Dos cosas quedaron claras esta semana tras el primer viaje a Estados Unidos de Iván Duque como presidente electo de los colombianos. La primera es que tiene las puertas abiertas en un Washington que sigue valorando la estrecha relación con Colombia. La segunda es que probablemente la relación bilateral de Duque con los actuales ocupantes de la Casa Blanca y quienes controlan el Congreso estará dominada por la lucha contra el narcotráfico y la crisis en Venezuela.
Duque llegó a la ciudad el miércoles, solo diez días después de su victoria en las presidenciales. Pese a ello logró armar una robusta agenda con los más altos funcionarios de la Administración. Algo que no es fácil ya que este tipo de citas requieren semanas de anticipación.
El presidente se reunió en el primer día con el secretario de Estado, Mike Pompeo, y con la directora de la CIA, Gina Haspel.
En el segundo visitó al zar antidrogas, James Carrol, y al Asesor de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump, John Bolton.
En el Congreso también sostuvo reuniones importantes, especialmente una a la que asistieron el senador Marco Rubio, el representante colomboestadounidense Rubén Gallos y asesores del senador Lindsey Graham.
Las citas en el Congreso, eso sí, estuvieron limitadas, pues el Legislativo solo trabaja hasta el jueves y muchos de los congresistas tenían sus agendas complicadas con votaciones y audiencias de temas muy polémicos. Entre ellos la situación de los niños separados de sus familias en la frontera con México, la intervención de Rusia en la campaña presidencial del 2016 y la guerra arancelaria que se está desatando entre EE. UU., China y aliados en Europa.
Este diario supo que Duque probablemente se verá con más congresistas la semana que sigue, pues permanecerá en el área por varios días antes de viajar a España el miércoles.
Duque, de otra parte, también empleó su corto periplo para establecer contacto con la banca multilateral y fijar las prioridades crediticias del país. Por supuesto, con una visita al Banco Interamericano de Desarrollo –donde trabajó por casi una década– y con su presidente Luis Alberto Moreno. Pero también en una reunión con la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, y personal del Banco Mundial.
“Duque conoce muy bien a Washington y Washington lo conoce a él. Y eso es muy bueno para cualquier presidente que llega por que facilita la interacción”, dice Dan Restrepo, asesor de Seguridad Nacional para Latinoamérica en los años de Barack Obama.
Contactos que el presidente electo cultivó durante las visitas que hacia el expresidente Álvaro Uribe y en las que lo acompañaba a la mayoría de sus citas.
Si algo tuvo de desafortunado este primer viaje es que coincidió con la divulgación de las nuevas estadísticas de la Casa Blanca sobre cultivos ilícitos y que constatan un cuarto año consecutivo de alarmante crecimiento.
Hasta donde pudo establecer este diario, no hubo conexión alguna entre el anuncio y la visita del presidente.
Pero sin duda volvió a poner el tema en el centro de las discusiones. Si bien Duque se presenta como el heredero de un problema que le deja el gobierno anterior, es evidente que EE. UU. –especialmente con Trump– está perdiendo la paciencia y quiere resultados concretos y a la mayor brevedad.
En el comunicado emitido por Pompeo tras su reunión con Duque, el tema de las drogas figura como uno de los principales junto con Venezuela. El propio Duque reconoció que el tema estuvo presente en muchas de sus citas y se mostró preocupado por la posible “narcotización” de la agenda.
Pero también salió confiado de que esta Administración respalda el plan que le propusieron para poner en cintura el crecimiento exponencial de los últimos.
En su conversación con los medios, el presidente fue enfático en que piensa redoblar los esfuerzos en la lucha contra las drogas pero haciendo énfasis en que Colombia es la más perjudicada ya que el dinero del tráfico genera violencia y corrupción.
Así mismo habló de un plan en el que si bien hace la fumigación (con drones) tendrá su lugar, esta será solo un componente más entre una serie de herramientas. Entre ellas, la financiación de proyectos productivos dirigidos a las familias que actualmente dependen de los cultivos ilícitos.
Fue interesante, a su vez, que el presidente se negara a confirmar un regreso a la fumigación tradicional –como quizá quiere EE. UU.– e insistiera ante los medios que cualquier esfuerzo tendría que estar en línea con la sentencia de la Corte Constitucional que prohibió la fumigación con glifosato y con énfasis en reducir al máximo el riesgo contra seres humanos.
Duque le dijo a sus contrapartes estadounidenses que el plan tardará unos dos años en mostrar resultados concretos.
Y si bien entre los funcionarios técnicos hay conciencia de que ese es un tiempo razonable, nada garantiza otra acción impulsiva de Trump como la de septiembre del año pasado cuando amenazó con descertificar al país si no mejoraban los resultados.
Duque, de hecho, dio a entender que pedirá a EE. UU. ampliar los recursos que anualmente se le dan al país y que incluyen un componente para la lucha contra el narcotráfico y otro que respalda programas asociados a la implementación de los acuerdos de paz.
Ese discurso probablemente no hará mucho eco dentro de una administración que antes pretende recortar su gasto en el exterior, pero quizá sí en el Congreso donde el país todavía cuenta con un alto respaldo bipartidista.
Y sin duda el mensaje de que piensa jugársela por los programas de desmovilización y reinserción de guerrilleros es uno que sonará bien entre los legisladores demócratas en un año en el que pueden recuperar el control de la Cámara de Representantes.
Aunque el viaje de Duque terminó siendo solo un abrebocas de lo que se viene en las relaciones bilaterales no dejó de ser importante, pues le permitió plantear objetivos y prioridades incluso antes de tomas las riendas en Casa de Nariño.
Tras una reunión con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, Duque indicó que piensa dedicar sus energías al fortalecimiento de la OEA y que buscará debilitar a Unasur, entidad que catalogó como cómplice de la dictadura venezolana. Aunque no confirmó si piensa retirar al país de esta unión lo dio a entender luego de pedir que otros países lo hagan. Y dejó clara su intención de presionar para que avance la investigación que adelanta la Corte Penal Internacional contra el régimen de Nicolás Maduro.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En Twitter: @sergom68
Comentar