Bielorrusia, la última dictadura de Europa, desató una crisis geopolítica el domingo pasado, cuando obligó a aterrizar un avión comercial de la aerolínea irlandesa Ryanair que volaba entre Atenas (Grecia) y Vilna (Lituania), dos capitales de Estados miembros de la Unión Europea (UE).Puede ser de su interés: (Mentiras como arma; editorial EL TIEMPO)
El régimen bielorruso lo hizo para detener al periodista opositor Roman Protasevich. Del avión también se bajaron la novia del periodista (Sofia Sapega), un griego que viajaba a Vilna para seguir camino a Minsk, capital bielorrusa, y dos hombres no identificados, probablemente agentes de los servicios secretos del régimen.
Pavel Slunkin, experto en Bielorrusia, antiguo funcionario de su Ministerio de Exteriores y hoy exiliado en Lituania y analista para el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, le explicó a EL TIEMPO que el secuestro del avión “es el claro recordatorio de que la crisis política en Bielorrusia está lejos de acabar y de que el país se ha convertido en una fuente constante de incidentes y desafíos peligrosos en la frontera de la Unión Europea”.
Este analista estima que “asaltando un avión europeo, el presidente (Alexander) Lukashenko ha internacionalizado una crisis que hasta ahora era principalmente interna y ha forzado a la Unión Europea a tomar medidas más fuertes contra su ilegítimo gobierno. Lo que pasó con el avión de Ryanair es el resultado triste y elocuente de la falta de una política europea clara hacia Bielorrusia en los últimos nueve meses y del sentimiento de impunidad de Lukashenko”.

El periodista opositor Roman Protasevich.
EFE/EPA/STRINGER
Europa reaccionó con cajas destempladas. Muchos dirigentes europeos hablaron directamente de “Estado pirata” o de “terrorismo de Estado”. Slunkin considera que cómo se llame al comportamiento del régimen bielorruso no es importante: “Las palabras no importan mucho para los actuales dirigentes bielorrusos, solo miran las acciones. Si llamas a algo ‘terrorismo de Estado’, debes estar preparado para responder de forma apropiada”.
La cumbre europea de principios de esta semana respondió anunciando sanciones económicas y prohibiendo que aerolíneas europeas sobrevolaran el espacio aéreo bielorruso. Las compañías de Minsk no podrán tampoco volar sobre el espacio aéreo de los 27 ni utilizar sus aeropuertos.
El canciller europeo, Josep Borrell, anunció el jueves que prepara sanciones contra las exportaciones bielorrusas. En Bruselas se apunta al fosfato, una de las principales materias primas del país y origen de gran parte de su ingreso de divisas.
Slunkin estima que “tolerar un comportamiento así reaccionando de forma impropia o insuficientemente fuerte será leído en Minsk como una luz verde para más acciones” y que “la Unión Europea no debe reaccionar solo a este incidente específico, sino estudiar una respuesta que se centre en resolver la crisis política en Bielorrusia.
La Unión debe cambiar cualitativamente su aproximación a Bielorrusia y no solo actuar por lo que pasó ahora. Si no se invierte lo suficiente en la solución de la crisis actual (que se arrastra desde las presidenciales de agosto), la Unión Europea se verá frente a numerosos desafíos peligrosos”.
Es el claro recordatorio de que la crisis política en Bielorrusia está lejos de acabar y de que el país se ha convertido en una fuente constante de incidentes y desafíos en la frontera de la UE”.
Protasevich es un joven (26 años) periodista, bloguero y fundador de un canal de Telegram, Nexta, que en los últimos meses del año pasado llegó a contar con 3 millones de seguidores (en un país de 9 millones de habitantes) que seguían así la evolución de las protestas desatadas contra el régimen después de que Lukashenko, que gobierna desde 1994, fue reelegido en unas elecciones presidenciales claramente fraudulentas. Protasevich vivía exiliado en Lituania.
Lukashenko dijo el año pasado que Nexta era un grupo extremista y que sus fundadores serían acusados de organizar disturbios y alterar el orden público. Protasevich está en la lista de terroristas del KGB bielorruso (el único servicio secreto del este de Europa que conserva el nombre de los tiempos soviéticos). Con las leyes bielorrusas podría ser condenado a una pena que podría ir de 15 años a pena de muerte.
Bielorrusia es desde hace años “la última dictadura europea”, un país controlado con puño de hierro por Lukashenko, que supo convivir, con altibajos, con Europa mientras siempre iba de la mano de Moscú. El régimen siempre controló y reprimió cualquier movimiento opositor y limitó al máximo la libertad de prensa. Decenas de disidentes políticos y periodistas pasaron por prisión o se exiliaron.
El papel de Rusia para mantener a Lukashenko es vital. Pero no está claro que estuviera detrás del secuestro del avión.
Este viernes, el presidente ruso, Vladimir Putin, sostuvo un encuentro con Lukashenko. En la reunión, Putin elogió “los resultados concretos” del acercamiento con Bielorrusia. “Estamos construyendo una unión” reforzada entre los dos países. Por su parte, en esa misma reunión, Lukashenko denunció las tentativas occidentales de “desestabilizar” a su país.
Por ahora, Estados Unidos anunció el viernes que impondrá una serie de sanciones contra Bielorrusia. La Casa Blanca dijo que elabora con la Unión Europea “una lista de sanciones selectivas contra el régimen de Lukashenko”.
Washington ya había impuesto sanciones económicas a nueve empresas estatales bielorrusas en abril tras la represión de manifestantes prodemocracia. Estas medidas entrarán en vigor el 3 de junio.
En agosto de 2020 todo empeoró en Bielorrusia tras el fraude electoral.
La oposición vio el vaso de la indignación lo suficientemente lleno para alentar las protestas, que se convirtieron en las mayores en décadas.

Tras el fraude en las pasadas elecciones se desató una ola de protestas contra el régimen de Lukashenko.
AFP
El fin del verano y el otoño fueron calientes políticamente, pero el régimen, gracias a una brutal represión, salvó la cabeza.
Cientos fueron torturados y condenados a largas penas de prisión. Informes de organizaciones como Human Rights Watch hablan de violaciones, torturas con descargas eléctricas y rotura de huesos. Cuatro personas murieron a manos de los policías. Entre agosto y noviembre fueron detenidas más de 25.000 personas.
La represión contra la prensa fue siempre dura, pero se agravó desde agosto. La Asociación de Periodistas Bielorrusos tiene documentados más de 500 incidentes desde ese mes.
Varios periodistas fueron acusados de “organizar acciones en grupos para alterar el orden público” o directamente de “organizar actividades terroristas”.
Lukashenko ganó limpiamente las elecciones de 1994 con un discurso contra la corrupción. Desde entonces, según todos los informes de organizaciones independientes, ha ido fabricando resultados fraudulentos para perpetuarse en el poder.
Durante los años de la Unión Soviética fue ascendiendo dentro de la jerarquía del Partido Comunista bielorruso y dirigió varias granjas colectivas.
Svetlana Alexievich, la periodista premio nobel de literatura que vive desde hace meses en Alemania, decía en una entrevista a la agencia Efe que Lukashenko piensa que puede seguir aferrado al poder “infundiendo miedo”, pero que se equivoca porque “una nueva generación ha alcanzado la mayoría de edad y sus mayores se han despertado. No son las mismas personas que hace 26 años”.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
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