breve documento ruso puede hacer que continúen las dudas de otras potencias, sobre todo de China, Paquistán o India. Y lo cierto es que tampoco aclara todas las ambigüedades sobre el uso de armamento nuclear contra un ataque convencional o contra el territorio ruso, pero por lo menos es un avance en términos de transparencia a nivel global.
La demostración de alto nivel de los sistemas de armas nucleares del presidente ruso, Vladimir Putin, el mes pasado fue “reprogramada y completada” para “coincidir con la invasión” de Ucrania, dijo el jefe del Comando Estratégico de Estados Unidos.
Putin participo en el último ejercicio y en uno en octubre de 2019 que mostró “un alto nivel de preparación de las fuerzas nucleares estratégicas de Rusia” y tenía la intención de servir “como un mensaje visible para EE. UU. y la Otán”, agregó ayer el almirante Charles Richard.
EE. UU. aseveró que el evento de 2019 fue el mayor ejercicio nuclear estratégico de Rusia desde el colapso de la Unión Soviética y “notable por el tamaño y el alcance de las fuerzas nucleares involucradas y los mensajes estratégicos”.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Especial para EL TIEMPO
BRUSELAS
En Twitter: @IdafeMartin