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EEUU

Una semana más para el olvido de la administración Trump

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos.

Foto:Jim Lo Scalzo / EFE

Fracasó en su intento de tumbar el ‘Obamacare’ y siguió forzando cambios en su gabinete.

Otra semana que pasa en Washington y otra que termina convertida en todo un drama para el presidente Donald Trump y los republicanos en EE. UU.
El viernes pasado, tras varios días de intenso debate, el Senado tuvo que archivar una reforma de la salud en la cual venían trabajando para reemplazar el llamado ‘Obamacare’. No obstante contar con la mayoría en la Cámara Alta, los líderes del partido no pudieron poner de acuerdo a sus miembros en esta colectividad, provocando otra contundente derrota al mandatario, que había hecho de este tema no solo eje de su campaña, sino prioridad para sus primeros meses en la Casa Blanca.
Los mismos republicanos se dieron un ‘tiro en el pie’, pues llevaban siete años empeñados en tumbar la reforma que aprobaron los demócratas cuando Obama ocupaba la Oficina Oval, y no pudieron hacerlo aunque controlan tanto el Congreso como la Presidencia.
El voto final, en la madrugada del viernes, terminó siendo de intenso calibre. A lo largo de la semana, los republicanos habían sometido a votación diversas opciones para acabar y/o reemplazar el ‘Obamacare’, pero todas culminaron en fracaso.
El último esfuerzo, que bautizaron el “desmonte dietético”, pues únicamente eliminaba el mandato universal –que forzaba a tener un seguro de salud– y algunos impuestos a los más ricos, se colgó por un voto (49 a favor y 51 en contra), luego de que tres republicanos, de los 52 con que cuentan, se declararan en oposición.
El presidente, que utilizó todo su músculo para empujar la votación –incluyendo amenazas–, terminó responsabilizando a los tres que se opusieron y a la totalidad de los demócratas (48 miembros) que votaron en contra.
“Trump, como suele hacer, está tratando de culpar a otros. Pero con esto no puede lavarse las manos. Lo tenían todo y no pudieron. Ahora tendrán que pagar por ello”, afirma Jon Harwood, editor en jefe de CNBC.
Esta, sin embargo, fue solo una de las varias disputas en las que se vio envuelto. Muchos en su propio partido aún están perplejos por los ataques viscerales que viene enviando contra el fiscal general, Jeff Sessions, funcionario al que él mismo nombró y se supone es un fuerte aliado.
Aunque Trump ya había expresado cierto malestar, en los últimos días no ha parado de cuestionarlo por su decisión de marginarse de la investigación que ese ente adelanta sobre la intervención de Rusia en la campaña electoral de 2016 para favorecer la campaña de Trump.
Sessions optó por esta vía en marzo, luego de que ‘The Washington Post’ reveló que el exsenador se había reunido con el embajador de Moscú en Washington, pero había omitido mencionar el encuentro durante sus audiencias de confirmación ante la Cámara Alta.
A su juicio, no tenía presentación encabezar una pesquisa en la que él mismo está siendo investigado. Trump, sin embargo, cree que fue una estupidez y ha dicho que no le hubiera ofrecido el cargo de saber que se abstendría.
Su rabia contra Sessions ha crecido, pues le atribuye que la Fiscalía haya nombrado al exdirector del FBI Robert Mueller para que investigue el tema de Rusia de manera independiente.
Y ahora le está sacando en cara que no está investigando a la excandidata demócrata Hillary Clinton por irregularidades en su campaña y que no haya destituido a Andrew McCabe, el segundo a bordo del FBI.
Según Trump, McCabe está en su contra y es ficha de la familia Clinton, pues ayudaron a su esposa en una campaña electoral. Según los principales medios en EE. UU., Trump ya tomó la decisión de salir de Sessions, pero estaría forzándolo a que renuncie para evadir el costo político que tendría que pagar si lo destituye.
El fiscal, que prestó sus servicios en la Cámara Alta durante más de dos décadas, tiene muy buenos amigos en el Senado, precisamente el órgano que tendría que dar el visto bueno a quien se nombre para reemplazarlo. Varios senadores, entre ellos, Mitch McConnell –líder de los republicanos en esta rama del Legislativo– han salido a defender a Sessions advirtiendo que tomó la decisión correcta al marginarse y critican al presidente por empeñarse contra el excolega. Lindsey Graham, abogado y político estadounidense, por ejemplo, ha dicho que el presidente pagará “muy caro” si le corta la cabeza al fiscal.
La idea de Trump sería entonces humillar a Sessions hasta que este renuncie, y luego utilizar el receso legislativo de agosto para nombrar un sustituto sin tener que pasar por el Senado (las leyes dicen que el presidente puede hacer nombramientos temporales si el Congreso no está sesionando).
Tanto ‘The Washington Post’ como ‘The New York Times’ sostienen que este nuevo fiscal despediría a Mueller como investigador especial de la trama rusa y luego archivaría todo el proceso. Pero esta posibilidad tiene a los senadores con los pelos de punta, y tanto demócratas como republicanos han dicho que no lo permitirán.
Por si fuera poco, el presidente generó otra tormenta el miércoles al anunciar que los transexuales ya no podrían prestar servicio abiertamente en las fuerzas militares.
Y lo hizo mediante un trino en el cual dijo que su decisión se basaba en conversaciones con “sus generales”. Pero estos mismos han dicho con posterioridad que nunca le recomendaron tomar ese paso y que la noticia los tomó por sorpresa, pues nadie les informó. De hecho, tuvieron que expedir un comunicado en el que aclaran que mientras la Casa Blanca no explique el alcance del trino de Trump, los transexuales seguirán gozando de las derechos que ya se les han concedido.
La semana cerró con tendencia a la baja luego de las explosivas declaraciones del nuevo director de comunicaciones de la Casa Blanca, Anthony Scaramucci. En una conversación con un periodista de la revista ‘The New Yorker’, Scaramucci insultó con términos muy vulgares (e impublicables) tanto al jefe del Gabinete, Reince Priebus, como a Steve Bannon, estratega en jefe del presidente.
Más que las palabras utilizadas (ahora dice que no estaba al tanto de que serían publicadas), Scaramucci lo que confirmó fue la crisis interna que viene estremeciendo a la Casa Blanca, la cual, hasta ahora, negaban. Como se lo describió a este diario un miembro de la administración: “Hay varias facciones, mucha suspicacia, y todos se jalan de los cabellos”.
El viernes, Preibus terminó renunciando. Pero es claro que lo forzaron a dar el paso al costado, pues no estaba en sintonía ni con Trump ni con Scaramucci, y la desconfianza ya era enorme. Su reemplazo es el general John Kelly, el actual secretario de Seguridad Nacional, un aliado insignia del mandatario.
Qué sigue, es imposible de predecir. Pero si el caos de esta semana es un preludio, lo que se viene será mucho más complejo.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
Washington
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