El pasado 14 de junio, un incendio devastó un edificio de viviendas sociales en Londres y al menos 79 personas murieron o desaparecieron. La torre Grenfell, construida en 1974, quedó completamente calcinada.

Tras la tragedia, las víctimas acusaron a los gobiernos conservadores de ignorar durante años sus quejas sobre las insuficientes medidas de seguridad en la torre.

Algunos sobrevivientes de la tragedia dijeron haber visto a gente cayendo o saltando desde la torre residencial de 120 departamentos y 24 pisos.

Otros testigos vieron cómo la gente dejaba caer a sus hijos desde las ventanas, para intentar salvarlos en un gesto desesperado.

La primera ministra británica, Theresa May, también fue duramente criticada porque en su primera visita al lugar de los hechos no atendió a los residentes y solo conversó con los servicios de emergencia. Incluso, varias víctimas la llamaron “cobarde” cuando se reunió con algunas de ellas.

En la torre Grenfell, ubicada en el norte de Kensington, oeste de Londres, un apartamento de dos habitaciones alcanzaba el costo de 250.000 libras. En el edificio habitaban unas 500 personas.

"Nadie quiso hacer caso a todas nuestras advertencias, una catástrofe como esta era evitable", publicó en su blog el Grupo de Acción de Grenfgell luego de la catástrofe.

Nana Akuffo, habitante de una torre vecina, estimó que esos problemas "se habrían solucionado" si hubiera sido el barrio chic de Knightsbridge.

Según anunció el Gobierno británico, los afectados serán alojados en 68 apartamentos de uno y dos dormitorios en el corazón de High Street Kensington, una de las zonas más pudientes de la capital. Mientras continúan las investigaciones y las críticas, por el momento se sabe que el material empleado en el revestimiento de Grenfell, denominado polietileno, está prohibido en Europa y en el Reino Unido.