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Europa

El pulso Putin-Navalny y el futuro de Rusia

El líder de la oposición ruso, Alexei Navalny.

El líder de la oposición ruso, Alexei Navalny.

Foto:Kirill Kudryavtsev. AFP

Desde que arrestaron a Alexei Navalny, la política del país en: estás con Navalny o con Putin.

Desde que arrestaron a Alexei Navalny a su regreso de Alemania y lo enviaron apresuradamente a prisión, las autoridades rusas han convertido la política del país en un asunto binario: o estás con Navalny o con el presidente Vladimir Putin. Pero, a pesar de la represión, no está claro que Putin vaya a ganar.
Desde que los rusos comenzaron a protestar por el encarcelamiento del líder de la oposición Alexei Navalny, las fuerzas de seguridad aparentemente han tenido carta blanca para arrestar a los manifestantes: lo han hecho por miles. Incluso quienes tocan la bocina de sus autos en solidaridad con los manifestantes, corren el riesgo de sufrir repercusiones personales. La respuesta oficial a las protestas va más allá de las represiones anteriores del Krem-lin. Esta vez es la guerra.
Navalny ha sido durante mucho tiempo un destacado oponente del presidente Vladimir Putin. Pero su arresto, ocurrido inmediatamente después de que regresara a Moscú desde Alemania, donde había pasado meses recuperándose de un envenenamiento presuntamente ordenado por el Kremlin, lo ha convertido –así como a sus compañeros de causa, muchos de los cuales también han sido arrestados– en una autoridad moral también.
Ahora que ha sido condenado a casi tres años de prisión –tiempo que se puede extender si las autoridades lo acusan de más delitos–, la posición moral de Navalny está a la par con los disidentes soviéticos tardíos como Andrei Sakharov.
Los rusos, que hace unas semanas nunca imaginaron que se arriesgarían a ser arrestados por algún imperativo moral, han salido a las calles. Y muchos de los que se quedan en casa siguen con simpatía las noticias de las protestas y la difícil situación de Navalny.

Miles de detenidos

Por supuesto, esta no es la primera ola de protestas a la que se enfrenta el régimen de Putin. En 2011, los rusos inundaron las calles para protestar por los resultados de una elección legislativa, y las manifestaciones continuaron durante el primer semestre de 2012. Pero la respuesta del Kremlin fue muy diferente entonces.
Si bien algunos manifestantes enfrentaron cargos penales, las manifestaciones no fueron aplastadas de una manera tan cruel. A fines de 2011, incluso hubo rumores de que Putin estaba listo para entablar un diálogo genuino con la sociedad civil, lo que generó esperanzas de que se estaba desesperando, e incluso de que su régimen podría estar al borde del colapso.
Pero ese colapso no llegó. Y, esta vez, el Kremlin no da ningún indicio de que negociará con los manifestantes. Los guardias rodean el barrio del Kremlin y el barrio del Servicio Federal de Seguridad, y la policía y la Rosgvardia (guardia nacional) han arrestado a tantos manifestantes, que los centros de detención han estado a punto de estallar.
Pero, para aquellos a quienes les gustaría ver caer a Putin, este puede ser un resultado más prometedor que lo que sucedió hace una década, porque muestra que el presidente está a la defensiva. El Kremlin se ha convertido esencialmente en un búnker.

...para aquellos a quienes les gustaría ver caer a Putin, este puede ser un resultado más prometedor que lo que sucedió hace una década, porque muestra que el presidente está a la defensiva

Putin, que históricamente ha evitado responder a las acusaciones de corrupción, incluso ha negado ser dueño del opulento palacio en el Mar Negro que Navalny presentó en un video viral reciente. Este cambio refleja los acontecimientos en Rusia desde la anexión de Crimea hace siete años.
Las sanciones occidentales impuestas en respuesta a esa acción han erosionado gradualmente la economía de Rusia. Y debido a que la intervención estatal en la economía es esencial para mantener un régimen autocrático, un enfoque que casi inevitablemente termina con intentos de regular los precios, se ha hecho evidente una erosión política. Bienvenidos a la extinta Unión Soviética.
En la Rusia actual, la política económica se está volviendo cada vez más primitiva: recaudar dinero de los contribuyentes y gastarlo en lo que Putin y sus compinches quieran, como la aplicación de la ley y una vasta burocracia. Lo que se traduce en poderosos servicios de seguridad y policías antidisturbios que persiguen a los jóvenes en las calles y los golpean con porras; jueces que dictan las sentencias que quiere el Kremlin y una máquina burocrática con millones de empleados, que repite sin pensar la línea del Kremlin. Por ejemplo, que el envenenamiento de Navalny fue organizado por Occidente.


Cifras elocuentes

Menos importante, aparentemente, es una economía sana y en funcionamiento. Desde que Rusia invadió Ucrania, los inversores privados y extranjeros han perdido interés. Con un crecimiento económico apenas por encima de cero, los ingresos reales han caído un 10,6% desde 2014. El Gobierno ruso informa de una caída del PIB del 3,1% en 2020, pero en términos de rublos, y el rublo se debilita día a día. Medido en dólares estadounidenses, el PIB de Rusia en 2020 fue un 10% menor que en 2019.
Los economistas dicen que el rublo está infravalorado debido a ‘factores políticos’. Pero esos factores son obra del propio Kremlin. Es el rechazo absoluto de Putin, no solo a la democratización y la liberalización económica, sino a cualquier intento de modernización, lo que ha puesto a la economía de rodillas.
Y no es solo la economía la que está sufriendo. El sistema judicial de Rusia ya no es creíble. Las universidades están perdiendo su vigor intelectual, a medida que los profesores se reprimen y los activistas estudiantiles son expulsados. Incluso la burocracia estatal se está deteriorando. Si el Ministerio de Relaciones Exteriores no puede llevar a cabo negociaciones productivas con Occidente, ¿de qué sirve? ¿Su único propósito es producir propaganda tosca al estilo estalinista?
Esta podredumbre institucional refleja hasta qué punto el régimen de Putin se ha vuelto obsoleto, moral, política y tecnológicamente. Retratos de Genrikh Yagoda, el director de la temida NKVD (la policía secreta de la Unión Soviética), cuelgan en los recintos policiales (uno de ellos fue visible durante uno de los juicios de Navalny). Y se planea una estatua de Lavrenti Beria, la figura más aterradora en la historia rusa del siglo XX después de Stalin, para la sala de exposiciones de la Rosatom State Atomic Energy Corporation.
Mientras el Estado se aferra al pasado, la sociedad rusa se moderniza. Aquí radica el verdadero conflicto en Rusia hoy: lo anticuado y lo moderno compiten por los corazones y las mentes de los rusos comunes. En esta guerra no habrá concesiones. La actividad de oposición se considera un delito. Y las organizaciones sin fines de lucro y los medios independientes están siendo etiquetados como agentes extranjeros.

...la sociedad rusa se moderniza. Aquí radica el verdadero conflicto en Rusia hoy: lo anticuado y lo moderno compiten por los corazones y las mentes de los rusos comunes

Las autoridades creen que, al enviar a Navalny a prisión, han sofocado su influencia. Pero han logrado el resultado opuesto, reforzando su popularidad incluso entre aquellos a quienes antes no les gustaba mucho. Navalny se ha convertido en una autoridad moral para muchos, atrayendo un enorme interés tanto en él como en las protestas. Al tiempo que todo esto ha servido para denunciar la brutalidad de las autoridades. Aunque su índice de desaprobación haya aumentado, porque los leales a Putin lo ven cada vez más como una amenaza real.
La misma encuesta muestra que Navalny goza de un gran apoyo entre los jóvenes, especialmente los de 18 a 24 años. En otras palabras, Putin está empezando a perder la batalla de las generaciones futuras ante Navalny.
Las protestas han convertido la política rusa en un asunto binario: o estás con Navalny o con Putin. Y ese es un concurso que Putin ya no confía en poder ganar.

Sanciones de Europa y EE. UU.

Estados Unidos, en coordinación con la Unión Europea, ha anunciado una serie de sanciones contra Rusia por el envenenamiento y encarcelamiento del opositor Alexei Navalny, con lo que también buscan presionar para que lo liberen. Estas sanciones están dirigidas hacia funcionarios y entidades.
UE. Sanciones contra cuatro altos funcionarios rusos de las áreas de justicia y defensa, involucrados en la detención y condena de Navalny.
EE. UU. Sanciones contra siete altos funcionarios rusos.
EE. UU. y UE. Los sancionados tendrán prohibido viajar a la Unión Europea o Estados Unidos y sus fondos y bienes en esos países serán congelados.
EE. UU. Sanciones a 14 empresas con controles a sus exportaciones, ante la posibilidad de que puedan ayudar a Rusia a desarrollar armas químicas.
EE. UU. Restringirá algunas exportaciones a Rusia.
ANDREI KOLESNIKOV*
© Project Syndicate
Moscú
(*) Es investigador principal y presidente del Programa de Política Nacional e Instituciones Políticas de Rusia en el Carnegie Moscow Center.
REDACCIÓN DOMINGO
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