Al menos 3.200 personas de la caravana de inmigrantes que salió desde San Pedro Sula (Honduras) hace más de un mes llegaron a Tijuana, frontera de México con EE. UU., intentando alcanzar el sueño americano, en medio de expresiones hostiles de sus habitantes.
Tras un extenuante viaje desde Honduras, en grupos, los centroamericanos acampan junto a la frontera con Estados Unidos en desafío a los miles de soldados desplegados por el presidente Donald Trump. Sin embargo, el comandante del Ejército asegura que los inmigrantes de la caravana no son "enemigos".
Primero a cuentagotas y luego en grandes grupos, los inmigrantes -principalmente hondureños, pero también de otros países latinoamericanos- fueron llegando a Tijuana desde el fin de semana pasado.

Caravana en frontera con EE. UU.
Joebeth Terriquez / EFE
En la madrugada de este jueves, arribaron de golpe más de 800 que viajaron en buses desde el vecino estado de Sonora. "Esto ha sido un viaje eterno, pero Dios nos trajo con bien hasta acá", dijo Carmen Soto, una hondureña que viaja con sus dos pequeños hijos.
Posibilidades 'nulas'
Migrantes de una segunda caravana, que entró en México el 29 de octubre, acordaron proseguir el camino hacia Estados Unidos una vez mejoren las condiciones climatológicas.
Mario Guzmán / EFE
La caravana salió el 13 de octubre de Honduras y ha recorrido más de 4.300 kilómetros, principalmente a pie y en autostop, hasta la fronteriza Tijuana, en el estado de Baja California.
El objetivo de los inmigrantes es que el gobierno estadounidense les otorgue asilo o el estatus de refugiados debido a la extrema violencia y pobreza que viven en sus países. Para lograrlo deben cruzar la frontera por un acceso oficial, de acuerdo con un decreto firmado la semana pasada por Trump.
Pero el secretario mexicano de Gobernación (interior), Alfonso Navarrete Prida, dijo que las posibilidades para la caravana inmigrante de ingresar a Estados Unidos son "prácticamente nulas" y aseguró que el gobierno mexicano buscará evitar que ingresen a la fuerza a ese país.
"Hay un enorme riesgo de tener un incidente en la línea fronteriza, cuando además hemos escuchado el discurso abiertamente hostil" del gobierno estadounidense, afirmó. Ante la inminente llegada de la caravana, las autoridades de Tijuana dispusieron de un centro deportivo como refugio.
Tras hacer una larga fila, los inmigrantes, visiblemente cansados, se registraban con su nombre y nacionalidad para poder ingresar. Un brazalete distintivo era colocado en sus muñecas para poder entrar y salir a voluntad, y todos debían firmar un reglamento que prohíbe bebidas alcohólicas y drogas.
También se les pedía colaborar en labores de limpieza. "La prioridad, sobre todo en espacios cerrados, es para niños y mujeres", dijo Delia Ávila, directora del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia en Tijuana, quien reconoció que hasta ahora solo están preparados para recibir a 1.000 personas.
Sin embargo, cientos de inmigrantes prefieren acampar en la playa de Tijuana, muy cerca de la reja metálica que divide a México de Estados Unidos. Algunos toman el sol sobre la arena, otros lavan su ropa en el mar.
Desde el lado estadounidense, soldados del ejército portando armas largas los observaban mientras flanquean de cerca la reja metálica, que es reforzada con alambres de púas. Trump califica a los inmigrantes de "criminales" y acusa a la caravana de impulsar una "invasión".

El gobierno estadounidense ordenó poner alambre con púas en frontera con México.
Alfredo Estrella / AFP
Para contenerla, dispuso el controvertido envío de hasta 9.000 soldados a su frontera sur. También cerró parcialmente con barricadas y alambres de púas las garitas fronterizas de San Ysidro y Otay Mesa, que conducen a California.
Los centroamericanos instalados en la playa se niegan a ir al albergue porque temen que sus datos sean enviados al gobierno estadounidense.
"Sabemos que Donald Trump está pidiendo los datos biométricos para poder hacer un decreto donde va a declarar a todos como terroristas. Definitivamente hay miedo y desconfianza", dijo Irineo Mujica, director de la ONG Pueblos Sin Fronteras, que acompaña la caravana.
La noche del miércoles, unos 300 residentes de Tijuana protestaron contra la caravana, cantando a todo pulmón el himno nacional mexicano y lanzando piedras contra los inmigrantes ante la mirada de policías.

Militares estadounidenses en Frontera.
Ariana Drehsler / AFP
El comandante de las fuerzas estadounidenses desplegadas en San Diego para reforzar la frontera sur dijo este jueves que no ve como "enemigos" a los inmigrantes que se aglutinan en México, después de que Trump los describiera como una "invasión".
"No los considero un enemigo militar, ni el Ejército de Estados Unidos. Simplemente son migrantes en una caravana que se dirige a Estados Unidos para buscar una mejor forma de vida y asilo", dijo el capitán Guster Cunningham III. "El Ejército no los está clasificando como enemigo de ninguna manera o forma", comentó.
AFP y REUTERS
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