Abulrahman, de 8 años, recién llegado de Yemen como refugiado, suspendió una prueba de alemán y debe seguir cursos separados de los niños austriacos, una decisión que genera debate en el país ya que hace temer que se instaure un sistema excluyente. Unos 6.300 niños en todo el país están en el caso de este niño.
Las clases especiales para alumnos que no hablan alemán fue uno de los proyectos emblemáticos de la coalición de conservadores (ÖVP) y de la extrema derecha (FPÖ), en el poder desde diciembre de 2017 hasta mayo pasado.
El gobierno defendió una integración que el nuevo equipo ministerial, dirigido por el canciller Sebastian Kurz, se propone continuar.
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Los Verdes, que sustituyeron a los nacionalistas como socios de coalición de los conservadores, reclaman ajustes de la reforma, pues temen el desarrollo de "clases guetos".
"Es una manera de impedir la exclusión definitiva de los alumnos incapaces de seguir debido a una falta de competencias lingüísticas", afirmó el ministro de Educación, Heinz Fassmann (ÖVP), renovado en sus funciones.
Sin embargo, el proyecto, iniciado en 2018, es contrario a lo que se hace en muchos países europeos, que privilegian la integración de los recién llegados.
La maestra Katrin Baminger trabaja con niños -oriundos principalmente de Afganistán, Bangladés, Hungría y Serbia -en la escuela Felbigergasse, en un barrio favorecido de la capital. "Durante tres horas, debo enseñarles las bases del vocabulario para que comprendan lo que se les dice y que comiencen a hablar", detalló la docente.
Los escolares se quedan una hora o dos para aprender las otras asignaturas, como historia y matemáticas. Ninguno podrá abandonar definitivamente esta clase de alemán hasta haber superado con éxito una segunda prueba, en la mayoría de los casos al cabo de dos semestres.
Ante la llegada de 180.440 solicitantes de asilo desde hace cinco años, Austria se preguntó cómo gestionar la integración rápida de todos los jóvenes refugiados. El país cuenta con 8,8 millones de habitantes y es una economía dinámica que atrae también a muchos trabajadores del Este de Europa.
Wolfsberg, Austria.
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La directora de la escuela Felbigergasse, Petra Revay-Schwarz, consideró que la mezcla de todos los niños, independientemente de su nivel de alemán, no sería un freno al aprendizaje. Al contrario, "ellos progresarían más rápido si pudieran interactuar con los austriacos", estimó.
"Muchos describen esas clases como guetos", admitió la docente. Desde el sindicato de maestros hasta la oposición de izquierdas, las críticas contra el gobierno fueron más fuertes cuando se creó el dispositivo.
Durante el debate parlamentario, el lingüista Hans-Jürgen Krumm, antiguo profesor de la Universidad de Viena, habló de una "medida de segregación, no de integración". Algunos veían también ahí una iniciativa electoral frente al temor de algunos padres a que bajara el nivel de las clases por causa de los alumnos que no hablan alemán.
En un sondeo de 2018, más de 80% de las personas consultadas era favorable a las clases separadas.
Efe