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Internacional

‘El covid-19 es una especie de suero de la verdad para la humanidad’

La obra de Mikhail Shishkin (1961, Moscú) se ha traducido a 30 idiomas. Es el único escritor ruso vivo que ganó los tres mayores premios de literatura de su país: el Booker Prize (2000), el Bestseller Nacional (2006) y el Bolshaya Kniga (2006 y 2011).

La obra de Mikhail Shishkin (1961, Moscú) se ha traducido a 30 idiomas. Es el único escritor ruso vivo que ganó los tres mayores premios de literatura de su país: el Booker Prize (2000), el Bestseller Nacional (2006) y el Bolshaya Kniga (2006 y 2011).

Foto:Getty

El escritor ruso Mikhail Shishkin dice que la pandemia pondrá a cada Estado y sociedad en su lugar.

Víctor Vargas
Mikhail Shishkin es el escritor vivo más importante de Rusia. Ganó todos los premios literarios que hay que ganar en su país. Pero se marchó. Hoy vive en Suiza. “En realidad, no emigré: Rusia emigró de nuestro tiempo a la oscura Edad Media”, dice, y queda claro qué piensa de Vladimir Putin, de su gobierno y de sus acólitos: “ladrones”.
Ahora, después de que Alemania confirmara que el líder opositor Alexei Navalny fue envenenado –como Alexander Litvinenko, en 2006, o Sergei Skripal y su hija, en 2018–, Shishkin carga contra Moscú y contra la “mentalidad de esclavos” de muchos de sus compatriotas. Eso debe cambiar, dice, y tal vez el covid-19 actúe como aliciente.
La pandemia puede funcionar como “una especie de suero de la verdad”, explica. Una prueba “para verificar la fidelidad de los gobiernos y la veracidad de sus declaraciones. Una posibilidad única de ver lo que pretende ser un sistema estatal y lo que es en realidad”. Pero eso sí, remarca, luego hay que mirarse al espejo y actuar. “No culpes a los demás, es tu culpa. Debes asumir en tus manos la responsabilidad de tu calle, de tu ciudad, de tu país”.

Esta pandemia es una posibilidad única de ver
lo que pretende ser un sistema estatal y lo que en realidad es.

¿Cuál es su visión sobre esta pandemia?

El covid-19 es una especie de suero de la verdad para la humanidad, para cada país, para cada Estado. Una prueba para verificar la fidelidad de los gobiernos y la veracidad de sus declaraciones. Una posibilidad única de ver lo que pretende ser un sistema estatal y lo que es en realidad. En ese sentido, puedo comparar cómo manejaron el desafío mis dos naciones. Vine a Suiza por motivos familiares y viví hasta 2014 entre ambos países. Pero cuando comenzó la guerra contra Ucrania, me convertí en emigrante político. En realidad, no emigré: Rusia emigró de nuestro tiempo a la oscura Edad Media. El punto es que con el encierro por la pandemia perdí todas mis posibilidades de ganar dinero para la familia: se cancelaron todas mis lecturas públicas, festivales y viajes, y el Estado suizo vino a ayudar a miles y miles de personas que, como yo, perdieron sus ingresos. Desde hace meses recibo un apoyo económico. Eso muestra por qué la gente necesita un Estado. Por el contrario, la gente en Rusia sufrió el cierre total, pero no consiguió prácticamente ninguna ayuda económica. El Estado ruso declara ser un Estado social democrático, pero en realidad es un imperio de bandidos. Una banda de delincuentes irresponsables tomó como rehén a mi país para robarlo.

Fuerte…

En los años poscomunistas construimos la dictadura del siglo XXI, con fronteras libres. En la Unión Soviética, el régimen dependía de los esclavos. Por eso las fronteras estaban cerradas, era imposible escapar de esa enorme prisión. El nuevo régimen en Rusia depende solo de los oleoductos y gasoductos. Venden los recursos naturales a Occidente y no quieren compartir el dinero con la población. No necesitan a la población en absoluto. No quieren matar a la oposición, quieren que la oposición salga del país, que es lo que está sucediendo. Si todos se fueran, sería el ideal para el régimen: los únicos que quedarían serían los que manejan los ductos de gas y petróleo. Estos no solo roban el dinero de la gente, sino que también robaron nuestro derecho a cambiar el gobierno. Falsificaron las elecciones. Violaron la Constitución y proclamaron este año, además de la pandemia, el nuevo zarismo, y los rehenes tuvieron demasiado miedo para protestar. Fuimos gobernados por comunistas, ahora somos gobernados por ladrones. Ambos son repugnantes.

Fuimos gobernados por comunistas, ahora somos gobernados por ladrones.
Ambos son repugnantes.

Rusia repite errores de su pasado...

En 'Almas muertas', el más ruso de todos los textos de la literatura rusa, Nikolái Gogol comparó mi tierra natal con un trineo que avanzaba a toda velocidad, superando a otros países y Estados. “¿A dónde corres? No recibió respuesta alguna”. Estas líneas, bien conocidas por todos los escolares, dieron esperanza a generaciones de lectores rusos. ¿A dónde va el trineo, después de todo? ¿A un futuro brillante? Ha pasado un siglo y medio desde Gogol y nuestros experimentos sociales de liberación llevaron a una dictadura cada vez más cruel, y con cada régimen, el segmento más talentoso y activo de la población fue eliminado o forzado a emigrar. Es triste decirlo, si Gogol hubiera vivido la experiencia actual, el gran escritor podría comparar a Rusia con un metro que va de un extremo a otro del túnel, del orden-dictadura a la anarquía-democracia, y viceversa. Este tren no lleva a ningún otro lado. Mi generación tuvo la suerte de atravesar el túnel ruso en ambas direcciones. La perestroika y la debilidad del régimen llevaron al país al caos a principios de la década de 1990, y luego el tren dio la vuelta y se dirigió en la dirección opuesta y nos encontramos en el nuevo imperio putinista.

¿Cómo es Rusia bajo Putin?

Rusia está repitiendo ahora mismo su avance hacia la revolución de 1917 de una manera asombrosa. Ahora, como entonces, han ido tomando forma dos naciones diferentes en cuanto a espíritu y cultura, aunque ambas son rusas, comparten el mismo territorio y hablan el mismo idioma. Un segmento abarca a millones y está empobrecido, sin educación, alcohólico y mentalmente atrapado en la Edad Media. La otra parte de la población, muchísimo más pequeña, es educada, ha viajado por el mundo y tiene nociones europeas de una sociedad democrática. Para los primeros, solo la mano de hierro de un zar-Stalin puede poner orden en Rusia. Para los otros, toda la historia rusa es un pantano sangriento del que el país debería ser sacado y luego organizado al estilo liberal europeo. Hemos visto a qué condujo esta contradicción hace cien años. Todavía tenemos que abordar las consecuencias de aquel horrendo desastre. A eso se suma que durante el período soviético desarrollamos mentalidad de esclavos. No tenemos ninguna responsabilidad por nada. No podemos cambiar nada. Solo quienes están por encima de nosotros pueden decidir. Nada depende de nosotros. Y si vivimos en la miseria y nos sentimos infelices, los gobernantes tienen la culpa. Somos solo víctimas. Este paradigma debe cambiarse en Rusia. No culpes a los demás, es tu culpa. Debes asumir en tus manos la responsabilidad de tu calle, de tu ciudad, de tu país. No busques el mal en alguna parte. Está dentro de ti. ¡Empieza por ti mismo! Es algo muy simple, puro sentido común, aunque no en Rusia, desafortunadamente. Pero llegará. La mayor parte de esta nación dividida está convencida de que el objetivo principal de Occidente es destruir Rusia, siempre votarán por el poder porque es poder. Pertenezco a la segunda y más pequeña parte. Creo que la dignidad de una persona es mucho más importante que la gloria del Estado. Perdemos siempre. Pero no es la razón para rendirse.

En 2014 afirmó en The Guardian que ‘uno debe comprender que la Europa de la posguerra es ya la Europa de la preguerra’. ¿Reafirma o corrige esa visión? ¿Es una guerra una posibilidad cierta para el régimen de Putin?

Tres jugadores están jugando un mismo juego en Rusia: el pueblo, que guarda silencio; un grupo creciente, que exige democracia y ha declarado una guerra al Gobierno, y las autoridades, que pueden retirarse o apretar los tornillos. En 1917, el régimen se retiró y el país se sumió en una anarquía tal que el orden solo pudo restablecerse mediante la dictadura sin precedentes de Josef Stalin. Pero ahora, el nuevo zar ruso no se retirará. Y la guerra, ya sea fría o caliente, es el medio de existencia de un régimen. Las victorias prolongan su existencia y las derrotas provocan su colapso. El triunfo de Stalin solo fortaleció al Estado Gulag; el desastre afgano aceleró la desaparición de la Unión Soviética. Por eso, la fórmula para salvar cualquier dictadura es universal: crear un enemigo, iniciar una guerra. El estado de guerra es el elixir de vida del régimen de Putin. Una nación en éxtasis patriótico se vuelve una con su ‘líder nacional’, mientras que cualquier disidente puede ser declarado un ‘traidor’. Y ahora Putin y su pandilla colocan sus intereses personales como los intereses de la nación. Cada año de este régimen significa un año robado del presente y futuro de Rusia.

Una nación en éxtasis patriótico se vuelve una con su ‘líder nacional’, mientras que
cualquier disidente puede ser declarado un ‘traidor’.

¿Qué puede ocurrir en Rusia, más allá de la pandemia?

No es necesario ser clarividente para ver lo que sucederá en Rusia en un futuro próximo. El tren de la historia rusa pasará por el túnel en ambas direcciones. Después de que Putin desaparezca, su pirámide de poder se derrumbará. La Federación Rusa está ahora embarazada de nuevos Estados nacionales como lo estaba la URSS antes de su declive. La desintegración de los restos del imperio ruso continuará, pero el establecimiento de una democracia es un asunto complicado. El caos en un territorio enorme y repleto de armas nucleares oxidadas es una visión espeluznante para Occidente. Los Estados independientes recién proclamados no serán democráticos necesariamente y el mundo occidental dará la bienvenida al próximo dictador ruso que pueda controlar la situación. El problema no es Putin, es solo un actor que consiguió el papel del zar en el casting de la historia. Cada actor agrega algo personal a su personaje, pero no puede cambiar el papel. La misma obra ha sido representada por la historia de Rusia durante siglos. Los rusos no deben buscar un mejor actor, sino cambiar la obra.

¿Ve algún motivo de esperanza?

Aún soy optimista. Si tienes cinco hijos, como yo, debes ser optimista. Y la historia de la humanidad muestra que las pandemias y los dictadores van y vienen. La cultura, los libros, la lectura siempre los superarán, aun cuando la literatura es una perdedora. Incluso los mejores libros no pueden mejorar el mundo en lo más mínimo.

Pero pueden elevar a sus autores y lectores…

¿De verdad crees que si alguien lee un buen libro, se convierte en una mejor persona? Los que convocaron a mi país hacia un futuro brillante impartían órdenes al mismo tiempo para la ejecución de sacerdotes o el hundimiento de barcazas con rehenes, orquestaron la gran hambruna ucraniana de la década de 1930 y mataron a mi abuelo, ¿crees que no leyeron los clásicos rusos? La gran literatura rusa es una gran perdedora. Cuando llegó el momento de tomar decisiones serias, ¿qué hicieron ellos, Antón Chéjov, León Tolstói, Fiódor Dostoievski o Iván Turgenev para evitar la caída del país en el Gulag? Sí ayudaron a varias generaciones a sobrevivir al Gulag. De esto es de lo que sí es capaz la literatura rusa. Del mismo modo, la gran literatura alemana no pudo detener a los alemanes que siguieron con entusiasmo a su Führer hasta la catástrofe. Estos últimos años, con la anexión de Crimea, que se convirtió en nuestros Sudetes, con la guerra en Ucrania, siento muy fuerte en carne propia lo que los escritores alemanes debieron sentir a fines de la década de 1930: la impotencia del libro y de la literatura. Sus lectores estaban entre esas masas que aclamaban con entusiasmo al Führer. ¿Para qué y para quiénes escribieron?

¿Para qué, para quiénes escribe usted?

No importa lo que escribas, siempre habrá alguien que dirá que has salvado a la literatura, cien personas dirán que es imposible leer tus tonterías y el resto de la humanidad ni siquiera se enterará de tu libro. Lo mismo con la pregunta de quién necesita otro libro nuevo. Después de todo, cada año aparecen millones de libros nuevos en todo el mundo. Solo hay una respuesta honesta: nadie lo necesita. Y es eso mismo lo que da la fuerza a la literatura. No debilidad, sino fuerza. Un avión vuela no porque dependa del aire. Vuela porque sobre sus alas se forma un vacío y atrae al avión hacia el cielo. Del mismo modo, para despegar y emprender su vuelo, la literatura no depende del público lector. Es absorbida por el cielo. Y un lector también puede despegar.
Hugo Alconada Mon
La Nación (Argentina)
Grupo de Diarios América (GDA)
Víctor Vargas
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