Quizá como un preámbulo de lo que se viene, Donald Trump utilizó este miércoles sus amplios poderes presidenciales para otorgar un perdón absoluto a Michael Flynn, su polémico y primer asesor de Seguridad Nacional de los cuatro que lleva desde que llegó a la Casa Blanca.
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Flynn, un general retirado, tuvo que renunciar cuando solo llevaba 24 días en el cargo y se reveló que había mentido y ocultado contactos previos con el embajador de Rusia en Washington.
Durante esos contactos, que sucedieron en el período de transición entre la administración de Barack Obama y la del mandatario republicano, Flynn le prometió a los rusos eliminar las sanciones que le acababa de imponer Obama por interferir en las presidenciales para favorecer a Trump.
A lo largo del 2017, el general terminó siendo parte central en la pesquisa que adelantó un fiscal especial nombrado por el Departamento de Justicia para determinar el rol de Moscú en la campaña.
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Ese mismo año, Flynn se declaró culpable de haberle mentido tanto al FBI como al Congreso cuando le preguntaron por sus contactos con los rusos y se suponía que estaba colaborando con las autoridades. Pero poco después, el general intentó retirar su declaración de culpabilidad, luego de que Trump sugirió que podía perdonarlo.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.
EFE
El caso dio un giro sorprendente esta primavera, cuando el Departamento de Justicia decidió abandonar el proceso ante las cortes, alegando que las mentiras de Flynn fueron provocadas por los investigadores.
El juez encargado no aceptó la decisión, en buena parte, porque esta provino de William Barr, el fiscal general que nombró Trump en 2019 y que es visto como un aliado incondicional del presidente, aunque se supone que debe operar sin preferencias partidistas o políticas. Desde entonces, el caso estaba en el limbo.
EE. UU. es una de las pocas democracias del mundo donde el presidente tiene el poder para perdonar a cualquier persona sin importar la seriedad de su crimen. Normalmente, los mandatarios suelen esperar hasta el final de su período antes de utilizarlo para evitar críticas.
Trump, por su parte, lo ha venido usando de manera esporádica y en casos de alto relieve, como el del polémico sheriff Joe Arpaio y el populista de extrema derecha Dinesh D’Souza.
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Pero se especula que lo utilizará de manera amplia ahora que va de salida y, probablemente, para perdonar a amigos, antiguos funcionarios y socios que podrían inmiscuirlo en futuros procesos. Entre ellos, Paul Manafort, su exjefe de campaña y que fue condenado en 2019 a cuatro años de cárcel.

Michael Flynn junto a Trump en diciembre de 2016, dos meses después Flynn tendría que renunciar a su cargo por el escándalo con Rusia.
AFP
Como se sabe, como presidente, Trump no puede ser procesado. Pero una vez salga de la Casa Blanca, lo esperan decenas de procesos judiciales en su contra. Los más serios tienen que ver con evasión de impuestos y maniobras turbias en sus negocios inmobiliarios.
Y muchas otras podrían surgir por la manera como ha manejado su derrota ante el presidente electo Joe Biden. Por un lado, tratando de presionar a políticos de su partido para que le den los votos al Colegio Electoral que le corresponden a Biden. Por el otro, interfiriendo en el delicado proceso de empalme entre ambas administraciones.
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“No hay duda de que el presidente tiene amplios poderes para conferir perdones. Pero cuando son usados para protegerse a sí mismo, a su familia y a otros asociados de posibles investigaciones criminales estamos hablando del tipo de corrupción que quisieron prevenir los padres fundadores”, dijo Adam Schiff, el demócrata que encabeza la Comisión de Inteligencia en la Cámara de Destitución y que lideró el proceso de destitución contra Trump por presionar a líderes ucranianos para que investigaran a Biden.
Se cree, además, que el presidente de EE. UU. va a intentar lo que nunca antes había hecho otro mandatario en la historia: perdonarse a sí mismo antes de salir de la Oficina Oval.
Se trata de un tema altamente explosivo y que probablemente, si sucede, terminará ante la Corte Suprema de Justicia.
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La mayoría de los expertos creen que sería inconstitucional. Pero hay un sector entre los juristas del país que considera que los poderes del presidente son ilimitados e incluyen esa posibilidad. Dado que la Corte está conformada por seis jueces conservadores, se cree que podrían darle la razón, ya que al menos dos de estos –nombrados por Trump– han sugerido en términos hipotéticos que se trata de una opción viable.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
WASHINGTON
En Twitter: @sergom68
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