Las localidades afectadas por los devastadores incendios que desde el domingo arrasaron miles de hectáreas en Portugal intentan reponerse de una tragedia de grandes dimensiones a nivel humano, con 37 fallecidos, pero también de importantes proporciones ambientales.
Durante las horas más críticas del domingo y el lunes contaron solo con sesenta bomberos, "a todas luces insuficientes", ya que tenían que intentar apagar nueve fuegos, todos próximos a cascos urbanos.
"Uno de los incendios tenía un frente de diez kilómetros", por lo que "solo en la zona de Guarda hubiéramos necesitado entre 600 y 700 bomberos", subrayó. Aun así, Sequeira está orgulloso del trabajo desarrollado junto con la población, "nuestro mejor refuerzo", ya que los vecinos aportaron su maquinaria para evitar que el fuego llegara a los pueblos.
Solo en la zona de Guarda hubiéramos necesitado entre 600 y 700 bomberos
Además, consiguieron movilizar varias ambulancias hasta las aldeas para atender a las numerosas personas que "estaban muy nerviosas", indicó el comandante de Guarda.
El miedo fue la constante entre los habitantes de los pueblos afectados, como señaló Andrea Lages, dueña del único bar de Monteiros, quien aseguró que la del domingo fue "una noche de infierno" "Nunca había visto esto, las personas en la calle no sabían hacia dónde huir, iban de un lado a otro", recordó.
Mientras los vecinos se recuperan del susto y las autoridades locales comienzan a hacer balance de los daños, numerosos operarios intentan restablecer servicios básicos de telefonía, luz o agua, que dejaron de funcionar a causa del fuego.
La llegada de la lluvia y vientos menos violentos favorecían este martes el trabajo de los bomberos para controlar los devastadores incendios forestales que dejaron al menos 37 muertos en Portugal y cuatro en España.
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