Joe Biden consiguió este fin de semana los votos suficientes al Colegio Electoral para convertirse en el presidente electo de Estados Unidos. Pero entre ahora y la posesión, prevista para el 20 de enero, faltan dos meses y aún muchas cosas podrían pasar. De hecho, podría convertirse en todo un campo minado.
(Le puede interesar: Fiscal general de EE. UU. autoriza investigaciones sobre la elección)
Eso gracias al complejo sistema electoral que existe en este país, en donde los votantes no eligen de manera directa a su presidente sino a representes a un Colegio Electoral, compuesto por 538 personas, que se supone debe respetar la voluntad popular y apoyar al candidato que ganó en cada estado.
En condiciones normales, se trata de un proceso más bien protocolario. Por lo general, una vez se conoce el ganador de la elección, que fue lo que sucedió este sábado, el candidato perdedor hace una llamada al ganador en el que reconoce la derrota y se inicia el proceso de transición en el que el gobierno saliente y entrante realizan el empalme mientras en el trasfondo avanza este proceso.
El problema es que Donald Trump no ha querido aceptar los resultados. Por el contrario, ha exigido recuentos en al menos cinco estados y su equipo ha lanzado una batalla legal en diversos frentes para tratar de descarrilar el triunfo de Biden.
(Le puede interesar: Con Biden, Estados Unidos sigue su propósito de cambio para Venezuela)

El republicano Donald Trump, que se ha negado a aceptar la derrota en las elecciones del 3 de noviembre.
AFP / Brendan Smialowski
Su objetivo, todo indica, es revertir los resultados en algunos de esos estados para impedir que el exvicepresidente pueda obtener los 270 votos que necesita como mínimo para que su victoria sea oficial.
Pocos creen que pueda lograrlo, pues necesitaría que al menos tres estados cambien sus resultados. Y la diferencia de votos es muy grande como albergar esperanzas. Para ponerlo en contexto, en el 2016 se ordenó un recuento en Wisconsin, un estado que Trump ganó por más de 20.000 votos -la demanda no fue de Hillary Clinton, quien aceptó la derrota al día siguiente-. Pero el resultado le restó solo 300 votos.
(Le puede interesar: El entorno de Trump, dividido sobre aceptación de la derrota)
En el 2000, cuando Al Gore solicitó un recuento en Florida, la nueva sumatoria redujo la ventaja que llevaba George W. Bush de 1.700 votos a unos 500.
En el caso actual, Biden le saca a Trump más de 11.000 votos en Georgia, 17.000 en Arizona, 35.000 en Nevada, y 45.000 en Pensilvania. Y, de nuevo, el presidente necesita que las cuentas le den al menos tres.

Joe Biden y la vicepresidenta electa Kamala Harris en el discurso tras su victoria.
EFE / ANDREW HARNIK / POOL
Pero el recuento no es su única avenida. Y allí es donde pesa el famoso Colegio Electoral. Los estados tienen plazo hasta el próximo 8 de diciembre para dirimir recuentos, resolver demandas y entregar los resultados oficiales. A esa fecha se le llama en EE. UU. el "puerto seguro" (safe harbor).
Una vez se entrega, el gobernador del estado designa la lista de miembros al Colegio Electoral del partido ganador y la remite al Congreso estatal. Para poner un ejemplo, en Pensilvania, donde Biden ganó, su partido pone a los 20 miembros que luego van al Colegio Electoral para depositar su voto en favor de su candidato.
Ese Colegio Electoral se reúne el 14 de diciembre en cada estado. Pero son los congresos estatales los que toman esa lista y la envían al Congreso nacional, donde se hace el conteo final.
(Le puede interesar: ¿Cómo funciona el polémico Colegio Electoral en Estados Unidos?)
Y es allí donde pueden surgir los problemas. Para seguir con el caso de Pensilvania, en este estado el Partido Republicano controla el Legislativo. Y podría decidir de manera unilateral que no aceptan esa lista y enviar una nueva compuesta por trumpistas, alegando que la elección aún está en disputa en las cortes. O, simplemente, no enviar ninguna lista utilizando la misma excusa para evitar que Biden pueda sumar los 270 votos.

Una de las alternativas que explora Trump para revertir los resultados en varios estados es el reconteo de votos.
EFE / ERIK S. LESSER
Si algo de este calibre llegara a pasar y el resultado de la elección quedara en el aire, entonces sería la Cámara de Representantes la que elegiría al presidente y el Senado al vicepresidente. Dado que el Partido Republicano controla más delegaciones estatales en la cámara baja le darían el triunfo a Trump y el Senado, si sigue en manos de este partido, nombraría a Mike Pence.
Se trata de un escenario que solo se ha presentado una vez en la historia, hace casi 200 años. Y que provocaría una crisis nunca antes vista, pues el Congreso estaría interfiriendo con la voluntad de los electores que escogieron a Biden. Pero es algo que los republicanos están barajando con seriedad.
(Le puede interesar: Las mascotas que regresan a la Casa Blanca con Joe Biden)
"Esto es un recordatorio para los legisladores estatales republicanos. Ustedes son los que deciden a qué miembros escogen para el Colegio Electoral", dijo en un trino la semana pasada Donald Trump Jr., el hijo del presidente.
Y Lindsey Graham, senador por el estado de Georgia y presidente del Comité Judicial, no lo descartó tras indicar que todas las opciones debían estar sobre la mesa.
De acuerdo con Rebecca Green, profesora de derecho en la Universidad de William Mary, la incertidumbre que existe se afinca precisamente en un sistema electoral tremendamente complejo que está lleno de vacíos nunca antes llenados porque no había sido necesario.
Esto es un recordatorio para los legisladores estatales republicanos. Ustedes son los que deciden a qué miembros escogen para el Colegio Electoral
"El sistema es el mismo que existía hace más de 200 años, cuando las realidades eran otras. Y como no se había dado una situación como la de ahora, esos vacíos dependen de la interpretación que se les dé a la Constitución y a las leyes electorales. Es probable, por eso, que terminen siendo las cortes las llamadas a dirimir los conflictos", anota Green.
Y eso es lo que trasnocha a los demócratas. En este partido, nadie olvida que fue una corte dividida por líneas partidistas (5 votos contra 4) la que le dio el triunfo a Bush en el 2000.
Ese año, Florida anunció que el republicano había ganado el estado, pero por solo 1.700 votos. Pero el estrecho margen forzó a un recuento automático dadas las leyes en este estado. Ese primer recuento bajó la diferencia a 500 votos. Algo que por ley le permitía a Gore solicitar una nueva sumatoria, pero esta vez manual.
(Lea también: Atrincherado en su campo de golf, Trump se niega a aceptar la derrota)
Cuando estaban en ese proceso, la secretaría de Estado de la Florida, que era republicana, decidió suspender el recuento porque, según ella, muchos condados no podrían completar su trabajo en los siete días de gracia que otorgaba la ley y certificó que Bush había ganado, pese a que el conteo no había concluido.

El expresidente de EE. UU. George Bush y su esposa, Laura.
AFP /Jim WATSON
La velocidad de ese recuento, no obstante, se vio afectada por múltiples obstáculos que interpusieron los republicanos. Entre ellos, y este fue un incidente muy famoso, de ciudadanos de este partido tomándose a la fuerza uno los puestos de votación para impedir el recuento.
Gore apeló la decisión, que terminó llegando a la Corte Suprema. Pero cuando esta máxima instancia tomó el caso faltaban solo 24 horas para llegar el llamado "puerto seguro", día en que por ley deben certificar los resultados de las elecciones. Y determinó, por tanto, que el reconteo debía concluir y ganaba quién fuera adelante en ese momento. Es decir, Bush.
Gore tenía otras alternativas jurídicas para seguir adelante -entre ellas algunas de las que ahora considera Trump-, pero decidió en ese momento abandonar su puja y reconoció la derrota.
El caso actual es un poco diferente, porque es Biden el que encabeza los resultados en todos los estados donde habrá recuentos y por números muchos mayores a los que se disputaban en la Florida.
(Le puede interesar: ‘Fake News’: ¿Encontraron votos a favor de Trump desechados?)
Es decir, si la Corte Suprema decidiera intervenir y suspendiera los recuentos lo más probable es que eso solo confirmaría su victoria.
Pero los congresos estatales y gobernaciones donde los republicanos tienen la mayoría podrían interpretar la misma situación para concluir que los resultados no son definitivos y, por lo tanto, no se puede certificar al ganador o nombrar a los miembros del Colegio Electoral que le corresponderían a Biden.
Sería explosivo. Pero es una posibilidad que ronda y tiene a muchos con los pelos de punta.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68
- Los efectos colaterales de las elecciones presidenciales en EE. UU.
- Kamala Harris, reina de las redes sociales tras su histórica victoria