“Una caída saca a primer plano de la campaña presidencial la edad y la salud de Dole”, titulaba El País de España el 20 de septiembre de 1996. Bob Dole, quien desde el Partido Republicano competía con Bill Clinton, había tenido muchas dificultades para enfrentarse al demócrata y una de ellas era su avanza de edad (73 años) y las dudas sobre su capacidad física para dirigir el país. Esa caída en un discurso en California fue también el desplome definitivo de su campaña.
De nuevo las discusiones sobre la edad y la salud están en el debate presidencial en EE. UU, pues a los 68 años de Hillary Cinton hay que sumarle su salida, tambaleándose, del homenaje a las víctimas del 11 de septiembre en Nueva York.
Tal como se ha dado a conocer, Clinton sufrió una neumonía en lo que parece ser un episodio pasajero por el que podría pasar cualquier persona, sin embargo, en la opinión pública quedan muchas dudas. Alrededor de su enfermedad de estos días han salido noticias sobre otras dificultades como episodios de trombosis y ha surgido la preocupación por su capacidad para liderar la Casa Blanca.
Un acontecimiento como este en la recta final de la campaña inevitablemente acapara la atención y genera una marea de otras noticias que no le convienen a la candidata demócrata: un periodista sale a decir que el Huffington Post ha censurado sus artículos sobre la salud de Clinton, varios medios hablan de una supuesta doble que ella usa por sus quebrantos físicos, Donald Trump presenta su historial médico, etc. Nada de eso es deseable para una candidata que debería estar discutiendo sobre sus propuestas y su programa de gobierno en lugar de estar dando explicaciones sobre enfermedades o teorías de la conspiración.
Cuando la campaña empezó hace ya varios meses, la primera escena que vimos era de una Hillary de pie junto a dos ancianos sentados escuchándola. Era la imagen de una candidata fuerte que se distinguía de esas personas mayores y débiles. Sus asesores sabían desde el primer día que debían enfrentar la dificultad de su avanzada edad y apostaron por una imagen de vigor y fortaleza que hoy se derrumba. Ahora la campaña no solo debe lidiar con las dudas sobre su salud sino con otro asunto que ya era muy delicado y es el de la confianza: ¿Qué tanto esconde Hillary Clinton sobre su condición física? ¿Es otro episodio de ocultamientos como el de su correo electrónico, Bengazhi o su fundación familiar?
En este y otros sentidos puede aprovechar Donald Trump lo que se ha visto en los últimos días. No es buena idea atacar a un enfermo, pero ahora que vuelve Clinton con una actitud que puede llegar a ser sobreactuada para mostrarse “sana y en forma”, el republicano tiene la oportunidad de señalar que una campaña presidencial es una empresa menor comparada con la que supone dirigir al país más poderoso del mundo, y lanzar un manto de duda sobre la capacidad de la candidata oficialista.
No es fácil prever cómo todo esto impactará la carrera por la Casa Blanca, por eso podemos decir que por ahora el pronóstico es reservado. Lo cierto es que todo esto supone un giro y le da una nueva carta a Trump para atacar a su rival en un punto mucho más delicado que el supuesto pasado escort de Melania, su plagio del discurso de Michelle Obama u otras ridiculeces que han rodeado la campaña del magnate.
Difícilmente este nuevo episodio definirá la contienda, pero una vez más el estado de salud de los candidatos toma especial relevancia en el debate electoral.
CRISTIAN ROJAS GONZÁLEZ
Profesor de Ciencias Políticas
Universidad de La Sabana
