El presidente Joe Biden elevó este martes aún más la presión contra su homólogo ruso, Vladimir Putin, al anunciar la suspensión de las importaciones provenientes de Rusia en petróleo, gas, carbón y otros derivados.
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Sin lugar a dudas se trata de una de las sanciones más severas que toma la administración demócrata desde que Moscú decidió invadir a Ucrania, hace dos semanas, pero una que podría tener serias repercusiones no solo en Estados Unidos sino en a nivel global.
"Hoy estoy anunciado que nos hemos enfocado en golpear la principal arteria de la economía rusa. Y eso quiere decir que no aceptaremos petróleo ruso en nuestros puertos y que los estadounidenses, con esto, le estamos propinando otro poderoso golpe a la maquinaria de guerra de Putin", dijo el presidente estadounidense.
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Actualmente, el mercado ruso bloqueado representa cerca de un 8 por ciento del total de las importaciones energéticas de EE. UU., de las cuales el 3 por ciento son en petróleo crudo.
Paralelamente, la Unión Europea (UE), región que es mucho más dependiente del gas y el petróleo ruso (40 por ciento y 25 por ciento respectivamente), presentó un plan para reducir hasta dos terceras partes de sus importaciones a lo largo del 2022.
A su vez, El Reino Unido, se comprometió a reducir gradualmente las importaciones de petróleo ruso hasta detenerlas por completo de aquí a final de año, un periodo de nueve meses que dedicará a fortalecer vías alternativas de abastecimiento, principalmente a través de Estados Unidos, Países Bajos y Oriente Medio.
Esta decisión no llega sin costo aquí en casa. La guerra de Putin ya está golpeando a las familias estadounidenses en las bombas de gasolina.
Aunque la administración Biden llevaba varias semanas considerando esta alternativa, se había abstenido de dar el paso dado el alto costo actual de la gasolina, su impacto en la creciente inflación y los efectos en política doméstica que ambos factores causan.
Pero la brutalidad del avance ruso sobre Ucrania, sumado al apoyo bipartidista para que tomara la decisión, terminó por precipitar la movida.
De hecho, esta misma semana fueron presentados dos proyectos de ley en Cámara y Senado que contaban con el respaldo de demócratas y republicanos y que decretaba la suspensión de las importaciones.
Uno de esos proyectos, además, autorizaría el desembolso de 12.000 millones de dólares en ayuda militar y humanitaria para Ucrania, elimina las preferencias comerciales de Rusia y busca su expulsión de la organización mundial del comercio.
El presidente Biden hizo énfasis, no obstante, en que la medida probablemente será dolorosa para el bolsillo de los estadounidenses.

Un militar ucraniano y un perro miran el humo de un depósito de almacenamiento de petróleo quemado, después de que un misil ruso atacara cerca de Kiev.
ALISA YAKUBOVYCH/ EFE/EPA
"Esta decisión no llega sin costo aquí en casa. La guerra de Putin ya está golpeando a las familias estadounidenses en las bombas de gasolina. Desde que invadió Ucrania el precio por galón ya subió 75 centavos de dólar y con esta acción subirá aún más. Pero voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para minimizar el incremento doméstico que está causando Putin", dijo este martes el mandatario tras reiterar que el sobre costo estaba siendo causado por la agresión rusa y no por decisiones de su gobierno.
Si bien la importación de petróleo ruso a EE.UU. es pequeña y su participación en el mercado mundial es solo del 12 por ciento, el anuncio de Biden -sumado al de los europeos- con seguridad disparará precios que suelen ser especulativos.
Tras la medida, el valor del barril de Brent ya saltó otro 7,7 por ciento y se negociaba a 132 dólares, un incremento del 30 por ciento desde que Rusia lanzó la invasión hace dos semanas y de más del 50 por ciento del valor a comienzos de año.
Algo que probablemente se traducirá en un nuevo brinco de la inflación, pues crecen los costos del transporte, y que puede desacelerar el crecimiento económico.
Según Bob McNally, consultor en Rapidan Energy Group, en pocas semanas el precio del galón podría alcanzar los cinco dólares, un valor casi histórico que podría crecer más si los europeos cierran el chorro al petróleo ruso. "Pero eso -dice McNally- podría desatar una recesión global".
Para Chuck Shummer, líder de los demócratas en el Senado, si bien la inflación y el sobrecosto de la gasolina son un problema, a largo plazo será menor cuando se compare con el esfuerzo que se está haciendo por defender la libertad y oponerse a la tiranía.
Aún así, la administración Biden, consciente del momento, ha venido trabajando en una serie de iniciativas para mitigar el impacto.
Por un lado, estudian incrementar la producción de bombas de calor (heat pumps) que serían exportadas a Europa para reducir su dependencia a fuentes de energía rusas.
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También liberar una porción de las reservas petroleras estratégicas de EE. UU. y hasta discuten una deducción de impuestos o crédito dirigido a los estadounidenses que les ayude a pasar el temporal.
El presidente advirtió, además, que intervendrá si las compañías de gas y gasolina se aprovechan de la situación para especular con los precios y elevar el costo de sus productos.
"A las empresas petroleras y de gas y las entidades financieras que las respaldan les digo: Entendemos que esta guerra de Putin está causando un incremento de precios. Eso es evidente. Pero no es excusa para incrementar de manera excesiva los precios o aumentar sus ganancias a costillas de los consumidores. La agresión rusa nos está costando a todos. Y no es momento de andar especulando", sostuvo el mandatario.
Al mismo tiempo se han comenzado a explorar opciones más inmediatas para controlar el aumento de los precios del crudo.
Entre ellas recurrir a "enemigos" declarados, como Venezuela o Irán, para que llenen el vacío que causarán las nuevas medidas contra Rusia.
Para Biden, se trata de un tema muy complejo. Aunque los republicanos lo venían presionando para que suspendiera las importaciones, también lo critican por los altos costos de la gasolina, un tema que de inmediato se vuelve electoral.
Y si bien la oposición insiste en que EE. UU. debe buscar esas nuevas fuentes a través de nuevos proyectos de explotación, estos no tendrían impacto en la coyuntura actual pues tardarían tiempo en arrojar resultados. Venezuela, que antes de las sanciones del 2019 exportaba cerca de 500.000 barriles de petróleo diarios a EE. UU., sería una opción más directa aunque insuficiente, dicen analistas, como para tener un impacto en el precio internacional del crudo.
Lo cierto es que los acercamientos con otras naciones también dejan claro que para Biden la crisis con Rusia no solo es existencial sino el eje que definirá su presidencia. Y si para solucionarla tiene que recurrir a regímenes como el de Nicolás Maduro, es algo que está dispuesto a considerar. Así les cueste votos a los demócratas en Florida.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON