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Europa

El peligro de un Vladimir Putin impopular

El presidente ruso, Vladímir Putin.

El presidente ruso, Vladímir Putin.

Foto:Aleksey Nikolskyi / EFE

Expertos afirman que las derrotas electorales de Rusia Unida reflejan una fatiga, un cansancio.

Proyect Syndicate
El año pasado, el presidente ruso Vladimir Putin ganó la reelección, por cuarta vez, con el 77 % de los votos. Pero, de acuerdo con encuestas recientes, si hoy se celebraran elecciones presidenciales, Putin obtendría menos del 50 % de los votos, lo que lo obligaría a una segunda vuelta. Y esta es una situación peligrosa para Rusia y el mundo.
Putin consiguió por primera vez la presidencia en el 2000 con la promesa de elevar los estándares de vida y restaurar el estatus de Rusia como potencia global. Afortunadamente para él, los precios del petróleo comenzaron a dispararse. Mientras tanto, se puso a trabajar para revivir la Unión Soviética, bajo un nombre diferente, pero basado en la oposición al liderazgo estadounidense y la democratización al estilo occidental.
Desde el principio, Putin utilizó la censura de los medios de comunicación para asegurar su autoridad. Cualquier éxito, incluido el aumento de los precios del petróleo, era aclamado como su logro personal. Como declaró el portavoz de la Duma Vyacheslav Volodin en 2014: “Hay Putin, hay Rusia; no hay Putin, no hay Rusia”.
Los fracasos, por supuesto, nunca fueron culpa de Putin. Así que en 2007, cuando el crecimiento económico se estaba desacelerando y la desigualdad social aumentaba, Putin pronunció un discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich condenando a EE. UU. por su dominio de los asuntos globales, e insinuando que la expansión de la Otán en los países bálticos se dirigía contra Rusia.
De repente, todos los líos de Rusia podrían ser atribuidos a una nueva guerra fría, supuestamente declarada por Occidente. En 2008, la independencia de Kosovo y la guerra de Rusia con Georgia reforzaron aún más la narrativa de ‘fortaleza asediada’ de Putin.
No obstante, para 2013, los índices de aprobación de Putin cayeron a mínimos históricos. Así que Putin sacó las armas grandes. En 2014, después de que los atletas rusos tuvieron un desempeño impresionante en los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi (con la ayuda de un vasto sistema de dopaje patrocinado por el Estado), Rusia invadió Ucrania y se anexó a Crimea. Putin, proclamaron los medios estatales, estaba cumpliendo su promesa de restaurar la grandeza de Rusia.

La independencia de Kosovo y la guerra de Rusia con Georgia reforzaron aún más la narrativa de ‘fortaleza asediada’ de Putin

Su índice de aprobación se elevó al 85 %. Las tiendas rusas se llenaron de camisetas con su cara con frases como ‘Gracias por Crimea’. Para la mayoría de los rusos, la autoridad de Putin era indiscutible.
Putin había seguido el consejo atribuido a Vyacheslav Konstantinovich von Plehve, quien se desempeñó como director de la policía, y, más tarde, ministro del Interior, bajo el zar Nicolás II: “Para evitar una revolución, necesitamos una pequeña guerra victoriosa”. Pero la pequeña guerra victoriosa de Putin, así como el silenciamiento de la disidencia, trajo consecuencias graves debido a las estrictas sanciones occidentales impuestas en respuesta a la anexión de Crimea.
Como resultado de esas sanciones, el valor del rublo ha disminuido a la mitad frente al dólar, la inflación ha aumentado y el poder adquisitivo y el nivel de vida de los hogares rusos han disminuido. A fines del verano pasado, el gobierno ruso con problemas de efectivo se vio obligado a aumentar la edad de jubilación, una medida que se opuso al 90 % de la población. Ni siquiera un llamado televisivo de emergencia del propio Putin pudo calmar las aguas.
Además, y no obstante el respaldo de Putin, el partido gobernante Rusia Unida ya empieza ha sufrir reveses electorales. Para citar solo un ejemplo, en la elección de gobernador en Primorsky Krai, un candidato del Partido Comunista parecía ganar, gracias en parte a los votos de protesta contra Rusia Unida, antes de que la elección fuera declarada inválida, y el candidato de Rusia Unida fuera declarado ganador. El alboroto fue tan grande que, por primera vez en la historia post-soviética de Rusia, se tuvieron que anular las elecciones.
Algunos expertos afirman que las derrotas electorales de Rusia Unida reflejan una fatiga, un cansancio. A medida que el bienestar promedio de los rusos cae, y la riqueza de los secuaces de Putin ha seguido aumentando, las proclamaciones de la grandeza de Rusia han comenzado a sonar vacías.
La propaganda oficial culpa a Occidente por la difícil situación del país. Los rusos no están convencidos. Pero si los 18 años de Putin en el poder nos han enseñado algo, es que su decreciente índice de aprobación no es una buena noticia para nadie. Los rusos pueden estar cansados, pero Putin no lo está. Y si siente que su autoridad está disminuyendo, pronto podrá decidir que es el momento de obtener otra ‘victoria’ a expensas de los demás.
TIKHON DZYADKO
Periodista y analista de la cadena de televisión independiente RTVI
© Project Syndicate.
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