Desde hace meses los expertos vienen advirtiendo sobre un “verano de infierno en Estados Unidos”. Pero no precisamente por olas de calor o los muy comunes huracanes, sino por las dificultades, rayando con el colapso, del transporte aéreo durante esta temporada de vacaciones.
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Desde hace tres semanas, han sido cancelados más de 5.000 vuelos mientras que otros 30.000 han sufrido de largos retrasos y reprogramaciones de último minuto, creando para los pasajeros toda una odisea de lo que se suponía debía ser un viaje de placer.
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Esto es una situación realmente inaceptable. El gobierno, es decir, los contribuyentes, les dieron miles de millones de dólares a las aerolíneas
Algo que este corresponsal vivió en carne propia este martes.
Si bien el avión desde Colombia salió puntual, la llegada al aeropuerto internacional de Miami fue toda una tragedia. Para comenzar, miles de personas, muchas con conexiones a otras ciudades, se encontraron con todo un cuello de botella en el proceso de inmigración donde escasos seis agentes hacían los trámites para el ingreso a Estados Unidos.
Aunque el personal del aeropuerto intentó redistribuir la gente entre los que tenían vuelos de conexión y aquellos cuyo destino final era Miami, el proceso terminó siendo de horas.
Una vez pasado el embudo, muchos ya habían perdido sus vuelos o estaban a minutos de hacerlo.
El aeropuerto parecía un campo de refugiados. Personas corriendo por los pasillos para tratar de llegar a la sala de embarque, otros durmiendo en el piso, niños llorando del cansancio y la mayoría haciendo nuevas colas, también de horas, para reprogramar.
En el caso de este corresponsal, un viaje hasta Washington que debía durar como máximo 10 horas terminó convertido en día y medio, con pernoctada en el duro suelo de una sala de espera.

Pero en este 2022, la demanda ha sido mucho más alta que años anteriores.
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En el caso de este corresponsal, un viaje hasta Washington que debía durar como máximo 10 horas terminó convertido en día y medio
Las razones tras esta especie de infarto que viene sufriendo el sistema de tráfico aéreo son múltiples y se asemejan a una especie de tormenta perfecta. De entrada, el verano es siempre una de las temporadas más activas por coincidir con los meses de vacaciones.
Pero en este 2022, la demanda ha sido mucho más alta que años anteriores. Por un lado, millones de personas, que habían pospuesto vacaciones durante meses por la pandemia del covid-19 han escogido esta época para finalmente darse las anheladas vacaciones.
Eso pese a que las tarifas han subido en casi un 40 % desde enero por los altos costos de la gasolina y la alta demanda concentrada durante un mismo período.
Así mismo, los bonos que ofrecieron muchas aerolíneas para compensar por las cancelaciones forzadas del año pasado y el 2020 están por vencerse y muchos los están utilizando justo en este momento.

Aeropuerto Internacional Libertad de Newark, Estados Unidos.
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El principal problema, sin embargo, es la escasez de personal que existe tanto de pilotos y personal de vuelo como de empleados en aeropuertos y controladores aéreos.
El principal problema, sin embargo, es la escasez de personal que existe tanto de pilotos y personal de vuelo como de empleados en aeropuertos y controladores aéreos.
A pesar de que el gobierno federal dio a las aerolíneas cientos de millones de dólares durante los peores meses de la pandemia para mantenerlas operando, muchas redujeron sus nóminas para limitar costos a través de despidos o jubilaciones tempranas. Otros en el sector simplemente decidieron cambiar de carrera.
Ahora, tanto aerolíneas como entidades federales se echan la culpa unos a otros. En una carta reciente, Nicholas Calio, jefe de operaciones de Airlines for América, que agrupa a esta industria, dijo que la mayoría de las cancelaciones habían sido culpa del sistema de controladores aéreos y torres de control.
A lo que la Administración Federal de Aviación (AFA, por su sigla en inglés), ripostó diciendo que las aerolíneas estaban al tanto de las medidas que se tomaron y debieron estar listas para afrontar la situación.
“Esto es una situación realmente inaceptable. El gobierno, es decir, los contribuyentes, les dieron miles de millones de dólares a las aerolíneas para asegurarse que no hicieran recortes mientras se recuperaba la industria. Y lo que hicieron fue encontrar una fórmula para sacar gente y ganar más plata”, dice William McGee, director de American Economic Liberties Project, una agencia que fiscaliza la industria de la aviación y el turismo.
En cualquier caso, el problema está lejos de resolverse pues el entrenamiento de nuevos pilotos, personal de aeropuertos y controladores aéreos es algo que toma tiempo.

El principal problema, sin embargo, es la escasez de personal.
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De hecho, muchos piensan que las cosas están por empeorar y vaticinan una jornada dantesca este próximo puente del 4 de julio, que es uno de los más movidos del año.
Muchas aerolíneas, incluso, están ofreciendo un bono sin penalidad para todos aquellos que reprogramen sus viajes para fechas diferentes. Además, están reduciendo la cantidad de vuelos diarios que ofrecen para acercar sus capacidades reales a la demanda actual.
Mientras pasa el vendaval, que sin duda pasará, los expertos en este sector ofrecen varias recomendaciones.
En primer lugar, tratar de programar vuelos directos a su destino final (sin conexiones) para reducir las posibles alteraciones en los itinerarios de vuelo.
En segundo, si la conexión es inevitable, asegurarse de que entre un vuelo y otro exista tiempo suficiente para facturar las esperadas demoras en puestos migratorios y colas para el control de seguridad.
Lo último es buscar vuelos en horas de la mañana cuando aún no han comenzado a acumularse las cancelaciones o retrasos que suelen presentarse más en las horas de la tarde.
Además, si es posible, sugieren posponer el viaje para más adelante cuando la situación se haya estabilizado. Pero si esa no es una opción -por costos o tiempo- armarse con una alta dosis de paciencia e ir preparados para sortear este tipo de inconvenientes.
Entre ello tener a la mano los teléfonos de las aerolíneas y aplicaciones en el celular que faciliten la reprogramación de un viaje que fue pospuesto, cancelado, o al que no se llegó a tiempo para tomar la conexión.

Cuando estalló la pandemia las aerolíneas, los aeropuertos, los hoteles y hasta las empresas de alquiler de autos se deshicieron de buena parte de su personal.
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Pero esto no está ocurriendo únicamente en Estados Unidos. En Europa también se está viviendo una situación caótica. Si tiene usted pensado viajar o moverse dentro del viejo continente en los próximos meses recuerde meter en su maleta una buena dosis de paciencia. La va a necesitar porque el sector de los viajes en Europa vive momentos caóticos.
La pandemia supuso que todo el sector turístico europeo se detuviera en seco. Con él se detuvieron gran parte de los transportes. Apenas hubo viajes turísticos o por actividades de ocio en 2020 y muy pocos en 2021.
Este año todo el sector turístico, que supone más del 10 % del PBI europeo y más del 10 % del empleo del continente, se recupera a tal velocidad que las empresas no estaban preparadas. Así que viajar a Europa o entre los países y regiones europeas, prepárese porque se puede encontrar con un calvario.
Los gobiernos europeos esperan que este verano se rompan todos los récords de llegadas de turistas a un continente que es el primer destino turístico mundial y que cinco de los 10 países del planeta que más turistas reciben.
Con datos de 2019, último año anterior a la pandemia, Francia es la primera potencia turística del mundo (89 millones de visitantes), España la segunda (83 millones), Italia la quinta (62 millones), Alemania la octava (39 millones) y el Reino Unido la décima (36 millones).
Las autoridades saben que si no mejoran la crisis en el sector de los transportes pueden provocar una desbandada de turistas internacionales que podrían buscar otros destinos
Para recuperar esas cifras, con la importancia que tiene para la economía europea, se debe recuperar primero el sector de los viajes para evitar que se sigan dando las escenas caóticas en los aeropuertos europeos como se dieron en algunos de la importancia del de Ámsterdam, el de Frankfurt o el de Madrid en las últimas semanas.
Las autoridades saben que si no mejoran la crisis en el sector de los transportes pueden provocar una desbandada de turistas internacionales que podrían buscar otros destinos.
La Comisión Europea, los gobiernos y las empresas, reconocen ahora, con la temporada alta turística ya lanzada, que no previeron una recuperación tan rápida y que no tienen recursos humanos y materiales para hacer frente a la demanda creciente.
Cuando estalló la pandemia las aerolíneas, los aeropuertos, los hoteles y hasta las empresas de alquiler de autos se deshicieron de buena parte de su personal. Ahora, cuando deben contratar de nuevo, se muestran incapaces de hacerlo. Los sindicatos cuentan que aquellos empleados buscan ahora trabajos menos expuestos a restricciones sanitarias y mejor pagados.
La mayor parte de los grandes aeropuertos europeos están trabajando al límite de sus posibilidades o ya tuvieron que ordenar a las aerolíneas que redujeran el número de vuelos. En las últimas semanas los cientos de miles de viajeros tuvieron que hacer filas que no se habían visto salvo en momentos de huelgas, algunas veces por encima de las cinco horas simplemente para pasar los controles de seguridad.

En tiempos normales los aeropuertos pedían a los pasajeros que llegaran a sus instalaciones entre hora y media y dos horas antes de la hora prevista para su juego. Ahora les piden tres o más horas.
EFE
Brussels Airlines anunció que tenía previsto que sólo en julio y agosto se tuvieran que suspender más de 900 vuelos que afectarían a más de 40.000 personas.
El problema empezó en los mayores aeropuertos (Ámsterdam, Frankfurt, Paris Charles de Gaulle, London Heathrow) pero se fue extendiendo y ya afecta a aeropuertos de tamaño medio y así llegó también a las compañías aéreas low cost. Las situaciones de caos organizativo llegaron a provocar en Ámsterdam peleas entre pasajeros y personal de seguridad.
Ante la incapacidad de los aeropuertos para gestionar el elevado número de vuelos algunas aerolíneas están suspendiendo masivamente su frecuencia. Brussels Airlines anunció que tenía previsto que sólo en julio y agosto se tuvieran que suspender más de 900 vuelos que afectarían a más de 40.000 personas.
A la situación en los aeropuertos se unen las amenazas de huelga de los controladores aéreos y los avisos ya en marcha para las huelgas de varias aerolíneas, entre ellas el gigante lowcost Ryanair. Las reclamaciones salariales en Brussels Airlines provocaron la suspensión de más de 200 vuelos sólo este lunes. En tiempos normales los aeropuertos pedían a los pasajeros que llegaran a sus instalaciones entre hora y media y dos horas antes de la hora prevista para su juego. Ahora les piden tres o más horas.

Aeropuerto de Francia.
Eric Piermont / AFP
En el sector todos se culpan. Las aerolíneas aseguran que confirmaron a los aeropuertos sus vuelos con fecha y horario desde finales de marzo y que estos no han sabido adaptarse.
Las empresas que gestionan los aeropuertos aseguran que dos o tres meses es un plazo insuficiente para preparar sus instalaciones (porque se deshicieron de miles de empleados y ahora no encuentran sustitutos).
Los aeropuertos no sabían a principios de año si este verano iba a ver despegar el turismo o si la variante ómicron lo convertiría en otro verano perdido.
Algunos tomaron desde mayo medidas extremas, como el de Ámsterdam, que decidió limitar el número de vuelos a una cifra diaria inferior a la que manejaba en 2019 a pesar de que si fuera por las aerolíneas tendría cientos de vuelos más.
El tren no es tampoco una alternativa fiable por las huelgas. Esta semana, durante tres días, dejaron de trabajar más de 40.000 empleados de los ferrocarriles británicos. El viernes lo hicieron miles de empleados italianos de trenes, colectivos y ferries.
El personal de British Airways en London Heathrow irá a la huelga en plenas vacaciones de verano. Durante la pandemia se fueron a la calle y ahora la empresa los vuelve a contratar pagándoles un 10% menos.
SERGIO GÓMEZ MASERI* E IDAFE MARTÍN PÉREZ**
*CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON
**PARA EL TIEMPO
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