Pese a los esfuerzos de la Casa Blanca por cambiar de dirección, el escándalo por las supuestas relaciones indebidas de asesores del presidente Trump con Rusia siguió subiendo de tono con nuevas acusaciones que parecen sacadas de un guión de Hollywood.
El lunes pasado, Michael Flynn, asesor de Seguridad Nacional de Trump, renunció luego de revelarse que había hablado con el embajador ruso Sergey Kislyak sobre la posible eliminación de sanciones una vez su jefe se posesionara en la Oficina Oval.
Flynn, de acuerdo con el FBI, le habría mentido al vicepresidente Mike Pence, quien en enero salió a defenderlo en público cuando surgieron los primeros rumores de los contactos. De acuerdo con la Casa Blanca, Trump perdió “paulatinamente” la confianza que tenía en Flynn y por eso ordenó su dimisión.
Pero días después, surgieron dos nuevas piezas que ponen en duda el recuento de los hechos. Según varios medios, el Presidente habría sido informado de las mentiras de Flynn desde hace más de dos semanas. Y solo procedió a destituirlo cuando el Washington Post reveló que el Departamento de Justicia les había advertido que Flynn era blanco de un posible chantaje de sus homólogos rusos.
Frente a eso, la Casa Blanca subrayó que se había tomado tiempo, pues estaban investigando y procedieron cuando el propio Flynn dijo el lunes no recordar si había informado o no a Pence sobre la naturaleza de las charlas.
Pero en el Congreso, donde se lanzaron cuatro investigaciones paralelas, quieren saber por qué se le permitió a Flynn seguir en sus funciones pese a la gravedad de los cargos.
Así mismo, quieren saber si Flynn actuó por iniciativa propia o contaba con el aval del propio presidente, que en ese momento todavía no se había posesionado.
Por supuesto, todo esto bajo el manto de dudas que existe frente a la amistosa relación entre Trump y Vladimir Putin, así las autoridades de EE. UU. concluyeran que Rusia estuvo detrás del ‘hackeo’ al Partido Demócrata y a la campaña de Hillary Clinton.
Los grandes medios del país, y este es el segundo –y quizá más grave elemento–, publicaron otros reportes según los cuales los contactos con Rusia no fueron exclusivos de Flynn. Según estos, Paul Manafort, jefe de campaña del entonces candidato, también estuvo en contacto con rusos relacionados con la inteligencia de EE. UU. De acuerdo con la información, que está basada en filtraciones de los organismos de espionaje del país, habrían sido al menos cinco las personas cercanas a Trump que sostuvieron contactos con este tipo de personas.
Pero existen documentos en los que se alega que las conversaciones habrían tenido relación con la publicación de material dañino para la aspiraciones de Clinton. Así mismo, se habla de un reporte elaborado por las mismas agencias en las que citan a un exespía británico, según el cual los rusos tendrían pruebas que comprometerían a Trump y quizá de allí un apaciguamiento frente a Putin que tiene hasta a los propios republicanos del Congreso rascándose la cabeza.
Tanto Trump como Manafort lo han negado. De hecho, el Presidente, durante la campaña, llamó mentiras los rumores sobre personal de su entorno relacionado con el Gobierno ruso. La explicación que ha comenzado a propagarse es que los asesores de Trump se habrían reunido con los rusos sin saber que eran inteligencia rusa.
Para la administración, la verdadera noticia es el origen ilegal de las filtraciones criminales que están apareciendo en los medios y que Trump atribuye a una vendetta en su contra de los organismos de inteligencia.
Y en el Capitolio, algunos republicanos cercanos al Presidente han prometido exponer y castigar a los funcionarios que han hablado con la prensa. Para los demócratas, sin embargo, esa idea es como los pájaros disparándoles a las escopetas.
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SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68