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Europa

Novela de exespías de Londres y Moscú revive fantasma de Guerra Fría

Servicios de emergencia en London Road, cementerio donde están enterrados la esposa y el hijo de Skripal.

Servicios de emergencia en London Road, cementerio donde están enterrados la esposa y el hijo de Skripal.

Foto:Daniel Leal-Olivas / AFP

Ataque con químicos contra excoronel ruso Serguei Skripal, en el Reino Unido, desató la polémica.

El escándalo por el envenenamiento del exespía ruso Serguei Skripal y su hija Yulia en la ciudad de Salisbury (sur de Inglaterra) se convirtió en una bola de nieve que no para de crecer, ha puesto a tambalear la relación entre Occidente y Moscú y revive el fantasma de la Guerra Fría.
Todo comenzó el pasado 4 de marzo, cuando Skripal, un excoronel ruso de 66 años que fue condenado en su país por alta traición, y su hija, de 33 años, fueron hallados inconscientes en el banco de un parque.
Tan pronto se conoció el caso, el gobierno de la primera ministra británica, Theresa May, lanzó investigaciones que arrojaron que Skripal y su hija fueron atacados con una sustancia conocida como Novichok, un químico fabricado en laboratorios militares rusos a partir de los años setenta y más potente que el gas sarín o el VX.
La mirada se dirigió inmediatamente hacia Rusia, que se convirtió en un “muy probable” responsable del ataque. “Hay solo dos explicaciones plausibles sobre lo que ocurrió en Salisbury el 4 de marzo: o fue un acto directo del Estado ruso contra nuestro país o el Gobierno ruso perdió control de este agente nervioso potencial y catastróficamente dañino”, dijo May a la Cámara de los Comunes al tiempo que pidió a Moscú una explicación en 24 horas.

O fue un acto directo del Estado ruso contra nuestro país o el Gobierno ruso perdió control de este agente nervioso potencial y catastróficamente dañino

Pero esa explicación nunca llegó. En cambio, la portavoz de la diplomacia rusa, Maria Zajarova, le advirtió a Londres que se estaba metiendo a un “juego peligroso” y calificó la intervención de May en el Parlamento como “un espectáculo circense” y “una provocación”.
Ante el silencio, el Reino Unido impuso a Moscú la sanciones más fuertes desde la Guerra Fría, con la expulsión de 23 diplomáticos rusos, la suspensión de los contactos bilaterales de alto nivel –incluida una visita prevista del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov– y toda representación diplomática británica en el Mundial de Rusia 2018.
Por su parte, Moscú calificó las sanciones de “irresponsables” y prometió responder sacando también a sus diplomáticos británicos “de un momento a otro”.
Lo cierto es que la teoría de la responsabilidad rusa en el envenenamiento de Skripal y su hija por Moscú cada vez cobra más fuerza, y con el paso de los días, el apoyo al Reino Unido ha ido creciendo.
Primero fue EE. UU. el que condenó enérgicamente el ataque químico –el primer uso ofensivo conocido de un agente neurotóxico en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial–, y fue calificado por la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, como “un escándalo”. De hecho, el entonces secretario de Estado de EE. UU., Rex Tillerson, fue más contundente en un comunicado.
“De Ucrania a Siria –y ahora en el Reino Unido–, Rusia sigue siendo una fuerza irresponsable de inestabilidad en el mundo, actuando con un desprecio general a la soberanía de otros Estados y la vida de sus ciudadanos”, añadió Tillerson, destituido el miércoles de su cargo a través de un trino por el presidente Donald Trump.
Después vino el llamado de atención de la Otán, que consideró “muy preocupante” el envenenamiento, y del secretario general de la ONU, António Guterres, que lo calificó de “inaceptable”. Al final de la semana se sumaron la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, quienes, junto con May y Trump, pidieron a Rusia en una carta que “aborde todas las cuestiones relacionadas con el ataque”. “Es un ataque a la soberanía del Reino Unido, y su uso por un Estado representa una clara violación de la Convención sobre Armas Químicas y de la ley internacional. Amenaza la seguridad de todos nosotros”, añadieron las potencias occidentales.
Algunas voces estimaron que si a Rusia se le ocurrió volver a tratar de matar de nuevo a uno de sus exagentes en suelo británico, la culpa es en parte de la tibia respuesta de Londres a la muerte de Alexander Litvinenko hace 12 años, cuando la reacción se limitó a la expulsión de varios diplomáticos, la congelación de unos pocos bienes y la suspensión de la cooperación en inteligencia.
Este antiguo agente de los servicios secretos rusos se volvió un feroz crítico de la corrupción en el Kremlin del presidente ruso, Vladimir Putin, y acabó siendo asesinado con polonio 210 en un hotel de Londres. Litvinenko murió en 2006 al cabo de tres semanas de atroz agonía.
Pero Moscú ha insistido en que lo único que se busca con este escándalo es afectar su imagen antes del Mundial y de paso impactar las elecciones que tendrán lugar este domingo y en las que Putin busca reelegirse para un cuarto mandato hasta el 2024.
“Para mí es obvio que pudo ser una simple provocación de los servicios secretos británicos”, afirmó el exdirector del Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), Serguéi Stapashin a la agencia ‘Interfax’. “Rusia tiene elecciones presidenciales pronto. Rusia ha sido acusada de todos los pecados mortales, incluso sin esto (el caso del exespía). Dígame, ¿qué idiota en Rusia podría haber decidido hacer esto? ¿Dónde está la lógica?”, agregó.

Rusia ha sido acusada de todos los pecados mortales, incluso sin esto (el caso del exespía). Dígame, ¿qué idiota en Rusia podría haber decidido hacer esto? ¿Dónde está la lógica?

Pero a la historia de envenenamiento del exespía se sumó la muerte, el lunes pasado, del empresario ruso de 68 años Nikolai Glushkov, en Londres, por la cual se abrió una investigación por asesinato, pues se estima que falleció de “una compresión en el cuello”.
Por ahora, mientras la presión hacia Rusia aumenta, Skripal y su hija siguen en estado grave en el hospital, junto con un policía que también resultó contaminado al atenderlos.
Según le dijo al periódico británico ‘Daily Telegraph’ Vil Mirzayanov, el científico que reveló el programa de armas químicas negado por el Kremlin, “aunque sobrevivan, no se recuperarán”, pues un ataque con gases Novichok es similar a ser torturado. “Es una auténtica tortura, es imposible de imaginar. Aun en pequeñas dosis, el dolor puede durar semanas. El horror es inimaginable”, explicó al diario ‘Daily Mail’ sobre este gas, que paraliza e impide respirar antes de matar.

Es una auténtica tortura, es imposible de imaginar. Aun en pequeñas dosis, el dolor puede durar semanas. El horror es inimaginable

INTERNACIONAL*
*Con AFP / Reuters y EFE
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