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Editorial: Alemania debe perseverar
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Vista de las velas y las flores colocadas tras la reapertura del mercado navideño de Breitscheidplatz en Berlín, Alemania.

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EFE

Editorial: Alemania debe perseverar

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El mensaje sigue siendo claro: no dejarse tentar por los cantos de sirena de odio y discriminación.

Las 12 personas que murieron el lunes en el mercado navideño de Berlín contra el cual arremetió un camión desbocado pueden no ser las únicas víctimas de este atroz acontecimiento.

Dado el rumbo que ha tomado el debate político posterior al hecho, la política del gobierno de Ángela Merkel, consistente en buscar la manera de convertir la avalancha de solicitudes de asilo (un millón entre el 2015 y el 2016) en un activo que ayude al crecimiento económico de la nación, podría entrar en cuidados intensivos.

Y es que el país germano se ha diferenciado de sus pares europeos por darle un enfoque diferente al creciente desafío que representa la llegada masiva al Viejo Continente de personas que huyen de los conflictos en su patria, lista encabezada por los sirios. No solo en términos cuantitativos y del cupo anual que cada nación destina a estas poblaciones, sino en cuanto a las políticas de acogida que viene desarrollando y buscan lograr que quienes son recibidos puedan hacerse con un lugar en la sociedad, ser no solo productivos, sino, más importante, reconocidos y valorados en su diferencia.

Sin duda, es un empeño impregnado por el propósito que se hiciera dicha sociedad de nunca más repetir los horrores del nazismo, que incluyeron, como es bien sabido, la persecución a una minoría.

Mas tal acuerdo, que está en los cimientos de la identidad nacional de ese país, es visto con recelo por las fuerzas políticas de extrema derecha, que cada vez cuentan con más espacio para criticar la generosidad de Merkel frente a los migrantes. Se trata, en particular, del partido Alternativa para Alemania, pero voces similares se han escuchado desde otros movimientos, incluso algunas desde el ala más dura de la Unión Demócrata Cristiana, al que pertenece la actual canciller.

Es de esperarse que en este ejercicio de confrontar el pasado prevalezca la sensatez. Aquella que permite extraer de la historia lecciones concretas para no repetir episodios nefastos. Aquí el mensaje es claro: no dejarse tentar por los cantos de sirena del odio y la discriminación.

editorial@eltiempo.com

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