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Europa

El largo camino de la legalización de la eutanasia en España

En 2019, un médico español fue condenado por practicar la eutanasia. Esto llevó a que ciudadanos buscaran un millón de firmas para pedir la despenalización.

En 2019, un médico español fue condenado por practicar la eutanasia. Esto llevó a que ciudadanos buscaran un millón de firmas para pedir la despenalización.

Foto:EFE

La ley aprobada este miércoles entrará en vigor la ley, después de una moratoria de tres meses.

Un hombre inmóvil en una cama bebe algo a través de un pitillo. Se trata de una sustancia que termina con su vida. Millones de españoles vieron esa imagen y, aunque han pasado más de dos décadas, la retienen en su cerebro.
Se trataba de Ramón Sampedro, que llevaba 28 años tetrapléjico y había manifestado en varias ocasiones su deseo de morir. De hecho, empezó un viacrucis legal en 1996, pero la justicia nunca le dio el permiso para que le ayudaran a quitarse la vida (él físicamente no podía).
Incluso acudió en persona a la Audiencia Provincial de A Coruña en 1996. Hay imágenes que lo muestran con un gorro en una silla de ruedas, empujada por un familiar.
Sampedro lo pensó al detalle. Aunque llevó el caso al Tribunal Constitucional, no esperó la decisión. Se trasladó a una casa de campo y encargó misiones a once personas.
No podrían culpar a ninguna de cooperación necesaria al suicidio por su pequeño aporte, y la suma de todos le permitiría acabar con su vida.
Así, cada una colaboró con una pequeña acción: comprar el cianuro, analizarlo, medirlo, disolverlo, servirlo en un vaso, ponerle el pitillo, acercárselo a la boca, recoger la carta de despedida y poner en marcha la cámara.
En la grabación, él explica que actúa por su voluntad y pide que no se acuse a nadie de su muerte.
Sampedro amaneció sin vida el 12 de enero de 1998, hace 23 años. Tenía 55. Hoy sería el primero en celebrar la ley de eutanasia que acaba de recibir luz verde en el Congreso de los Diputados en España y que, tras un trámite breve en el Senado, entrará en práctica en los primeros meses de este año.
Es, también, un ícono de la eutanasia en España, gracias a que su historia fue llevada al cine por Alejandro Amenábar en la película Mar adentro, que protagonizó Javier Bardem.

Yo lo afronto sabiendo que el sufrimiento es una capacidad del ser humano; el sufrimiento no es malo ni bueno: forma parte de la condición humana

Pedro Sánchez no alcanzó la mayoría simple en el Parlamento para ser reelegido.

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Foto:Ballesteros / Efe

Otras historias

Pero no es la única historia conocida en el camino que ha recorrido España hasta la legalización de la eutanasia.
Poco después, en 2006, Inmaculada Echevarría, una mujer de 51 años que sufría distrofia muscular progresiva, pidió que la desconectaran del respirador que la mantenía viva.
Llevaba diez años en la cama de un hospital de ideología católica que se negó a obedecer a la decisión de la Junta andaluza que ordenó satisfacer el deseo de la mujer.
La trasladaron a otro centro sanitario, donde le retiraron la máquina en 2007. Su caso llevó a que varias comunidades autónomas aceptaran la posibilidad de que una persona renuncie a un tratamiento y de que reciba una sedación, aun si le acorta la existencia.
En enero de ese mismo año, Madeleine, una francesa de 69 años que vivía en Alicante, decidió quitarse la vida. Sufría esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y acudió a la asociación Derecho a Morir Dignamente. Allí le ayudaron y una periodista dio a conocer la historia.
En 2011, el caso de Pedro Martínez llegó al escenario público porque los médicos que le brindaban cuidados paliativos se negaron a sedarlo cuando él lo pidió. Finalmente cambió de equipo y los nuevos profesionales sí accedieron.
Y todavía persiste la imagen de María José Carrasco, de 61 años, que difundieron los medios españoles en abril de 2019. Su marido le preguntó en varias ocasiones si era consciente de lo que iba a hacer y quería continuar. Ella, inmóvil por la ELA, respondió que sí. Luego él le acercó una bebida con un pitillo. Habían comprado la medicación por internet y ella había insistido en grabar para que quedara claro que se suicidaba y no culparan a su esposo.
Sin embargo, lo detuvieron y, aunque después lo dejaron en libertad, espera un juicio en un tribunal de violencia de género.
Carrasco se había cansado de esperar la ley de eutanasia. Su caso y los demás expuestos ayudaron a ejercer la presión necesaria para poner el debate en la luz pública y ofrecieron aportes para que se aprobara la norma.
Renunciaron a la intimidad para reivindicar el derecho a morir con lo que consideraban que era dignidad.

Creo que las personas son dueñas de su cuerpo y de su vida y, como tal, deben tener derecho a decidir cuándo y cómo morir

El debate

El camino legal que se abre la eutanasia en España ha reavivado el debate entre quienes se muestran a favor y en contra.
“Creo que las personas son dueñas de su cuerpo y de su vida y, como tal, deben tener derecho a decidir cuándo y cómo morir”, le dice a EL TIEMPO Roberto Díaz, de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) de España, que lleva 36 años luchando por la aprobación de la eutanasia.
Por su parte, el médico Ricardo Martino, experto en cuidados paliativos, explica en el portal de Vividores que él ve el problema desde otra perspectiva. “Yo lo afronto sabiendo que el sufrimiento es una capacidad del ser humano; el sufrimiento no es malo ni bueno: forma parte de la condición humana”, dice.
“No se puede ser humano sin sufrir y sufres porque eres humano. Si eliminas a las personas que sufren, parece que estás resolviendo el problema, pero es que la gente no solo sufre por enfermedad: sufre por soledad, por ruina económica, por desamor. ¿Esa es la solución? ¿Eliminar a los que sufren?”, añade.
Díaz no está de acuerdo. “No es siempre una cuestión de dolor, como creen algunas personas, sino sobre todo de libertad y de coherencia biográfica”, afirma.
Cuando se debate en torno a la eutanasia, sus opositores suelen compararla con el homicidio. “Como explicó el filósofo Jesús Mosterín, confundir la eutanasia con el homicidio es como confundir el amor con la violación, o el regalo con el robo, o lo voluntario con lo forzado”, explica Díaz.
“Ayudar a morir a la persona que lo desea, a quien libremente, en plenitud de facultades mentales y en el contexto de una dolencia irreversible, prefiere morir a seguir viviendo, es un acto de amor. No tiene nada que ver con un homicidio, que supone quitar una vida contra la voluntad de quien fallece”, agrega.
También se suele acudir a la defensa de los cuidados paliativos frente a la eutanasia, como solución alternativa para eliminar del dolor. “No es tanto la enfermedad, sino cómo se afronta y se vive la enfermedad”, señala Martino. “Ahora mismo por supuesto que hay enfermedades que no se curan, pero para ayudar a las personas tenemos medios para controlar el dolor”, dice. “Si están sufriendo en el modo de morir siempre podemos, si ellos quieren, sedarlos para que estén tranquilos, pero nunca ni adelantar la muerte ni prolongar la vida más allá de lo debido”.
Sin embargo, Díaz cree que el dilema entre cuidados paliativos y eutanasia que defienden los que se oponen a la aprobación de la ley es falso. “Son prácticas compatibles y complementarias”, asegura. “Los que queremos la eutanasia también queremos cuidados paliativos. Los países con mejores sistemas de cuidados de la Unión Europea son precisamente aquellos con leyes de eutanasia. Queremos que nos cuiden lo mejor posible, pero también elegir hasta cuándo queremos que nos cuiden”.
Los cuidados paliativos como la sedación, además, no constituyen siempre la solución. En el caso de Sampedro, por ejemplo, no lo habrían sido.
Agrega que el hecho de que “esté reconocido el derecho a una muerte voluntaria, segura y pacífica también beneficia a esa mayoría de personas que nunca solicitarán esa ayuda porque podrán afrontar el final de su vida con la tranquilidad de que no estarán obligadas a soportar situaciones que consideren personalmente insoportables”.
Por eso dice que la aprobación de la ley es “una satisfacción”. “Es mejorable, pero está entre las más avanzadas del mundo. Ayudará a mucha gente a tener una muerte mejor, más respetuosa con sus propios valores”, afirma. “Además, es una ley que no obliga a nadie a nada. A quien no quiera una eutanasia le basta con no pedirla. Si un médico no quiere practicarla, le basta con declararse objetor de conciencia”.

Los que queremos la eutanasia también queremos cuidados paliativos

Lo que dice la ley

La proposición de ley orgánica de regulación de la eutanasia la define como la “actuación que produce la muerte de una persona de forma directa e intencionada mediante una relación causa-efecto única e inmediata, a petición informada, expresa y reiterada en el tiempo por dicha persona, y que se lleva a cabo en un contexto de sufrimiento debido a una enfermedad o padecimiento incurable que la persona experimenta como inaceptable y que no ha podido ser mitigado por otros medios”.
También especifica que el mismo paciente puede practicar la eutanasia con la ayuda de personal sanitario, que le facilite los medios y la asesoría para hacerlo (suicidio médicamente asistido), y que puede ser activa, en la que “un profesional sanitario pone fin a la vida de un paciente de manera deliberada y a petición de este, cuando se produce dentro de un contexto eutanásico por causa de padecimiento grave, crónico e imposibilitante o enfermedad grave e incurable, causantes de un sufrimiento intolerable”.
Siempre debe darse dentro de ciertas condiciones y se debe garantizar la libertad del paciente al tomar la decisión.
El interesado –si está consciente– debe solicitar la eutanasia primero dos veces por escrito (o por otro medio si no puede escribir). Después de cada petición se produce una reunión con el médico, en la que confirma su intención. Luego una comisión de evaluación se pronuncia y el paciente de nuevo se reafirma en su deseo. En cualquier momento tiene la posibilidad de echarse para atrás.
Además, puede pedir la eutanasia cualquier persona con nacionalidad o residencia en España o con certificado de empadronamiento que demuestre que lleva más de un año en el país, que sea mayor de edad y consciente en el momento de expresar la solicitud.
Esta debe ser aprobada por varios estamentos médicos en un proceso que no debe superar cuarenta días. Y los sanitarios implicados en la ayuda para morir pueden “ejercer su derecho a la objeción de conciencia”, según la ley.
España pasa a ser parte de la reducida lista de países que aceptan la eutanasia: Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Colombia.
En Suiza el suicidio asistido está despenalizado, en los países nórdicos existe la eutanasia pasiva, algunos estados de los Estados Unidos contemplan posibilidades de ayudar a morir a enfermos y en Australia la eutanasia es legal.
JUANITA SAMPER OSPINA
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
MADRID

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