Con cambios inminentes y profundos en la política nacional e internacional de EE. UU., es entendible que América Latina no haya recibido mucha atención de la nueva administración de Donald Trump.
Rex Tillerson, nominado por Trump para la Secretaría de Estado, ni siquiera mencionó a la región en sus más de ocho horas de exposición en el Senado, con excepción de un breve comentario sobre Cuba. México es, por supuesto, un caso especial, porque Trump lo ha usado como chivo expiatorio en dos temas centrales para su discurso de campaña: la inmigración y el comercio. Las declaraciones (y tuits) de Trump desde su elección sugieren que intentará hacer realidad sus promesas de construir un muro en la frontera, deportar a millones de indocumentados y revertir el acuerdo de libre comercio de América del Norte, conocido como Nafta. (Lea también: Lo que viene para Colombia con la llegada de Donald Trump)
Además de ser contrarias a los valores e intereses de EE. UU., estas medidas ya están impactando fuertemente en la economía mexicana, recortando drásticamente las proyecciones de crecimiento futuro.
Aunque el foco de la política exterior de Trump estará en otras partes del mundo, se verá obligado a definir posiciones rápidamente sobre temas centrales de la agenda hemisférica. El colapso venezolano será sin duda uno de los temas más urgentes. Para sorpresa de algunos, el presidente Maduro se mostró conciliador con Trump. Es improbable que Trump mantenga la diplomacia silenciosa (y poco efectiva) de Obama para promover un diálogo político en Venezuela, pero aún es temprano para saber cómo reaccionará.
Trump también deberá decidir si continuará con la política de Obama hacia América Central, basada en un paquete de asistencia a los países del triángulo norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) para mejorar sus instituciones y atacar las causas profundas de la violencia, la emigración y el narcotráfico. Las respuestas que dé la nueva administración en esta región también impactarán en Colombia: aunque es probable que Trump mantenga el apoyo a Paz Colombia, podría marcar un regreso a posiciones más duras con relación al narcotráfico.
En muchos ámbitos, Trump y el Partido Republicano han expresado su deseo de desmontar gran parte del legado de Obama. La histórica normalización diplomática con Cuba, entonces, corre peligro. Existen dentro de la administración Trump dos tendencias contrapuestas: por un lado, el voto anticastrista de Florida fue clave para su victoria, y exige regresar a políticas punitivas que dieron muy poco resultado en sus cinco décadas. Por otro, a partir de la relajación de las sanciones, Cuba se está convirtiendo en un mercado atractivo para las empresas estadounidenses. (Además: Hispanos, preparados para próximas medidas de Trump)
A nivel regional, la retórica conflictiva y proteccionista del nuevo presidente genera tensión y rechazo. La buena voluntad construida bajo Obama ha comenzado a evaporarse. Esto, justo sucede cuando el clima político en algunos países de América Latina parece virar hacia posiciones más pragmáticas y pro mercado, tras una década de gobiernos fuertemente ideologizados. Si Trump convierte sus promesas en realidad, EE. UU. podría perder una oportunidad histórica para reforzar sus vínculos comerciales y políticos en el hemisferio.
MICHAEL SHIFTER
Presidente de Diálogo Interamericano