El expresidente catalán Carles Puigdemont, en Bélgica hace casi un mes para huir de la justicia española, dijo que se refugiaba en Bruselas “porque es la capital de Europa”. Pero las instituciones europeas le dieron la espalda. El exmandatario es una especie de ‘apestado’ político que en un mes en Bruselas no ha sido recibido por ningún dirigente político más allá de un diputado nacionalista flamenco sin cargo en el gobierno.
Las instituciones europeas se pusieron desde el principio del proceso secesionista del lado del Gobierno español. Argumentan que quien violaba las leyes e iba contra la Constitución española y las normativas europeas era el gobierno nacionalista catalán, que declaró una independencia unilateral e ilegal el 27 de octubre.
Altos cargos de la Comisión Europea, como el vicepresidente Frans Timmermans, llegaron a tildar a Puigdemont de “nacionalpopulista”. El presidente del Ejecutivo europeo, Jean-Claude Juncker, dijo el domingo pasado en una entrevista al diario ‘El País’ que “el nacionalismo es veneno”.
El cierre de la puerta europea lleva ahora a Puigdemont a cargar contra Europa y a pedir, incluso, otro referéndum, esta vez para que los catalanes decidan si quieren seguir siendo parte de la Unión Europea. La propuesta es impracticable porque la membresía al bloque es española, no regional, pero Puigdemont intenta así ganar apoyos para las elecciones regionales del próximo 21 de diciembre.
El electorado más radical del nacionalismo catalán tiende, según los estudios, hacia la eurofobia a la vista de que la Unión Europea no acepta la deriva secesionista. El sentimiento europeísta es más fuerte entre los catalanes no independentistas. Los últimos sondeos para las regionales muestran que el partido de Puigdemont no alcanzaría ni el 15 por ciento de los votos. Sería la cuarta fuerza política.
La nueva estrategia eurófoba de Puigdemont se concretó en una entrevista concedida ayer al Canal 1 Kan, de la televisión pública israelí. En la entrevista, Puigdemont dice que la UE es “un club de Estados decadentes y obsolescentes, en el que mandan unos pocos, además muy ligados a intereses económicos cada vez más discutibles y donde hay varias varas de medir”.
Es un discurso que copia los argumentos de los partidos de ultraderecha, como el PVV, del holandés Geert Wilders; el Frente Nacional, de la francesa Marine Le Pen; o el UKIP, del inglés Nigel Farage. En ese contexto, Puigdemont dice al canal que los catalanes “deberían decidir si quieren pertenecer a esta Unión Europea y en qué condiciones. Vamos a ver qué dice el pueblo de Cataluña”, como si realmente tuviera alguna capacidad de organizar un referéndum en ese sentido.
El secesionismo catalán prometió durante meses a sus votantes que la declaración unilateral de independencia sería aceptada por Europa (ningún país en el mundo ha reconocido la no nata república catalana, que, según Puigdemont, está en vigor con él como presidente), y algunos miembros de su partido llegaron a decir que la Unión Europea expulsaría a España por no permitir el referéndum en Cataluña y adoptaría al nuevo país.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para el TIEMPO
Bruselas
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