El multimillonario Donald Trump ya es oficialmente el presidente de Estados Unidos. Con una mano sobre la Biblia que pertenecía a Abraham Lincoln, el magnate tomó juramente como el mandatario número 45 en la historia de ese país.
La toma de posesión se realizó en el Capitolio, en Washington, en una investidura que marcó el inicio de una era en la que promete crear más empleos y proteger al país del libre comercio y los inmigrantes. Su vicepresidente, Mike Pence, también hizo el juramento de su cargo.
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"Una nueva misión va a gobernar a nuestra patria: a partir de este día va a ser solo primero Estados Unidos. Cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración, asuntos extranjeros, se tomarán para beneficiar a los trabajadores estadounidenses, a las familias estadounidenses",dijo en su discurso inaugural, cuyo inicio coincidió con una llovizna.
Trump, que quiere deportar a millones de inmigrantes y construir un muro en los 3.200 km de frontera con México, también enumeró "dos reglas simples: compre estadounidense y contrate estadounidenses".
"La ceremonia de hoy tiene un significado muy especial porque no estamos meramente transfiriendo el poder de un gobierno a otro, o de un partido a otro. Estamos transfiriendo el poder de Washington DC y devolviéndoselos a ustedes, la gente", dijo Trump, que prometió asimismo erradicar "el terrorismo islámico radical".
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Lamentó que Estados Unidos "enriquezca a industrias extranjeras" y "subsidie ejércitos extranjeros". "Hemos defendido las fronteras de otros países mientras nos hemos negado a defender las nuestras (...). Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban a nuestras empresas y destruyen nuestros empleos", sostuvo.
Trump estuvo previamente en una ceremonia religiosa en la iglesia de San Juan y en la Casa Blanca donde fue recibido por el presidente saliente Barack Obama y su esposa Michelle.
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La altanera exestrella televisiva y sin ninguna experiencia política sucedió al demócrata en las riendas de la primera potencia mundial, que desea administrar como si fuese una empresa.
Su victoria, que dejó atónito al planeta, está anclada sobre todo en los votos de una clase trabajadora blanca que desconfía de los políticos tradicionales y que siente que la globalización la ha perjudicado, trasladando empleos a México o China.
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Los aliados tradicionales de Estados Unidos observan al magnate inmobiliario neoyorquino con inquietud: tras una divisiva campaña, el republicano Trump, de 70 años, llega a la Casa Blanca con la menor popularidad de un nuevo presidente en cuatro décadas.
La capital del país fue tomada por decenas de miles de simpatizantes que agitan banderas estadounidenses y usan gorras de béisbol en las cuales se lee "Devolver la grandeza a EE. UU.", el eslogan electoral de Trump, pero también por manifestantes contra el racismo, los derechos de la mujer y los inmigrantes.
La mayoría de las protestas fueron pacíficas, pero al menos una terminó en violencia: decenas de manifestantes, muchos vestidos de negro y encapuchados, lanzaron piedras, quebraron vidrios de varios comercios y un banco, y fueron dispersados por la policía con gases lacrimógenos, constataron periodistas de la AFP.
"¡No a las deportaciones, no al Ku Klux Klan, no a un EE. UU. fascista!", coreaban. Trump y su tercera esposa Melania, una exmodelo de 46 años nacida en Eslovenia, llegaron al Capitolio desde la Casa Blanca, en una limusina junto a Obama y su esposa Michelle.

Foto: AFP
La ahora ex primera dama vestía un elegante vestido largo rojo oscuro, mientras Melania optó por un vestido y una torera de cachemira celeste cielo de Ralph Lauren, muy en el estilo de la ex primera dama Jackie Kennedy Onassis.
En las escaleras del Congreso, Trump prestó juramento sobre dos Biblias sostenidas por Melania: una que le regaló su madre en 1955, y la de Abraham Lincoln, que luchó por la abolición de la esclavitud, también utilizada por Obama hace cuatro años.
Obama y tres expresidentes, Jimmy Carter, Bill Clinton y George W. Bush, lo observaron atentamente, así como su derrotada rival demócrata Hillary Clinton, a quien Trump arrebató la oportunidad de ser la primera mujer presidente de Estados Unidos. Tras el discurso de Trump, Obama abordó con su esposa un helicóptero de la Marina para dirigirse a la base Aérea de Andews y desde allí dejar Washington luego de ocho años en la Casa Blanca.
Trump promete unificar al polarizado electorado, pero esto se contradice con sus constantes ataques a detractores, generalmente por Twitter: de la prensa a la actriz Meryl Streep o al héroe de los derechos civiles John Lewis, de las agencias de inteligencia a la canciller alemana Angela Merkel o a Europa.
En el frente diplomático surgen grandes dudas. Los líderes del planeta se interrogan sobre cómo interpretar sus declaraciones, contradichas muchas veces por sus futuros ministros sobre las relaciones con Rusia o el acuerdo nuclear iraní.
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"Estados Unidos avanzaba totalmente en la dirección errada y el único que puede cambiar esto es Trump, un 'outsider' de Washington que no era querido aquí ni por la izquierda ni por la derecha. Es directo, dice lo que piensa, a diferencia de todos los políticos de antes", dijo a la AFP uno de sus votantes, Michael Hippolito, de 54 años, que viajó desde Nueva York para presenciar la investidura.
El gabinete de Trump es el más blanco y el más rico en décadas. Incluye a un solo negro y por primera vez en casi 30 años, a ningún hispano, lo cual le ha valido fuertes críticas de la primera minoría del país, con más de 55 millones de personas (17 % de la población).
La ausencia de hispanos en el gabinete no es sorprendente para un presidente que promete deportar a entre dos y tres millones de inmigrantes sin papeles, construir un muro en la frontera con México y cobrárselo a los mexicanos quizás a través de impuestos a las remesas de inmigrantes.
AFP